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Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

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Marinero <strong>de</strong>l «Romance <strong>de</strong>l Infante Arnaldos» y tantos otros.<br />

Emilia en el referido re<strong>la</strong>to <strong>de</strong> Faulkner aparece en <strong>la</strong> ventana<br />

<strong>de</strong> su casa «semejante al torso <strong>de</strong> un ídolo en su<br />

nicho». Si bien <strong>la</strong> figura <strong>de</strong> Emilia está dotada <strong>de</strong> vida y<br />

vigor, también tiene rasgos simbólicos que personifican o<br />

retratan <strong>la</strong> trasnochada <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> un Sur <strong>de</strong>rrotado en<br />

<strong>la</strong> guerra civil.<br />

Es normal que algunos personajes se conviertan en<br />

figuras simbólicas. La madre <strong>de</strong>l re<strong>la</strong>to <strong>de</strong> Piran<strong>de</strong>llo, «Guerra»<br />

(Unidad 8), es símbolo <strong>de</strong> <strong>la</strong> madre dolorosa. Pero si<br />

en este caso resulta al menos forzada <strong>la</strong> caracterización<br />

simbólica, en «El Ahogado más hermoso <strong>de</strong>l mundo» (Unidad<br />

5) el héroe es un personaje plenamente simbólico<br />

que, a diferencia <strong>de</strong> los que acabo <strong>de</strong> mencionar, es caracterizado<br />

<strong>com</strong>o tal. Su presencia en el pueblo da lugar a<br />

que sus moradores <strong>de</strong>scubran por medio <strong>de</strong> él sus po<strong>de</strong>res<br />

<strong>la</strong>tentes, capaces <strong>de</strong> transformar con ellos su entorno<br />

social. Para darnos cuenta <strong>de</strong> ello tendremos que prestar<br />

atención a cómo es caracterizado el Ahogado y cómo se<br />

opera esta correspon<strong>de</strong>ncia simbólica <strong>de</strong> su caracterización.<br />

Los primeros en <strong>de</strong>scubrir al Ahogado e integrarle en<br />

sus vidas son los niños, luego <strong>la</strong>s mujeres y finalmente<br />

los hombres. Los niños, tras quitarle los abrojos, juegan<br />

con él toda <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>. Nos sorpren<strong>de</strong> que los niños encuentren<br />

natural jugar con un ahogado y ello nos impulsará a<br />

buscar una explicación.<br />

Los hombres acarrean al Ahogado al pueblo y notan<br />

que pesa «más que todos los muertos conocidos» y se<br />

dan <strong>la</strong> ingenua explicación <strong>de</strong> que quizá lleve <strong>de</strong>masiado<br />

tiempo a <strong>la</strong> <strong>de</strong>riva; piensan también que tal vez se <strong>de</strong>ba al<br />

crecimiento según <strong>la</strong> «naturaleza <strong>de</strong> ciertos ahogados»;<br />

perciben que «tenía el olor <strong>de</strong>l mar» y suponen que es «el<br />

cadáver <strong>de</strong> un ser humano» al <strong>de</strong>jarse entrever esta forma<br />

bajo <strong>la</strong> «coraza <strong>de</strong> rémora y <strong>de</strong> lodo».<br />

<strong>Las</strong> mujeres quedan entretanto a <strong>la</strong> custodia <strong>de</strong>l Ahogado<br />

y, al igual que hicieran los niños, nada repulsivo encuentran<br />

en él. Es más, <strong>com</strong>ienzan a limpiarle y <strong>de</strong>scubren<br />

en él un ser «alto, fuerte, viril y el mejor armado que habían<br />

visto jamás» y también «que todavía cuando lo estaban<br />

viendo no les cabía en <strong>la</strong> <strong>imaginación</strong>»; ello les lleva a<br />

<strong>la</strong>mentarse <strong>de</strong> <strong>la</strong> mezquindad <strong>de</strong> sus casas, campos y re<strong>la</strong>ciones<br />

humanas; empiezan a ver en el Ahogado todo<br />

aquello <strong>de</strong> lo que no son capaces sus maridos y que tanta<br />

falta hace en sus vidas y a su pueblo. Fascinadas por <strong>la</strong><br />

hermosura resp<strong>la</strong>n<strong>de</strong>ciente y <strong>la</strong> dignidad <strong>de</strong>l Ahogado, a<br />

medida que le limpian y visten, conciben que un hombre<br />

tan magnífico <strong>com</strong>o él «hubiera hecho brotar manantiales y<br />

sembrar flores en los acanti<strong>la</strong>dos» baldíos <strong>de</strong>l pueblo, en<br />

suma, hubiese transformado sus vidas y su entorno. Su<br />

<strong>imaginación</strong> da cabida a <strong>la</strong> posibilidad <strong>de</strong> una vida mejor.<br />

Absortas en su contemp<strong>la</strong>ción le dan el nombre <strong>de</strong> Esteban<br />

y acaban concibiendo con él <strong>la</strong> visión <strong>de</strong> una existencia<br />

humana mejor; sólo queda que <strong>la</strong> sociedad entera asuma<br />

<strong>la</strong> posibilidad <strong>de</strong> esta utopía. Los hombres, más escépticos<br />

y tardos en el <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong> esa posibilidad,<br />

igualmente se estremecen ante <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong> Esteban.<br />

La sociedad entera acaba viéndolo tan suyo que todos «se<br />

hicieron hermanos, tíos y primos». Asumida esta posibilidad,<br />

es lógico que el cuerpo <strong>de</strong>saparezca <strong>com</strong>o <strong>de</strong>saparecerá<br />

lo ahogado en su sociedad y que restituyan al «pródigo<br />

mar» al Ahogado.<br />

Por <strong>la</strong> caracterización que hacen <strong>de</strong>l Ahogado, ellos mismos<br />

quedan caracterizados a su vez. Con ellos permanecerá<br />

Esteban y lo que éste representa, es <strong>de</strong>cir, <strong>la</strong> posibilidad<br />

<strong>de</strong> un mundo mejor, más gran<strong>de</strong> y firme, lleno <strong>de</strong><br />

manantiales y flores aunque para ello sea necesario el<br />

sacrificio —no en vano el nombre <strong>de</strong> Esteban alu<strong>de</strong> al primer<br />

mártir <strong>de</strong> <strong>la</strong> era cristiana— que también ellos están<br />

dispuestos a hacer, pues «se iban a romper el espinazo<br />

excavando manantiales en <strong>la</strong>s piedras y sembrando flores<br />

en los acanti<strong>la</strong>dos».<br />

546<br />

¿Por qué los artistas usan un lenguaje simbólico tan<br />

concreto y a veces misterioso <strong>com</strong>o el invisible tictac <strong>de</strong>l<br />

reloj <strong>de</strong> Emilia que casi nos impresiona con <strong>la</strong> fuerza <strong>de</strong><br />

sueño o pesadil<strong>la</strong>? El reloj sugiere, entre muchas otras<br />

cosas, el lento e invisible paso <strong>de</strong>l tiempo <strong>de</strong> forma mucho<br />

más memorable y <strong>com</strong>pleta que si se dijese en lenguaje<br />

<strong>de</strong>scriptivo. Abre en <strong>la</strong> mente <strong>de</strong>l lector un espectro <strong>de</strong><br />

posibilida<strong>de</strong>s creativas inmensas. Aunque no hay que buscar<br />

símbolos en todas partes, sí resulta muy enriquecedor<br />

estar <strong>de</strong>spierto al abanico <strong>de</strong> significados que ofrecen personajes,<br />

objetos o escenarios.<br />

SÍMIL<br />

Es una <strong>com</strong>paración entre dos imágenes, objetos,<br />

i<strong>de</strong>as, acciones mediante los nexos «<strong>com</strong>o», «parecido a»,<br />

«semejante a» o simi<strong>la</strong>res a fin <strong>de</strong> enriquecer el significado<br />

<strong>de</strong>l original. En <strong>la</strong> frase «el pan está duro <strong>com</strong>o una<br />

piedra», pan y piedra están i<strong>de</strong>ntificados en su dureza. El<br />

símil reve<strong>la</strong> que <strong>la</strong>s dos cosas diferentes <strong>com</strong>paradas tienen<br />

una cualidad que les otorga una nueva semejanza. Se<br />

distingue <strong>de</strong> <strong>la</strong> metáfora en que ésta establece un i<strong>de</strong>ntificación<br />

total, afirmando, por ejemplo, que el pan es una<br />

piedra. La metáfora prescin<strong>de</strong> <strong>de</strong>l nexo <strong>com</strong>parativo, <strong>com</strong>o<br />

en «Juan es un lince».<br />

SPARAGMÓS<br />

Véase Desmembramiento.<br />

TEMA<br />

Según <strong>la</strong> tradición literaria el significado <strong>de</strong> un texto está<br />

en el mensaje o en <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a que supuestamente encierra.<br />

Esta concepción asume que este significado está <strong>de</strong> alguna<br />

manera apresado <strong>de</strong>ntro, esperando ser liberado, tal y<br />

<strong>com</strong>o suce<strong>de</strong> con <strong>la</strong> moraleja <strong>de</strong> <strong>la</strong>s fábu<strong>la</strong>s o en <strong>la</strong> alegoría.<br />

Sin embargo, esta forma más o menos obvia <strong>de</strong> expresar<br />

el tema no siempre es satisfactoria; suele privilegiar<br />

un <strong>de</strong>terminado código —moral, en algunos casos— frente<br />

a otras posibles experiencias <strong>de</strong>l texto, lo que nos lleva a<br />

p<strong>la</strong>ntearnos <strong>la</strong>s siguientes preguntas: ¿hasta qué punto<br />

cualquier significado que atribuimos a un texto está conformado<br />

en éste? y ¿hasta qué punto está conformado por<br />

<strong>la</strong>s creencias y <strong>la</strong> i<strong>de</strong>ología o <strong>la</strong> manera <strong>de</strong> leer <strong>de</strong> un<br />

<strong>de</strong>terminado lector?<br />

Algunos métodos críticos recientes han optado por una<br />

postura diferente a <strong>la</strong> tradicional y sugieren que el significado<br />

<strong>de</strong> un texto es producido por <strong>la</strong> interacción entre ciertos<br />

rasgos <strong>de</strong>l texto y <strong>la</strong>s creencias y <strong>la</strong> forma <strong>de</strong> leer <strong>de</strong><br />

los lectores. Por ejemplo, el cuento <strong>de</strong> Caperucita podría<br />

dar lugar a <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> distintos temas <strong>de</strong>pendiendo<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> i<strong>de</strong>ología <strong>de</strong> aquél que lo leyera. Podría así hab<strong>la</strong>rse<br />

<strong>de</strong>l tema <strong>de</strong>:<br />

- <strong>la</strong> opresión social <strong>de</strong> <strong>la</strong>s mujeres;<br />

- el peligro <strong>de</strong> los extraños o <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r con <strong>de</strong>sconocidos;<br />

- <strong>la</strong> importancia <strong>de</strong> <strong>la</strong> obediencia;<br />

- etcétera.<br />

Inmediatamente nos damos cuenta <strong>de</strong> que el lector <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> primera <strong>de</strong> <strong>la</strong>s i<strong>de</strong>as hace énfasis en el sexo <strong>de</strong> los<br />

personajes <strong>de</strong>l cuento, con lo que dicho lector está privilegiando<br />

un enfoque feminista. Aquél que haga énfasis en<br />

<strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones sociales entre los personajes quizá se centre<br />

en el segundo tema. Y aquél que tenga una predisposición<br />

a cuestiones morales, en el tercero. Y así sucesivamente.<br />

Diferentes maneras <strong>de</strong> leer y <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> un texto a<br />

menudo tienen re<strong>la</strong>ción directa con una i<strong>de</strong>ología <strong>de</strong>terminada.<br />

Dado que los temas son <strong>de</strong>terminados durante el<br />

proceso <strong>de</strong> lectura, diferentes lectores pue<strong>de</strong>n atribuir muy<br />

distintos temas a un mismo texto <strong>de</strong>pendiendo <strong>de</strong> sus<br />

creencias. El tema <strong>de</strong> un texto literario pue<strong>de</strong> quedar convertido<br />

en una mera etiqueta <strong>de</strong>pendiendo <strong>de</strong>l nivel <strong>de</strong> crítica<br />

que se utilice. El problema que se p<strong>la</strong>ntea es, pues, si

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