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Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

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22. EL PODER TRANSFORMADOR DE LA IMAGINACIÓN SOCIAL<br />

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años, liquidó su agencia inmobiliaria antes <strong>de</strong> morir, ya que se proponía pasar sus últimos años<br />

retirado en Florida. Dejó en herencia a Bessie acciones y obligaciones, libretas <strong>de</strong> cuentas <strong>de</strong><br />

ahorros y unas cuantas hipotecas. Des<strong>de</strong> entonces hasta ahora, <strong>la</strong>s diversas empresas escribieron<br />

cartas a Bessie, le mandaron informes, estados <strong>de</strong> cuentas y cheques. El servicio <strong>de</strong> recaudación<br />

<strong>de</strong> impuestos le rec<strong>la</strong>mó el pago <strong>de</strong> lo que le correspondía liquidar. Más <strong>de</strong> una vez al mes,<br />

Bessie recibía folletos publicitarios <strong>de</strong> una funeraria que ofrecía parce<strong>la</strong>s en un “cementerio muy<br />

soleado”. Años atrás, Bessie solía contestar <strong>la</strong>s cartas, <strong>de</strong>positaba en cuenta sus cheques y estaba<br />

al tanto <strong>de</strong> sus gastos e ingresos. Últimamente, abandonó <strong>de</strong>l todo estas activida<strong>de</strong>s. Incluso <strong>de</strong>jó<br />

<strong>de</strong> <strong>com</strong>prar el periódico y mirar <strong>la</strong>s cotizaciones <strong>de</strong> Bolsa.<br />

Ya en el vestíbulo, Bessie colocó unas cartulinas con extraños signos que sólo el<strong>la</strong> podía<br />

i<strong>de</strong>ntificar, entre <strong>la</strong> puerta y <strong>la</strong> jamba. El ojo <strong>de</strong> <strong>la</strong> cerradura lo rellenó con masil<strong>la</strong>. ¿Qué otra<br />

cosa podía hacer el<strong>la</strong>, una viuda, sin hijos, parientes ni amigos? Tiempo hubo en que los<br />

vecinos abrían sus puertas, se quedaban observándo<strong>la</strong> y se reían <strong>de</strong> su exagerado celo. Y<br />

también otros se bur<strong>la</strong>ban <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Pero todo eso se había acabado hacía ya mucho tiempo. Bessie<br />

no hab<strong>la</strong>ba con nadie. Tampoco veía bien. <strong>Las</strong> gafas <strong>com</strong>pradas años atrás ya no le servían. Ir al<br />

médico <strong>de</strong> los ojos a que le graduara <strong>la</strong> vista era <strong>de</strong>masiado esfuerzo para el<strong>la</strong>. Todo era muy<br />

difícil, incluso entrar y salir <strong>de</strong>l ascensor, cuya puerta siempre se cerraba so<strong>la</strong> <strong>de</strong> un portazo.<br />

Bessie rara vez se alejaba más <strong>de</strong> dos bloques <strong>de</strong> su casa. Aquel<strong>la</strong> calle, situada entre<br />

Broadway y Riversi<strong>de</strong> Drive era <strong>de</strong> día en día más ruidosa y sucia. Enjambres <strong>de</strong> chiquillos<br />

callejeaban todo el santo día, medio <strong>de</strong>snudos. Hombres <strong>de</strong> piel morena, con cabello rizoso<br />

y ojos <strong>de</strong> loco se peleaban en español con mujeres en perpetua preñez. <strong>Las</strong> mujeres les<br />

respondían con voz estri<strong>de</strong>nte. Los perros <strong>la</strong>draban, los gatos maul<strong>la</strong>ban. Se producían<br />

incendios y entonces acudían coches <strong>de</strong> bomberos, ambu<strong>la</strong>ncias, y coches <strong>de</strong> <strong>la</strong> policía. En<br />

Broadway, <strong>la</strong>s antiguas tiendas <strong>de</strong> <strong>com</strong>estibles habían sido sustituidas por supermercados,<br />

en don<strong>de</strong> había que coger <strong>la</strong> <strong>com</strong>ida <strong>de</strong> unas estanterías y poner<strong>la</strong> en un carrito, y luego<br />

había que hacer co<strong>la</strong> en caja.<br />

¡Dios santo, cuán cierto era! Des<strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> Sam, Nueva York, Norteamérica —<br />

quizás el mundo entero—, se estaban <strong>de</strong>smoronando. La gente <strong>de</strong>cente se había ido <strong>de</strong>l<br />

barrio y ahora estaba infestado <strong>de</strong> <strong>la</strong>drones, atracadores y prostitutas. Tres veces le habían<br />

robado el bolso a Bessie. Y cuando <strong>de</strong>nunció el hecho a <strong>la</strong> policía, los agentes se echaron a<br />

reír. Cruzar <strong>la</strong> calle significaba arriesgar <strong>la</strong> vida. Bessie dio un paso en <strong>la</strong> acera y se <strong>de</strong>tuvo.<br />

Alguien le había aconsejado que usara bastón, pero Bessie estaba muy lejos <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse<br />

vieja o impedida. De vez en cuando se pintaba <strong>de</strong> rojo <strong>la</strong>s uñas. Y otras veces, cuando el<br />

reuma <strong>la</strong> <strong>de</strong>jaba tranqui<strong>la</strong>, sacaba <strong>de</strong>l armario los vestidos que usara en otros tiempos, se los<br />

probaba y se estudiaba ante el espejo.<br />

Abrir <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong>l supermercado era tarea imposible. Bessie tenía que esperar a que<br />

alguien se <strong>la</strong> sujetara. El supermercado era un lugar que sólo el diablo había podido inventar.<br />

<strong>Las</strong> lámparas ardían con una luz <strong>de</strong>slumbrante. La gente que empujaba carritos no tenía el<br />

menor reparo en llevarse por <strong>de</strong><strong>la</strong>nte a cuantos encontraban en su camino. <strong>Las</strong> estanterías<br />

eran o <strong>de</strong>masiados altas o <strong>de</strong>masiado bajas. El ruido era ensor<strong>de</strong>cedor. ¡Y qué <strong>de</strong>cir <strong>de</strong>l<br />

contraste entre el calor <strong>de</strong>l exterior y <strong>la</strong> he<strong>la</strong>da temperatura interior! Mi<strong>la</strong>gro era que Bessie<br />

no agarrara una pulmonía cada vez que iba al supermercado. Pero lo que más atormentaba<br />

a Bessie era <strong>la</strong> in<strong>de</strong>cisión. Con mano temblorosa cogía un artículo y leía <strong>la</strong> etiqueta. No lo<br />

hacía con <strong>la</strong> codicia <strong>de</strong> <strong>la</strong> juventud, sino con <strong>la</strong> incertidumbre <strong>de</strong> <strong>la</strong> vejez. Según los cálculos<br />

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