Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com
Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com
Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
18. EL MUNDO DE LO SUBTERRÁNEO O SUBMARINO: CAOS, ANARQUÍA Y DESORDEN TOTALES<br />
240<br />
245<br />
250<br />
255<br />
260<br />
265<br />
270<br />
275<br />
280<br />
285<br />
334<br />
<strong>la</strong> semana y dos dó<strong>la</strong>res representaban <strong>la</strong> diferencia entre morirse <strong>de</strong> hambre o una crónica ma<strong>la</strong><br />
alimentación.<br />
Al cumplir los nueve años, perdió su empleo. La causa fueron <strong>la</strong>s paperas. Al reponerse,<br />
consiguió trabajo en un horno <strong>de</strong> vidrio. El jornal era mejor y su trabajo requería cierta habilidad.<br />
Pagaban a <strong>de</strong>stajo y, cuanto más hábil, más ganaba. Allí había un incentivo. Y, a causa <strong>de</strong> ese incentivo,<br />
se convirtió en un obrero extraordinario.<br />
El trabajo era sencillo, limitándose a ponerles bo<strong>la</strong>s <strong>de</strong> vidrio a <strong>la</strong>s botel<strong>la</strong>s. <strong>Las</strong> sostenía entre<br />
<strong>la</strong>s rodil<strong>la</strong>s, para po<strong>de</strong>r usar ambas manos. Así, sentado siempre, <strong>de</strong>biéndose inclinar hacia a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte,<br />
los hombros se le fueron dob<strong>la</strong>ndo y el pecho hundiendo durante diez horas diarias. No resultaba muy<br />
bueno para los pulmones, pero llegó a hacer trescientas docenas <strong>de</strong> botel<strong>la</strong>s en una so<strong>la</strong> jornada.<br />
El director estaba muy orgulloso <strong>de</strong> él, e, incluso, invitaba a sus amigos para que le viesen. En<br />
diez horas, pasaban por sus manos trescientas docenas <strong>de</strong> botel<strong>la</strong>s. Esto significaba que había<br />
alcanzado <strong>la</strong> perfección <strong>de</strong> una máquina. Eliminó todo movimiento superfluo. Todos y cada uno <strong>de</strong><br />
ellos, tanto <strong>de</strong> sus f<strong>la</strong>cos brazos <strong>com</strong>o <strong>de</strong> los músculos <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos, eran rápidos y precisos. Trabajaba<br />
en tensión y, <strong>com</strong>o resultado, se sentía muy nervioso. De noche, el cuerpo le brincaba, incluso<br />
dormido, y no lograba re<strong>la</strong>jarse y <strong>de</strong>scansar. Estaba siempre agitado y los músculos parecían a punto<br />
<strong>de</strong> saltarle. A<strong>de</strong>lgazó, empeorándole <strong>la</strong> tos. Entonces, <strong>la</strong> pulmonía hizo mel<strong>la</strong> en los débiles pulmones<br />
<strong>de</strong>l contraído pecho y perdió su empleo en el horno <strong>de</strong> vidrio.<br />
Ahora estaba <strong>de</strong> vuelta a <strong>la</strong> fábrica <strong>de</strong> yute, don<strong>de</strong> <strong>com</strong>enzara, en <strong>la</strong>s bobinas. Pero le esperaba<br />
un ascenso. Era un buen operario. Pronto le pasarían a los batanes y, más tar<strong>de</strong>, a <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> <strong>de</strong> te<strong>la</strong>res.<br />
Después <strong>de</strong> eso, ya no quedaba nada, excepto ir aumentando en eficacia.<br />
<strong>Las</strong> máquinas eran mucho más rápidas que cuando <strong>com</strong>enzó a trabajar, pero su mente mucho<br />
más lenta. Ya no soñaba nunca, aunque sus primeros años estaban llenos <strong>de</strong> ilusiones. En una ocasión,<br />
se había enamorado. Fue cuando le <strong>de</strong>stinaron a guiar <strong>la</strong> te<strong>la</strong> con un palo y se trataba <strong>de</strong> <strong>la</strong> hija <strong>de</strong>l<br />
director. Era mucho mayor que él, una mujer joven pero ya hecha, y sólo <strong>la</strong> había visto, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos,<br />
cosa <strong>de</strong> media docena <strong>de</strong> veces. Pero eso no importaba. En <strong>la</strong> superficie interminable <strong>de</strong> <strong>la</strong> pieza <strong>de</strong><br />
te<strong>la</strong>, imaginó un radiante futuro, en el cual realizaba prodigios en su trabajo, inventaba máquinas<br />
mi<strong>la</strong>grosas y le nombraban director <strong>de</strong> <strong>la</strong> fábrica.<br />
Pero <strong>de</strong> eso hacía ya mucho, antes <strong>de</strong> que fuese <strong>de</strong>masiado viejo y estuviera <strong>de</strong>masiado cansado<br />
para el amor. A<strong>de</strong>más, el<strong>la</strong> se casó, marchándose lejos y a Johnny <strong>la</strong> mente se le fue durmiendo. No<br />
obstante, constituyó una extraordinaria experiencia y, frecuentemente, <strong>la</strong> recordaba, lo mismo que<br />
otros hombres y otras mujeres recuerdan <strong>la</strong> época en que creían en <strong>la</strong>s hadas. Él nunca había creído<br />
en <strong>la</strong>s hadas ni, tampoco, en Santa C<strong>la</strong>us, pero, <strong>de</strong> un modo implícito, creyó en el bril<strong>la</strong>nte futuro que<br />
construyera en su mente sobre el humeante río <strong>de</strong> te<strong>la</strong>.<br />
Se hizo hombre muy pronto. Su adolescencia <strong>com</strong>enzó a los siete años, al cobrar el primer jornal.<br />
Le invadió cierta sensación <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia y cambiaron sus re<strong>la</strong>ciones con su madre. Por motivos<br />
no expuestos, al contribuir al mantenimiento <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa y al ganar algún dinero, se convertía en su igual.<br />
Fue totalmente hombre a los once años, cuando pasó a trabajar en el turno <strong>de</strong> noche durante seis meses.<br />
Ningún niño que trabaje en los turnos <strong>de</strong> noche continúa siéndolo.<br />
Hubo varios acontecimientos importantes en su vida. Uno <strong>de</strong> ellos fue cuando su madre <strong>com</strong>pró<br />
unas cirue<strong>la</strong>s californianas. Otro, cuando el<strong>la</strong> preparó una tarta. Esto sí tuvo importancia. Lo recordaba<br />
con agrado. Y, en aquel<strong>la</strong> ocasión, su madre le habló <strong>de</strong> un p<strong>la</strong>to especial, que alguna vez les prepararía,<br />
l<strong>la</strong>mado «Is<strong>la</strong>s Flotantes», mucho más sabroso que todos los pasteles. Durante años, estuvo esperando<br />
a sentarse a <strong>la</strong> mesa para saborear <strong>la</strong>s «Is<strong>la</strong>s Flotantes», pero acabó por relegarlo al limbo <strong>de</strong> los i<strong>de</strong>ales<br />
inalcanzables.<br />
Cierta vez, encontró una moneda <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ta. También aquello constituía un gran acontecimiento<br />
en su existencia, si bien un poco trágico. Supo lo que iba a hacer en el mismo instante <strong>de</strong> percibir el<br />
brillo <strong>de</strong> <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ta; antes, incluso, <strong>de</strong> recoger <strong>la</strong> moneda. En su casa, <strong>com</strong>o <strong>de</strong> costumbre, no había<br />
bastante para <strong>com</strong>er y <strong>de</strong>biera entregárse<strong>la</strong> a su madre, <strong>com</strong>o hacía los sábados con el jornal. Resultaba