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Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

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19. PRIMEROS ATISBOS DEL RE-SURGIR VITAL FRENTE A LA RESISTENCIA NATURAL Y LA INERCIA SOCIAL<br />

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Cuando lo oyó chapotear en <strong>la</strong> bañera, Elisa le <strong>de</strong>jó el traje oscuro encima <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> cama, y <strong>la</strong> camisa, los calcetines y <strong>la</strong> corbata al <strong>la</strong>do. Colocó los zapatos ya limpios<br />

en el suelo, junto a <strong>la</strong> cama. Entonces, se fue al porche y se sentó, remilgada* y<br />

rígidamente. Miró hacia el camino <strong>de</strong>l río don<strong>de</strong> <strong>la</strong> hilera <strong>de</strong> sauces aún estaba<br />

amaril<strong>la</strong> con <strong>la</strong>s hojas cubiertas <strong>de</strong> escarcha, por lo que bajo <strong>la</strong> alta nieb<strong>la</strong> gris<br />

formaban una estrecha franja <strong>de</strong> sol. Éste era el único color <strong>de</strong> <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> gris. Se quedó<br />

sentada, inmóvil, durante un <strong>la</strong>rgo rato. Sus ojos raramente parpa<strong>de</strong>aban.<br />

Henry salió dando un portazo, metiéndose por el camino <strong>la</strong> corbata <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />

chaleco. Elisa se irguió* y su rostro se tornó tenso. Henry se paró <strong>de</strong> golpe y <strong>la</strong> miró.<br />

—¡Vaya, vaya!, Elisa. ¡Qué guapa estás!<br />

—¿Guapa? ¿Te parece que voy guapa? ¿Qué quieres <strong>de</strong>cir con “guapa”?<br />

Henry continuó disparatado*.<br />

—No sé. Quiero <strong>de</strong>cir que estás distinta, fuerte y feliz.<br />

—¿Estoy fuerte? Sí, fuerte. ¿Qué quieres <strong>de</strong>cir con “fuerte”?<br />

Él parecía <strong>de</strong>sconcertado.<br />

—Estás jugando a algo —dijo in<strong>de</strong>fenso—. Es una especie <strong>de</strong> juego. Pareces<br />

fuerte <strong>com</strong>o para reducir* un ternero bajo tu rodil<strong>la</strong>, feliz <strong>com</strong>o para <strong>com</strong>értelo <strong>com</strong>o<br />

una sandía.<br />

Durante un segundo el<strong>la</strong> perdió su rigi<strong>de</strong>z*.<br />

—¡Henry! No digas esas cosas. No sabes lo que dices.<br />

Recobró <strong>la</strong> normalidad.<br />

—Soy fuerte —se jactó*—. Hasta ahora no sabía lo fuerte que era.<br />

Henry echó una mirada al cobertizo <strong>de</strong>l tractor y, cuando volvió a dirigir los<br />

ojos hacia el<strong>la</strong>, eran otra vez los suyos.<br />

—Voy a sacar el coche. Ponte el abrigo mientras voy arrancando.<br />

Elisa entró en <strong>la</strong> casa. Oyó llegar el coche hasta <strong>la</strong> entrada y <strong>de</strong>jar el motor al<br />

ralentí*, y entonces el<strong>la</strong> tardó un buen rato en ponerse el sombrero. Le tiró <strong>de</strong> aquí<br />

y lo apretó <strong>de</strong> allá. Cuando Henry paró el motor, se puso rápido el abrigo y salió.<br />

El pequeño dos p<strong>la</strong>zas avanzó a brincos por el camino embarrado junto al río,<br />

ahuyentando a los pájaros y haciendo que los conejos se escondieran en <strong>la</strong> maleza. Dos<br />

grul<strong>la</strong>s aletearon pesadamente sobre <strong>la</strong> hilera <strong>de</strong> sauces y <strong>de</strong>scendieron al cauce <strong>de</strong>l río.<br />

A lo lejos, Elisa vio un punto negro en el camino. Reconoció lo que era.<br />

Intentó no mirar al pasar, pero los ojos no <strong>la</strong> obe<strong>de</strong>cieron. Susurró para sí<br />

misma con tristeza. “Podía haberlos tirado fuera <strong>de</strong>l camino. No habría sido mucha<br />

molestia, no mucha. Pero se ha quedado con el tiesto”, se explicó a sí misma. “Tenía<br />

que quedarse el tiesto. Por eso no pudo <strong>la</strong>nzarlos lejos <strong>de</strong>l camino.”<br />

El dos p<strong>la</strong>zas dobló una curva y Elisa vio <strong>la</strong> caravana <strong>de</strong><strong>la</strong>nte. Se giró por<br />

<strong>com</strong>pleto hacia su marido para así no ver el pequeño carromato y <strong>la</strong> <strong>de</strong>sparejada*<br />

yunta cuando el coche los a<strong>de</strong><strong>la</strong>ntó.<br />

En un segundo todo había pasado. Estaba hecho. No miró atrás. Dijo en voz<br />

alta, para hacerse oír por encima <strong>de</strong>l ruido <strong>de</strong>l motor:<br />

—Será estupendo que esta noche tengamos una buena cena.<br />

—Ya estás cambiada otra vez —se <strong>la</strong>mentó Henry. Quitó una mano <strong>de</strong>l<br />

vo<strong>la</strong>nte y le dio una palmadita en <strong>la</strong> rodil<strong>la</strong>—. Debería llevarte a cenar más a<br />

menudo. Sería bueno para los dos. Es tan duro allí en el rancho.<br />

—¿Henry —preguntó—, po<strong>de</strong>mos tomar vino en <strong>la</strong> cena?<br />

exagerada en <strong>la</strong><br />

<strong>com</strong>postura<br />

se levantó, se puso<br />

<strong>de</strong>recha<br />

muy suelto, muy<br />

hab<strong>la</strong>dor<br />

tumbar<br />

resistencia, rigor<br />

enorgulleció<br />

no acelerado<br />

discordante<br />

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