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Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

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22. EL PODER TRANSFORMADOR DE LA IMAGINACIÓN SOCIAL<br />

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llevara <strong>la</strong> representación <strong>de</strong> <strong>la</strong> empresa que fabricaba esas cerraduras especiales. Si por lo<br />

menos llevase dinero encima... Pero Bessie jamás llevaba más dinero que el que pensaba<br />

gastar. La cajera <strong>de</strong>l supermercado sólo le había <strong>de</strong>vuelto unos veintitantos centavos. “¡Madre,<br />

me quiero morir!”. Y Bessie se dijo estas pa<strong>la</strong>bras en yiddish, sorprendiéndose <strong>de</strong> recurrir a<br />

esa lengua que tenía medio olvidada.<br />

Tras muchas dudas, Bessie <strong>de</strong>cidió volver a bajar a <strong>la</strong> calle. Quizás todavía encontrara<br />

abierta alguna ferretería o una <strong>de</strong> esas tien<strong>de</strong>cil<strong>la</strong>s especializadas en hacer l<strong>la</strong>ves. Creía<br />

recordar que había una en el barrio. A fin <strong>de</strong> cuentas, no <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser <strong>la</strong> única a <strong>la</strong> que se<br />

le rompe <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve. Pero, ¿qué haría con <strong>la</strong> <strong>com</strong>ida? La bolsa pesaba <strong>de</strong>masiado para<br />

llevar<strong>la</strong> consigo. No le quedaba más remedio que <strong>de</strong>jar <strong>la</strong> bolsa en el <strong>de</strong>scansillo. “De<br />

todas formas me van a robar”, se dijo Bessie. A<strong>de</strong>más, quién sabe, quizá los vecinos<br />

manipu<strong>la</strong>ron intencionadamente <strong>la</strong> cerradura para que no pudiera entrar en el piso<br />

mientras le robaban o <strong>de</strong>struían todas sus pertenencias.<br />

Antes <strong>de</strong> bajar a <strong>la</strong> calle, Bessie aplicó el oído a <strong>la</strong> puerta. Nada oyó, salvo un incesante<br />

murmullo, cuya causa y origen Bessie no pudo <strong>de</strong>terminar. A veces, el ruidito parecía el tic-tac<br />

<strong>de</strong> un reloj, otras era <strong>com</strong>o un zumbido, y había momentos que semejaba un gemir. Parecía el<br />

sonido <strong>de</strong> un extraño ser aprisionado en el interior <strong>de</strong> <strong>la</strong>s pare<strong>de</strong>s o en <strong>la</strong>s tuberías. Bessie se<br />

<strong>de</strong>spidió para siempre <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>com</strong>ida recién <strong>com</strong>prada, que <strong>de</strong>biera estar en <strong>la</strong> nevera y no allí<br />

tirada con el calor que hacía. La mantequil<strong>la</strong> se fundiría y <strong>la</strong> leche se agriaría. Bessie musitó:<br />

— ¡Es un castigo! ¡Soy víctima <strong>de</strong> una maldición!<br />

Un vecino se disponía a bajar en el ascensor, y Bessie le hizo señas <strong>de</strong> que sostuviera un<br />

momento <strong>la</strong> puerta para así po<strong>de</strong>r entrar el<strong>la</strong>. Quizás fuera uno <strong>de</strong> los <strong>la</strong>drones. Quizás aquel<br />

hombre intentara robarle y maltratar<strong>la</strong>. El ascensor bajó y el hombre le abrió <strong>la</strong> puerta.<br />

Bessie hubiera querido darle <strong>la</strong>s gracias, pero guardó silencio. ¿A santo <strong>de</strong> qué dar <strong>la</strong>s<br />

gracias al enemigo? Todas esas amabilida<strong>de</strong>s no eran más que triquiñue<strong>la</strong>s.<br />

Cuando Bessie salió a <strong>la</strong> calle ya había anochecido. Por <strong>la</strong> cuneta <strong>de</strong> <strong>la</strong> calle corría el agua<br />

y todo estaba lleno <strong>de</strong> charcos. <strong>Las</strong> luces <strong>de</strong> los faroles se reflejaban en ellos <strong>com</strong>o si fueran<br />

un <strong>la</strong>go. Otra vez se había producido un incendio en el barrio. Oyó el gemido <strong>de</strong> una sirena<br />

y el ruido <strong>de</strong> los coches <strong>de</strong> bomberos. Llevaba los zapatos mojados. Salió a Broadway y<br />

recibió un bofetón <strong>de</strong> calor. Con luz <strong>de</strong>l sol, Bessie veía poco, pero <strong>de</strong> noche se quedaba casi<br />

ciega. Los escaparates estaban iluminados, pero Bessie no podía percibir su contenido. Los<br />

transeúntes tropezaban con el<strong>la</strong> y Bessie <strong>la</strong>mentó no ir con bastón. De todos modos, echó a<br />

andar, pegada a los escaparates. Pasó ante una farmacia, una pana<strong>de</strong>ría, una tienda <strong>de</strong> alfombras,<br />

una funeraria, pero no vio ninguna ferretería. Bessie siguió a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte. Sintió que <strong>com</strong>enzaban a<br />

faltarle <strong>la</strong>s fuerzas, pero estaba <strong>de</strong>cidida a no rendirse. ¿Qué <strong>de</strong>be hacer un ciudadano cuando se<br />

le rompe <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve <strong>de</strong> su casa? ¿Morirse? Quizás recurrir a <strong>la</strong> policía... Forzosamente tenía que<br />

haber alguna institución con <strong>com</strong>petencia en semejantes casos. Sí, pero, ¿dón<strong>de</strong>?<br />

Seguramente se había producido un acci<strong>de</strong>nte. Un grupo <strong>de</strong> curiosos se aglomeraba en <strong>la</strong><br />

acera. Los automóviles <strong>de</strong> <strong>la</strong> policía y una ambu<strong>la</strong>ncia bloqueaban <strong>la</strong> calle. Con una<br />

manguera regaban el asfalto, seguramente para limpiarlo <strong>de</strong> sangre. Le pareció que los ojos<br />

<strong>de</strong> los espectadores bril<strong>la</strong>ban animados por una extraña satisfacción. Disfrutan con <strong>la</strong>s<br />

<strong>de</strong>sgracias ajenas, pensó. Es el único consuelo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s gentes <strong>de</strong> esta miserable ciudad. No, a<br />

nadie encontraría dispuesto a ayudar<strong>la</strong>.<br />

Llegó ante una iglesia. Una escalinata <strong>de</strong> muy pocos peldaños llevaba hasta <strong>la</strong> puerta<br />

cerrada, protegida con una reja y cubierta por <strong>la</strong>s sombras. Bessie apenas se tenía en pie. <strong>Las</strong><br />

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