22.04.2013 Views

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

Las estaciones de la imaginación - rodriguezalvarez.com

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

11. EL OSCURO ENTRAMADO DEL DESTINO: PÉRDIDA DE DIRECCIÓN Y FALTA DE CONOCIMIENTO<br />

40<br />

45<br />

50<br />

55<br />

60<br />

65<br />

70<br />

75<br />

80<br />

ministro <strong>de</strong> Educación y <strong>la</strong> señora <strong>de</strong> Ramponneau ruegan al señor y <strong>la</strong> señora<br />

Loisel que les hagan el honor <strong>de</strong> asistir a <strong>la</strong> ve<strong>la</strong>da que tendrá lugar en el Salón <strong>de</strong><br />

Recepciones <strong>de</strong>l Ministerio el lunes 18 <strong>de</strong> enero.”<br />

En vez <strong>de</strong> estar encantada, <strong>com</strong>o esperaba su marido, tiró con <strong>de</strong>specho <strong>la</strong> invitación<br />

sobre <strong>la</strong> mesa, murmurando:<br />

—¿Qué quieres que haga con eso?<br />

—Pero, querida, creí que te gustaría. No sales nunca. ¡Qué mejor ocasión que ésta,<br />

mi vida! Me costó muchísimo conseguir<strong>la</strong>. Todo el mundo quiere una; es muy solicitada,<br />

y apenas dan a los empleados. Verás allí a todos los altos cargos.<br />

El<strong>la</strong> lo miraba con ojos irritados, y <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ró con impaciencia:<br />

—¿Y qué quieres que me ponga encima para ir?<br />

A él ni se le había ocurrido pensarlo. Y balbuceó:<br />

—Pues el vestido con el que vas al teatro. A mí me parece muy bien...<br />

Se calló, estupefacto, confuso, al ver que su mujer lloraba. Dos gran<strong>de</strong>s lágrimas<br />

<strong>de</strong>scendían lentamente <strong>de</strong> los ojos hacia <strong>la</strong> boca. Y tartamu<strong>de</strong>ó:<br />

—¿Qué te pasa?, pero, ¿qué te pasa?<br />

Entonces el<strong>la</strong>, tras dominar su pena con un violento esfuerzo, respondió con voz<br />

sosegada al tiempo que se secaba <strong>la</strong>s húmedas mejil<strong>la</strong>s:<br />

—Nada. Sólo que no tengo qué ponerme, y por tanto no puedo ir a esa fiesta. Dale tu<br />

invitación a cualquier <strong>com</strong>pañero cuya mujer pueda ir mejor arreg<strong>la</strong>da que yo.<br />

Él estaba <strong>de</strong>sconcertado. Pero recapacitó:<br />

—Vamos a ver, Matil<strong>de</strong>. ¿Cuánto costaría un traje <strong>de</strong>cente, que pudiera servirte<br />

también para otras ocasiones, algo muy sencillo?<br />

El<strong>la</strong> caviló unos segundos, echando sus cuentas y pensando también en <strong>la</strong> suma que<br />

podía pedir sin atraerse una negativa inmediata y una estupefacción rotunda <strong>de</strong>l ahorrativo<br />

empleado.<br />

Por fin, dudando respondió:<br />

—No sé exactamente, pero me parece que podría arreg<strong>la</strong>rme con cuatrocientos<br />

francos.<br />

Él pali<strong>de</strong>ció un poco, pues se reservaba exactamente esa suma para <strong>com</strong>prarse una<br />

escopeta y permitirse unas partidas <strong>de</strong> caza, al verano siguiente, en <strong>la</strong> l<strong>la</strong>nura <strong>de</strong><br />

Nanterre, con algunos amigos que salían a tirar a <strong>la</strong>s alondras, por allí, los domingos.<br />

Sin embargo añadió:<br />

—Bueno, vale. Te doy cuatrocientos francos. Pero intenta conseguir un vestido bonito.<br />

El día <strong>de</strong> <strong>la</strong> fiesta se acercaba, y <strong>la</strong> señora Loisel parecía triste, inquieta, ansiosa. Sin<br />

embargo ya tenía su traje. Su marido le <strong>com</strong>entó una noche:<br />

—Pero bueno, ¿qué te pasa? Porque llevas tres días rarísima.<br />

—Me fastidia no tener a<strong>de</strong>rezos, ni siquiera alguna alhaja, nada que colgarme. Así<br />

tendré un aire pobretón. Casi preferiría no ir a esa ve<strong>la</strong>da.<br />

A lo que él <strong>com</strong>entó:<br />

—Ponte flores naturales. Esta temporada se llevan mucho. Por diez francos tendrás<br />

dos o tres rosas magníficas.<br />

El<strong>la</strong> no estaba muy convencida.<br />

—No... no hay nada más humil<strong>la</strong>nte que tener pinta <strong>de</strong> pobre entre mujeres ricas.<br />

173

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!