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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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habían distanciado espantosamente.<br />

–Vera, si no despertara nunca... que Dios no lo permita, pero si fuera así...<br />

seguiremos teniéndonos el uno al otro, ¿no es cierto? Quiero decir...<br />

Ella zafó bruscamente su mano. Las dos de él, que la habían estado<br />

reteniendo suavemente, se quedaron vacías.<br />

–Jamás digas eso. Jamás digas que Johnny no despertará.<br />

–Sólo quise...<br />

–Claro que va a despertar –prosiguió ella, y miró por la ventana en dirección<br />

al campo, donde las sombras continuaban pasando y pasando–. Es el destino<br />

que Dios le ha reservado. Oh, sí. ¿Piensas que no lo sé? Lo sé, créeme. Dios le<br />

reserva grandes portentos a Johnny. Lo he oído interiormente.<br />

–Sí, Vera –asintió él–. Está bien.<br />

Los dedos de ella buscaron a tientas los ejemplares del National Geographic,<br />

los encontraron, y empezaron a hojearlos de nuevo.<br />

–Lo sé –repitió Vera, con tono infantil, petulante.<br />

–Está bien –respondió él parsimoniosamente.<br />

Vera miró las revistas. Herb apoyó el mentón sobre las palmas de las manos<br />

y contempló los juegos de luces y sombras en el campo, y pensó que el invierno<br />

llegaba muy pronto después del dorado y traicionero octubre. Deseó que Johnny<br />

muriera. Había amado al chico desde el principio. Había visto el asombro<br />

reflejado en su carita cuando había llevado una diminuta rana arbórea hasta su<br />

cochecito y había depositado el minúsculo ser viviente en las manos del niño. Le<br />

había enseñado a pescar, o a patinar y a cazar. Había pasado toda la noche<br />

sentado junto a su cama durante un tremendo acceso de gripe en 1951, cuando<br />

la temperatura del niño había subido más allá de los vertiginosos cuarenta y un<br />

grados. Había ocultado sus lágrimas con la mano cuando Johnny se había<br />

ganado el derecho a pronunciar el discurso de bienvenida en la escuela<br />

secundaria y lo había recitado de memoria sin un traspié. Tenía tantos recuerdos<br />

de él... le había enseñado a conducir, había navegado con él en la proa del<br />

Bolero cuando fueron un año de vacaciones a Nova Scotia, y entonces Johnny<br />

tenía ocho años y reía excitado por el rolar de la embarcación... le había

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