08.05.2013 Views

LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

aproximadamente cuatro. El crío usaba un anorak azul con franjas amarillas<br />

brillantes y preguntó si podía hablar por el micrófono.<br />

–No, cariño –respondió la madre, y se sentaron detrás de los hombres.<br />

El niño empezó a patear el banco de adelante, y uno de los individuos miró<br />

por encima del hombro.<br />

–Basta, Tommy –ordenó la mujer.<br />

Ya eran las diez menos cuarto. La puerta se abría y cerraba con regularidad.<br />

Hombres y mujeres de todas las categorías, ocupaciones y edades llenaban la<br />

sala. Flotaba un murmullo de conversación, condimentado con una indefinible<br />

sensación de expectativa. No estaban allí para interrogar a su representante<br />

legítimamente electo. Esperaban que un auténtico astro se presentara en su<br />

pequeña <strong>com</strong>unidad. Johnny sabía que a la mayoría de las reuniones<br />

organizadas con el lema «entreviste-a-su-candidato» y «entreviste-a-surepresentante»<br />

sólo asistía un puñado de adictos en los auditorios casi vacíos.<br />

En las elecciones de 1976, un debate entre Bill Cohen, de Maine, y su<br />

adversario, Leighton Cooney, había atraído a un total de veintiséis personas, sin<br />

contar a los periodistas. Esas tertulias eran simbólicas, y sólo servían <strong>com</strong>o<br />

recordatorio en la siguiente campaña electoral. La mayoría de ellas podrían<br />

haberse celebrado en un cuartucho de medianas dimensiones. Pero a las diez<br />

de la mañana todos los asientos del auditorio municipal estaban ocupados, y en<br />

el fondo había veinte o treinta personas de pie. Cada vez que se abría la puerta,<br />

las manos de Johnny se tensaban sobre el fusil. Y todavía no estaba seguro de<br />

que pudiera hacerlo, fuera lo que fuere lo que se hallaba en juego.<br />

Las diez y cinco, y diez. Johnny empezó a pensar que Stillson se había<br />

retrasado, o que quizá no vendría. Y la sensación que le invadió furtivamente fue<br />

de alivio.<br />

Entonces la puerta se abrió de nuevo y un vozarrón gritó:<br />

–¡Hola! ¿Cómo están, gentes de Jackson, New Hampshire?<br />

Un murmullo <strong>com</strong>placido, de sorpresa. Alguien exclamó extáticamente:<br />

–¡Greg! ¿Cómo estás?<br />

–Pues yo muy bien –replicó Stillson–. ¿Y tú?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!