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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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enseñado a colocar el cebo en el anzuelo y le había dicho: Las lombrices no lo<br />

sienten, Johnny... o por lo menos eso creo. Recordó que su padre le había dicho<br />

muy seriamente: Confío en ti, Johnny. Todos esos recuerdos afluyeron en<br />

avalancha.<br />

Entonces salió al encuentro del frío intenso de la mañana, y sus zapatos<br />

chirriaron en el sendero que la pala había abierto entre la nieve. El aliento<br />

formaba blancos penachos delante de él. La luna se había ocultado pero las<br />

estrellas estaban desperdigadas por el cielo negro <strong>com</strong>o si las hubiera esparcido<br />

un idiota. El alhajero de Dios, siempre decía Vera. Estás viendo el alhajero de<br />

Dios, Johnny.<br />

Avanzó por la Calle Mayor y se detuvo frente a la'pequeña estafeta de<br />

Jackson y sacó torpemente las cartas del bolsillo de su chaqueta. Cartas<br />

dirigidas a su padre, a Sarah, a Sam Weizak, a Bannerman. Depositó el maletín<br />

entre sus pies, alzó la tapa del buzón que se levantaba frente al pulcro edificio<br />

de ladrillo y después de una breve vacilación las deslizó dentro. Oyó el ruido que<br />

hicieron al caer: seguramente eran las primeras cartas que despachaban en<br />

Jackson ese nuevo día, y aquel ruido le produjo la extraña sensación de que<br />

había dado un paso irrevocable. Las cartas habían sido despachadas. Ya no<br />

podía detenerse.<br />

Volvió a coger el maletín y siguió caminando. El único ruido era el chirrido de<br />

sus zapatos sobre la nieve. El gran termómetro montado sobre la puerta del<br />

Granite State Savings Bank marcaba quince grados bajo cero y el aire producía<br />

esa impresión de inercia totalmente silenciosa que es patrimonio exclusivo de<br />

las frías mañanas de New Hampshire. No se movía nada. La calle estaba vacía.<br />

Los parabrisas de los autos aparcados estaban cubiertos por cataratas de<br />

escarcha. Ventanas oscuras, visillos corridos. A Johnny todo eso le pareció,<br />

quién sabe por qué, pavoroso y al mismo tiempo sacrosanto. Combatió esta<br />

sensación. Su empresa no tenía nada de sacrosanta.<br />

Cruzó Jasper Street y se encontró con el Ayuntamiento, que se erguía con<br />

una elegancia blanca y austera detrás de sus bancos cubiertos de nieve titilante.<br />

¿Qué harás si la puerta del frente está cerrada con llave, pillo?

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