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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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–Qué demonios... –murmuró Carrick.<br />

–Pararrayos –explicó el parroquiano viejo, y se rió con una suerte de<br />

cacareo–. Quiere salvar este antro de perdición de la cólera de Dios, Bruce.<br />

Será mejor que le escuches.<br />

Volvió a reír, y el hombre de la chaqueta gris le imitó. Las facciones de Carrick<br />

se ensombrecieron y el vendedor de pararrayos <strong>com</strong>prendió que acababa de<br />

esfumarse cualquier posibilidad que pudiera haber tenido de concretar una<br />

transacción. Era un buen vendedor, suficientemente apto para <strong>com</strong>prender que<br />

a veces se producía una confluencia tan extraña <strong>com</strong>o ésa de personalidad y<br />

circunstancias, la cual desbarataba cualquier posibilidad de materializar una<br />

operación aun antes de que él tuviera oportunidad de enunciar sus argumentos.<br />

Se resignó filosóficamente y de todas maneras se embarcó en su arenga,<br />

empujado sobre todo por la fuerza de la costumbre.<br />

–Al apearme de mi auto, observé que este magnífico establecimiento no se<br />

halla equipado con conductores de rayos... y que está construido de madera.<br />

Pues bien, por un módico precio, y con grandes facilidades de crédito si usted<br />

así lo desea, puedo garantizarle que...<br />

—Que aquí caerá un rayo hoy a las cuatro de la tarde –<strong>com</strong>pletó con una<br />

sonrisa el hombre de la chaqueta gris. El parroquiano viejo volvió a cacarear.<br />

–No lo tome a mal, señor –dijo Carrick–, ¿pero ve eso? –señaló un clavo<br />

dorado hincado en una pequeña placa de madera contigua al televisor, cerca de<br />

la refulgente hilera de botellas. Del clavo colgaba un manojo de papeles–. Todas<br />

esas son facturas. Debo pagarlas antes del día 15 de este mes. Y después las<br />

anoto en tinta roja. ¿Ve cuántos parroquianos beben aquí en este momento?<br />

Debo ser prudente. Debo...<br />

–No le disgustaría –acotó el parroquiano viejo–. Cobraría el seguro y se iría a<br />

Florida. ¿No es así, Bruce?<br />

Carrick miró fastidiado al viejo.<br />

–Bueno, entonces hablemos de seguros –terció el vendedor de pararrayos. El<br />

hombre de la chaqueta gris se había burlado y se había ido–. Las primas de sus<br />

pólizas se reducirán...

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