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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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volvieron a sus maltrechas revistas.<br />

–Sí –contestó Sarah–. La amiga de Johnny.<br />

–Nunca nos escribió que tuviera una amiga –<strong>com</strong>entó la señora Smith con el<br />

mismo tono cortante–. No, nunca.<br />

–Silencio, madre –intervino Herb–. Siéntese, señorita... Bracknell, ha dicho,<br />

¿verdad?<br />

–Sarah –replicó ella, agradecida, y ocupó una silla–. Yo...<br />

–No, nunca –insistió la señora Smith, sin cambiar de tono–. Mi hijo amaba a<br />

Dios, pero es posible que últimamente se haya distanciado un poco. El castigo<br />

de Dios es súbito, ¿entiende? Por eso la apostasía es tan peligrosa. No se sabe<br />

el día ni la hora...<br />

–Silencio –espetó Herb. La gente volvía nuevamente la cabeza. El miró a su<br />

esposa con expresión adusta. Ella a su vez le devolvió una mirada desafiante,<br />

por un momento, pero él no se inmutó. Vera bajó los ojos. Había cerrado la<br />

Biblia pero sus dedos recorrían las páginas, inquietos, <strong>com</strong>o si. anhelaran volver<br />

a la colosal carrera de destrucción de la vida de Job, suficientemente trágica<br />

<strong>com</strong>o para colocar la suya y la de su hijo en una suerte de cruel perspectiva.<br />

–Estuve con él anoche –explicó Sarah, y al oír esto la mujer volvió a mirarla,<br />

acusadora. Entonces Sarah recordó la connotación que tenía en la Biblia el<br />

hecho de estar «con» alguien, y sintió que empezaba a ruborizarse. Esa mujer<br />

parecía poder leerle los pensamientos–. Fuimos a la feria del condado...<br />

–Antros de pecado e iniquidad –sentenció Vera Smith claramente.<br />

–Te diré por última vez que te calles –exclamó Herb hoscamente, y su mano<br />

se cerró sobre una de las de su esposa–. En serio. Ésta parece una buena chica<br />

y no permitiré que la ofendas. ¿Entiendes?<br />

–Antros pecaminosos –repitió Vera tercamente.<br />

–¿Te callarás?<br />

–Suéltame. Quiero leer mi Biblia.<br />

La soltó. Sarah se sintió confundida y ofuscada. Vera abrió la Biblia y reanudó<br />

la lectura, moviendo los labios.<br />

–Vera está muy alterada –murmuró Herb–. Los dos lo estamos. Usted

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