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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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Greg metió la mano en el bolsillo y sacó un encendedor Bic.<br />

–Así que vaya a decirles al jefe de su Gestapo y a mi tío fascista que la<br />

Primera Enmienda de la Constitución norteamericana... –se interrumpió, con los<br />

ojos un poco dilatados–. ¿Qué hace... ? ¡Eh! ¡Eh!<br />

Sin prestarle atención, y por lo menos aparentemente sereno, Greg accionó el<br />

encendedor. La llama de gas del Bic brotó impetuosamente y Greg le prendió<br />

fuego a la camiseta. En verdad, ésta ardió muy bien.<br />

Las patas delanteras de la silla se asentaron bruscamente en el suelo y se<br />

abalanzó en dirección a Greg sin soltar la botella de Pepsi. Su mueca de<br />

<strong>com</strong>placencia se había borrado y la había sustituido una expresión desorbitada<br />

de horror y sorpresa... <strong>com</strong>binada con la ira de un crío consentido que había<br />

hecho lo que se le antojaba durante demasiado tiempo.<br />

Nadie le ha llamado nunca mocoso de mierda, pensó Greg Stillson, y su<br />

jaqueca se intensificó. Oh, tendría que andarse con mucho tiento.<br />

–¡Devuélvame eso! –vociferó el chico. Greg sostenía la camiseta por el cuello,<br />

con dos dedos, listo para dejarla caer cuando irradiara demasiado calor–.<br />

¡Devuélvame eso, cabrón! ¡Es mía! Es...<br />

Greg apoyó la mano en medio del pecho desnudo del chico y empujó con<br />

toda su fuerza... que ciertamente era mucha. El chico voló a través de la<br />

habitación y su cólera se trocó en asombro y –por fin– en lo que Greg<br />

necesitaba ver: miedo.<br />

Dejó caer la camiseta sobre el suelo de baldosas, levantó la Pepsi del chico, y<br />

derramó el resto de su contenido sobre la prenda inflamada. Se oyó un macabro<br />

siseo.<br />

El chico se estaba levantando lentamente, con la espalda apoyada contra la<br />

pared. La mirada de Greg se clavó en la del chico. Los ojos de éste eran<br />

marrones y se hallaban muy, muy dilatados.<br />

–Vamos a llegar a un acuerdo –dijo Greg, y sus palabras le parecieron<br />

lejanas, aisladas detrás de la palpitación enfermiza de su cabeza–. Vamos a<br />

celebrar un pequeño simposio aquí mismo, en esta habitación aislada, para<br />

decidir quién es el cabrón. ¿Comprendes lo que quiero decir? Vamos. a sacar

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