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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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porche y, con una mueca de dolor, utilizó las manos para montarle encima la<br />

pierna izquierda. Hecho lo cual empezó a abrir la correspondencia.<br />

Últimamente había menguado mucho. Durante la primera semana que había<br />

pasado en Pownal, después de su regreso, a veces había recibido hasta dos<br />

docenas de cartas y ocho o nueve paquetes postales por día, la mayoría de ellos<br />

reexpedidos por el EMMC, y otros pocos enviados a Lista de Correos, Pownal<br />

(con diversas grafías: Pownell, Poenul, y en un caso memorable, Poonuts).<br />

La mayoría de los envíos procedían de personas enajenadas que parecían<br />

flotar a la deriva de la vida en busca de cualquier timón. Había niños que le<br />

solicitaban un autógrafo, mujeres que deseaban acostarse con él, hombres y<br />

mujeres que le pedían consejos sentimentales. Algunos le enviaban amuletos.<br />

Otros le enviaban horóscopos. Muchas de las cartas eran de naturaleza<br />

religiosa, y en estas misivas plagadas de errores, generalmente escritas con<br />

trazos grandes y cuidadosos pero apenas distintos de los garabatos de un<br />

alumno espabilado de primer grado, le parecía vislumbrar el fantasma de su<br />

madre.<br />

Era un profeta, le aseguraban estas cartas, que había bajado, a la Tierra para<br />

sacar del desierto al pueblo norteamericano receloso y desilusionado. Era una<br />

señal de que se aproximaban los Últimos Días. Hasta esa fecha, el 16 de<br />

octubre, había recibido ocho ejemplares de The Late Great Planet Earth, de Hal<br />

Lindsey... un libro que seguramente habría contado con la aprobación de su<br />

madre. Le exhortaban a proclamar la divinidad de Cristo y a terminar con las<br />

costumbres disolutas de la juventud.<br />

A estas cartas se contraponía el contingente adverso, que era más reducido<br />

pero igualmente vehemente... aunque por lo general anónimo. Un corresponsal,<br />

que escribía con un lápiz gastado sobre una hoja de papel amarillo, le acusaba<br />

de ser el Anticristo y le exhortaba a suicidarse. Cuatro o cinco corresponsales le<br />

preguntaban qué sensación había experimentado al asesinar a su propia madre.<br />

Muchos le escribían para acusarle de perpetrar una superchería. Un chistoso le<br />

escribió:<br />

«¡PRECOGNICIÓN, TELEPATÍA, MIERDA! ¡CHÚPAME EL PEDAZO,

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