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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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mitin político. Encontró una pequeña instantánea plastificada. La foto mostraba a<br />

una mujer joven, de facciones vulgares, con el cabello recogido bajo un pañuelo<br />

de cabeza. Su sonrisa era radiante y juvenil. Retenía la mano de un niño. Junto<br />

a ella estaba un hombre vestido con el uniforme del ejército polaco.<br />

Johnny apretó la foto entre las manos y cerró los ojos y hubo una oscuridad<br />

fugaz de la que después salió velozmente un carromato... no, un carromato no:<br />

un carruaje fúnebre. Un carruaje fúnebre tirado por caballos. Las lámparas<br />

habían sido amortiguadas con bolsas negras. Claro que era un carruaje fúnebre<br />

porque estaban muriendo por centenares, sí, por millares, no podían <strong>com</strong>petir<br />

con los panzers, con la Wehrmacht, la caballería del siglo XIX contra los tanques<br />

y las ametralladoras, explosiones, alaridos, hombres agonizantes, un caballo<br />

despanzurrado que revolvía desesperadamente los ojos, mostrando la<br />

esclerótica, con un camión volcado detrás de él, y siguen arremetiendo. Weizak<br />

arremete, erguido sobre los estribos, blandiendo el sable bajo la lluvia sesgada<br />

de fines del verano de 1939, seguido por sus hombres, bamboleándose en el<br />

lodo, la torreta artillada del tanque Tiger lo rastrea, le apunta, dispara, y de<br />

pronto su cuerpo desaparece por debajo de la cintura, el sable vuela despedido<br />

de su mano, y camino abajo está Varsovia. El lobo nazi anda suelto por Europa.<br />

–Realmente esto no puede seguir –exclamó Brown, con voz remota y<br />

ofuscada–. Se está excitando demasiado, Johnny.<br />

Las voces llegaban desde muy lejos, desde un corredor del tiempo.<br />

–Ha entrado en una especie de trance –dictaminó Weizak.<br />

Aquí dentro hace calor. Sudaba. Sudaba porque la ciudad está incendiada, la<br />

gente huye por millares, un camión zigzaguea rugiendo por tina calle<br />

adoquinada, y la parte posterior del camión está llena de soldados alemanes que<br />

agitan las manos, tocados con cascos de acero, y ahora la mujer joven no<br />

sonríe, sino que huye, no hay ninguna razón para que huya. El niño ha sido<br />

enviado a un lugar seguro y ahora el camión salta sobre el bordillo, el<br />

guardabarros la embiste, le fractura la cadera y la despide a través de la luna de<br />

un escaparate y caedentro de una relojería y empiezan a sonar campanadas.<br />

Las campanadas de la hora. La hora que marcan las campanadas es...

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