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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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por Sarah que se había reflejado en ellos se disipó. Parecieron oscurecerse<br />

nuevamente, adoptar una fría expresión reflexiva.<br />

Mira esa rueda tal <strong>com</strong>o un niño miraría su colonia particular de hormigas,<br />

pensó Sarah.<br />

–Espera un momento –dijo.<br />

–Está bien –asintió Sarah. Pero en ese momento se sintió mareada, además<br />

de indispuesta. Y de su bajo vientre escapaban unos ruidos sordos que no le<br />

gustaban nada. Por favor, Dios mío, que no sea una diarrea.<br />

Pensó: No se quedará conforme hasta que lo pierda todo de nuevo.<br />

Y luego, con una extraña certidumbre: Pero no lo perderá.<br />

–¿Qué dice, amigo? –preguntó el crupier–. Entra o sale, juega o se va.<br />

–Oro o mierda –exclamó uno de los rústicos, y se oyeron risas nerviosas.<br />

A Sarah le daba vueltas la cabeza.<br />

De pronto Johnny empujó los billetes y las monedas de veinticinco hacia el<br />

ángulo de la mesa.<br />

–¿Qué hace? –inquirió el crupier, realmente pasmado.<br />

–Todo al 19 –dijo Johnny.<br />

Sarah sintió deseos de gemir y se contuvo con un esfuerzo.<br />

La concurrencia exhaló un murmullo.<br />

–No exagere –susurró Steve Bernhardt junto al oído de Johnny. Este no<br />

contestó. Miraba la Rueda con algo semejante a la indiferencia. Sus ojos<br />

parecían casi violetas.<br />

Se oyó un súbito tintineo y Sarah pensó al principio que debía de provenir de<br />

sus propios oídos. Pero entonces vio que los otros jugadores retiraban su dinero<br />

de la mesa, y dejaban a Johnny que apostara solo.<br />

Sintió deseos de gritar: ¡No! Así no, solo no, no es justo...<br />

Se mordió los labios. Tenía miedo de vomitar si abría la boca. Ahora su<br />

estómago estaba muy revuelto. La pila de las ganancias de Johnny se alzaba<br />

aislada bajo las bombillas desnudas. Cincuenta y cuatro dólares, y los números<br />

aislados se pagaban a razón de diez por uno.<br />

El crupier se humedeció los labios.

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