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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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Bueno, ya encontraría la forma de salvar ese escollo si hacía falta. Johnny<br />

miró en torno pero no había nadie que pudiera verle. Si hubiese sido el<br />

presidente quien venía para celebrar una de sus famosas reuniones con el<br />

pueblo, la situación habría sido distinta, desde luego. El local habría estado<br />

bloqueado desde la noche anterior y ya habría habido guardias apostados<br />

dentro. Pero Stillson no era más que un miembro de la Cámara de<br />

Representantes, uno entre más de cuatrocientos, nadie importante. Nadie<br />

importante aún.<br />

Johnny subió por la escalinata y tanteó la puerta. El pomo giró fácilmente y él<br />

entró en el frío vestíbulo y cerró la puerta a sus espaldas. Ya volvía a atacarle la<br />

jaqueca, que palpitaba al <strong>com</strong>pás del sistemático latir de su corazón. Depositó el<br />

maletín en el suelo y se masajeó las sienes con los dedos enguantados.<br />

Se oyó un chirrido apagado, repentino. Se estaba abriendo la puerta del<br />

guardarropas, muy lentamente, y algo blanco cayó de las tinieblas en dirección a<br />

él.<br />

Johnny apenas atinó a contener un alarido. Al principio pensó que era un<br />

cadáver, que se desplomaba fuera de un armario, <strong>com</strong>o en una película de<br />

terror. Pero sólo se trataba de un pesado letrero de cartón en el que se leía:<br />

POR FAVOR PONGA SUS PAPELES EN ORDEN ANTES DE PRESENTARSE<br />

A EXAMEN.<br />

Volvió a colocarlo en su lugar y después giró hacia la puerta .que <strong>com</strong>unicaba<br />

con la escalera.<br />

Ahora la puerta estaba cerrada con llave.<br />

Se agachó para estudiarla mejor bajo el tenue resplandor blanco de la farola,<br />

que se filtraba por la única ventana. Era una cerradura de muelle, y pensó que<br />

tal vez podría abrirla con una percha. Encontró una en el guardarropa y metió el<br />

gancho en la rendija que separaba la puerta del marco. Lo deslizó hacia abajo<br />

hasta llegar al pestillo y empezó a hurgar.<br />

La cabeza ya le palpitaba ferozmente. Por fin oyó el chasquido del pestillo que<br />

se replegaba accionado por la percha. Abrió la puerta. Recogió el maletín y pasó<br />

al otro lado, sin soltar la percha. Cerró la puerta a sus espaldas y oyó el

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