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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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con un empujón. Su voz destilaba cólera y, por debajo de ésta, una terrible<br />

tensión.<br />

–Abre, Henriette. Lo digo en serio. Ahora mismo.<br />

–No puedes hacer esto –exclamó ella–. ¡No vivimos en un estado policial! ¡Te<br />

haré echar de tu puesto! ¡Muéstrame tu orden judicial!<br />

–No, no puedo hacerlo, tienes razón, pero yo voy a hablar con Frank –afirmó<br />

Bannerman, y pasó de largo junto a ella.<br />

Johnny lo siguió, casi sin tener conciencia de sus actos.<br />

Henriette Dodd le lanzó un manotazo. Johnny le cogió la muñeca... y un dolor<br />

atroz se expandió por su cabeza, eclipsando la sorda palpitación de la jaqueca.<br />

Y la mujer también lo sintió. Los dos se miraron durante un momento que<br />

pareció durar una eternidad, con una <strong>com</strong>prensión espantosa, perfecta. Durante<br />

ese momento parecieron fusionados el uno al otro. Después, ella retrocedió, y se<br />

llevó la mano a su busto de arpía.<br />

–Mi corazón... mi corazón... –Hurgó en el bolsillo de su bata y extrajo un tubo<br />

de píldoras. Sus facciones habían adquirido el color de la masa cruda. Le quitó<br />

la tapa al tubo y volcó los minúsculos <strong>com</strong>primidos en el suelo antes de recoger<br />

uno solo en la palma de la mano. Se lo deslizó bajo la lengua. Johnny se quedó<br />

mirándola con una expresión de mudo horror. Sentía la cabeza convertida en<br />

una vejiga hinchada, llena de sangre caliente.<br />

–¿Lo sabía? –susurró.<br />

La boca gorda y arrugada de la mujer se abrió y se cerró, se abrió y se cerró.<br />

No emitió ningún sonido. Era la boca de un pez encallado.<br />

–¿Siempre lo supo?<br />

–¡Usted es un demonio! –le gritó ella—. Es un monstruo.... un diablo... Oh, mi<br />

corazón... oh, me estoy muriendo... creo que me estoy muriendo... llamen al<br />

médico... ¡George Bannerman no subas a despertar a mi bebé!<br />

Johnny la soltó, y mientras se pegaba inconscientemente la mano contra el<br />

abrigo, <strong>com</strong>o si quisiera quitarle una mancha, subió tambaleándose por la<br />

escalera detrás de Bannerman. Fuera, el viento sollozaba en los aleros <strong>com</strong>o un<br />

niño extraviado. Al llegar a la mitad de la escalera miró hacia atrás. Henriette

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