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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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convirtió en una suerte de hobby, aunque necesariamente efímero. Cuando<br />

terminaran las primarias de New Hampshire, las primeras del país, los<br />

candidatos se trasladarían a Florida sin mirar atrás. Y por supuesto unos pocos<br />

de ellos sepultarían sus ambiciones políticas entre Portsmouth y Keene. Johnny,<br />

que nunca había prestado atención a la política –excepto durante el período de<br />

Vietnam– se convirtió en un observador ávido durante su convalecencia,<br />

después del episodio de Casde Rock, y su talento específico, o su maldición, o<br />

lo que fuera, también desempeñó un papel en ello.<br />

Estrechó las manos de Morris Udall y de Henry Jackson. Fred Harris le<br />

palmeó la espalda. Ronald Reagan le dio un rápido y experto apretón de manos<br />

político y le dijo: «Concurra a las urnas y ayúdenos si puede». Johnny asintió<br />

con un ademán <strong>com</strong>placiente, porque no vio la necesidad de desengañar al<br />

señor Reagan informándole que él no era utr auténtico ciudadano de New<br />

Hampshire.<br />

Conversó con Sarge Shriver durante casi quince minutos en la entrada del<br />

monstruoso centro <strong>com</strong>ercial de Newington. Shriver, con el cabello recién<br />

cortado, olía a loción para después de afeitar y quizás a desesperación; iba<br />

escoltado por un solo asistente con los bolsillos rebosantes de panfletos, y un<br />

agente del Servicio Secreto que no paraba de rascarse suavemente su acné.<br />

Shriver pareció inusitadamente <strong>com</strong>placido de que le reconocieran. Un minuto o<br />

dos antes de que Johnny se` despidiera, un aspirante a un cargo local se acercó<br />

a Shriver y le pidió que le firmara los papeles con los que legalizaría su<br />

candidatura. Shriver sonrió afablemente.<br />

Johnny tuvo vislumbres de todos ellos, pero casi nunca de su naturaleza<br />

específica. Era <strong>com</strong>o si hubieran convertido el contacto de manos en algo tan<br />

ritual que su verdadera personalidad había quedado sepultada bajo una dura<br />

capa de plástico transparente. Aunque vio a la mayoría de los candidatos, con<br />

excepción del presidente Ford, Johnny experimentó una sola vez esa sacudida<br />

eléctrica de percepción que asociaba con Eileen Magown y, en condiciones<br />

totalmente distintas, con Frank Dodd.<br />

Eran las siete menos cuarto de la mañana. Johnny había ido a Manchester en

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