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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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hueso que en el trascurso de los años habían sido pulidas por el frote hasta<br />

quedar lisas y añejas <strong>com</strong>o el marfil antiguo. La otra mano entró en acción y<br />

abrió la única hoja del cortaplumas con la increíble delicadeza de la artritis. La<br />

hoja brilló con apática perversidad bajo la luz del salón parroquial de la iglesia:<br />

un arma que había viajado a Francia en 1917 junto con un chico, un chico que<br />

había formado parte de un ejército de chicos resuelto a impedir que los sucios<br />

hunos siguieran ensartando bebés en sus bayonetas y violando monjas, y<br />

resueltos a dar por añadidura una o dos lecciones a los franchutes; y los chicos<br />

habían sido ametrallados, habían pillado la disentería y la gripe mortal, habían<br />

inhalado gas de mostaza y gas fosgeno, habían salido de Belleau Wood con el<br />

talante de esnifadores embrujados que hubieran visto la cara de Satanás en<br />

persona. Y todo eso había resultado inútil y había sido necesario repetirlo de<br />

nuevo.<br />

De alguna parte llegaban los acordes de la música. La gente se reía. La gente<br />

bailaba. Una lámpara de magnesio descerrajó un fogonazo cálido. Muy lejos.<br />

Johnny miraba la hoja desnuda, fascinado, hipnotizado por el reflejo de la luz<br />

sobre su filo aguzado.<br />

–¿Ves esto? –preguntó Markstone en, voz baja.<br />

–Sí –susurró Johnny.<br />

–Lo clavaría en su negro corazón de asesino embustero –sentenció<br />

Markstone–. Lo clavaría hasta donde entrara... y después lo retorcería –hizo<br />

girar lentamente el cortaplumas en su mano, primero en la dirección de las<br />

agujas del reloj, y después en sentido contrario. Sonrió, mostrando unas encías<br />

lisas <strong>com</strong>o las de un bebé y un diente sesgado y amarillo–. Pero antes –añadió–,<br />

untaría la hoja con raticida.<br />

2.<br />

–¿Matar a Hitler? –preguntó Roger Chatsworth, con la respiración<br />

entrecortada. Los dos paleaban nieve en el bosque que se extendía detrás de la<br />

casa de Durham. Reinaba un gran silencio. Estaban a <strong>com</strong>ienzos de marzo,<br />

pero el día era tan uniforme y fríamente silencioso <strong>com</strong>o en pleno enero.

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