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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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viven. Y procuras no pensar que tienes un hijo al que quieres mucho, ni que las<br />

llamadas de esta naturaleza siempre parecen producirse a las dos de la<br />

mañana, ni que de pronto tus pantorrillas se están poniendo rígidas y pesadas<br />

por efecto de la tensión.<br />

Vera había cerrado los ojos y había entrelazado las manos en el centro de su<br />

pecho flaco. Herb trató de controlar la irritación que sentía. Se contuvo para no<br />

decir: «Vera, la Biblia sugiere vehementemente que vayas a hacer eso en un<br />

armario». Esto le haría acreedor a la Dulce Sonrisa de Vera Smith para Maridos<br />

Descreídos y Condenados al Infierno. No creía que pudiera soportar dicha<br />

sonrisa a las dos de la mañana, y para colmo desconectado.<br />

El teléfono emitió otro ruido sordo y otra voz masculina, de más edad,<br />

preguntó:<br />

–¿Señor Smith?<br />

–Sí, ¿quién habla?<br />

–Lamento haberlo hecho esperar, señor. Soy el sargento Meggs de la policía<br />

del estado, destacamento de Orono.<br />

–¿Se trata de mi hijo? ¿Le ha pasado algo a mi hijo?<br />

Inadvertidamente, se sentó en la banqueta del nicho del teléfono. Lo había<br />

vencido la debilidad.<br />

–¿Tiene un hijo llamado John Smith, sin inicial intermedia? –prosiguió el<br />

sargento Meggs.<br />

–¿Está bien? ¿Está sano?<br />

Pisadas en la escalera. Vera estaba junto a él. Durante un momento conservó<br />

un aspecto sereno, y después manoteó el teléfono <strong>com</strong>o una tigresa.<br />

–¿De qué se trata? ¿Qué le ha sucedido a mi Johnny?<br />

Herb le arrancó el auricular, partiéndole una uña. Mientras la miraba<br />

implacablemente, espetó:<br />

–Esto lo manejo yo.<br />

Vera se quedó observándole con sus descoloridos ojos azules y mansos, muy<br />

abiertos sobre la mano que se había llevado a la boca.<br />

–¿Sigue ahí, señor Smith?

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