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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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La puerta tenía echada la llave.<br />

–¿Frank? ¿Estás ahí? –Sacudió el pomo–. ¡Abre, Frank!<br />

No obtuvo respuesta. Bannerman levantó el pie y descargó una patada que<br />

hizo blanco en la puerta justo debajo del pomo. Se oyó un crujido seco que<br />

pareció repercutir en la cabeza de Johnny <strong>com</strong>o el golpe de una plancha de<br />

acero al caer sobre un piso de baldosas.<br />

–Oh, Dios –exclamó Bannerman, con voz embotada, ahogada–. Frank.<br />

Johnny vio por encima de su hombro. Vio demasiado. Frank Dodd<br />

descansaba sobre el asiento bajo del inodoro.<br />

Estaba desnudo con excepción del reluciente impermeable negro, que se<br />

había echado sobre los hombros. La capucha negra del impermeable (capucha<br />

de verdugo, pensó Johnny vagamente) colgaba sobre el depósito del inodoro<br />

<strong>com</strong>o una grotesca vaina vacía. De alguna manera había conseguido degollarse<br />

a sí mismo... algo que Johnny no habría creído posible. Sobre el borde del<br />

lavabo había un estuche de hojas de afeitar Wilkinson. Una hoja solitaria<br />

descansaba en el suelo, desde donde lanzaba destellos malignos. Unas gotas<br />

de sangre le habían manchado el filo. La sangre de la vena yugular y la arteria<br />

carótida seccionadas había saltado en todas las direcciones. En parte se había<br />

acumulado en los pliegues del impermeable que se arrastraba por el suelo.<br />

Había salpicado la cortina de la ducha, adornada con figuras de palitos<br />

andarines que se protegían la cabeza con sendos paraguas. Había salpicado el<br />

cielo raso.<br />

Del cuello de Frank Dodd colgaba mediante un cordel una leyenda trazada<br />

con lápiz de labios: CONFIESO.<br />

El dolor de cabeza de Johnny empezó a trepar a un apogeo siseante e<br />

insoportable. Tanteó con la mano y encontró el marco de la puerta.<br />

Lo supo, pensó coherentemente. Cuando me vio se dio cuenta de alguna<br />

manera. Supo que todo había terminado. Vino a casa e hizo esto.<br />

Unos anillos negros se superponían a su visión, se expandían <strong>com</strong>o ondas<br />

malignas.<br />

»Qué talento te ha conferido Dios, Johnny. (CONFIESO)

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