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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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Dodd estaba sentada en una silla de mimbre: una mole de carne despatarrada,<br />

que resollaba y se sujetaba un pecho des<strong>com</strong>unal con cada mano. Él aún tenía<br />

la impresión de que su cabeza se estaba hinchando y pensó: Muy pronto,<br />

reventará, sencillamente, y ése será el fin. Loado sea Dios.<br />

Una alfombra vieja y raída cubría el suelo del angosto corredor. El<br />

empapelado tenía filigranas. Bannerman golpeaba con el puño una puerta<br />

cerrada. Allí arriba la temperatura era por lo menos diez grados más baja.<br />

–¿Frank? ¡Frank! ¡Soy Bannerman! ¡Despierta, Frank!<br />

No obtuvo respuesta. Bannerman hizo girar el pomo y empujó la puerta,<br />

abriéndola. Su mano había bajado hasta la culata del revólver, aunque no lo<br />

desenfundó. Podría haber sido un error fatal, pero la habitación de Frank Dodd<br />

estaba vacía.<br />

Los dos permanecieron un momento en el umbral, mirando hacia adentro. Era<br />

la habitación de un niño. El empapelado también tenía filigranas y estaba<br />

cubierto de payasos danzarines y caballitos mecedores. Había una sillita de niño<br />

sobre la que descansaba una muñeca de trapo, que los miraba con sus<br />

brillantes ojos inexpresivos. En un rincón descansaba una caja de juguetes. En<br />

el otro había una angosta cama de arce con las sábanas descorridas. De uno de<br />

los postes de la cama colgaba el revólver enfundado de Frank Dodd, que<br />

desentonaba con el entorno.<br />

–Dios mío –susurró Bannerman–. ¿Qué es esto?<br />

–Socorro –clamó la voz de la señora Dodd desde abajo–. Socorro...<br />

–Lo sabía –afirmó Johnny–. Lo supo desde el <strong>com</strong>ienzo, desde que mató a la<br />

señorita Frechette. El se lo confesó. Y ella lo encubrió.<br />

Bannerman salió de la habitación, retrocediendo lentamente, y abrió otra<br />

puerta. Tenía una expresión atónita y dolorida. Era la habitación de huéspedes,<br />

desocupada. Abrió el armario empotrado, que estaba vacío con excepción de<br />

una pulcra bandeja de matarratas D-Con depositada en el suelo. Otra puerta.<br />

Este dormitorio se hallaba in<strong>com</strong>pleto y estaba suficientemente frío <strong>com</strong>o para<br />

que el aliento de Bannerman se condensara en el aire. Miró en torno. Había otra<br />

puerta, en el rellano de la escalera. Se encaminó hacia allí, y Johnny lo siguió.

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