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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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Quién sabe por qué, cuando pensaba en Greg Stillson no podía dejar de<br />

pensar también en Frank Dodd.<br />

Qué ridículo. No podía tener ninguna sensación, buena o mala, respecto de<br />

Greg Stillson, después de haberle visto sólo en la TV.<br />

»¡Apártate de él!<br />

Bueno, tal vez iría y tal vez no. Quizás ese sábado optaría por ir a Boston. Al<br />

cine.<br />

Pero cuando estuvo de vuelta en el pabellón de huéspedes y se hubo<br />

cambiado de ropa, ya se había apoderado de él una abrumadora sensación de<br />

miedo. En cierta manera esta sensación era <strong>com</strong>o una vieja amiga... una de<br />

esas viejas amigas que odiabas en secreto. Sí, el sábado iría a Boston. Sería lo<br />

mejor.<br />

Aunque en los meses siguientes revivió una y otra vez aquella jornada,<br />

Johnny nunca pudo recordar con exactitud cómo ni por qué fue finalmente a<br />

Trimbull. Había partido en otra dirección, con el propósito de ir a Boston y ver a<br />

los Red Sox en Fenway Park, y de seguir viaje después, quizás, hasta<br />

Cambridge, para husmear en las librerías. Si le quedaba suficiente dinero<br />

(cuatrocientos dólares de la gratificación de Chatsworth se los había enviado a<br />

su padre, quien a su vez los había remitido al Eastem Maine Medical... lo cual<br />

equivalía a arrojar una gota de agua al océano) se proponía ir al Orson Welles<br />

Cinema y ver la película The Harder They Come. Un buen programa para ese<br />

día, y un buen día para llevarlo a cabo. Aquel 19 de agosto había amanecido<br />

caluroso y despejado y apacible, la quintaesencia del perfecto día estival de New<br />

England.<br />

Entró en la cocina de la mansión, preparó tres suculentos bocadillos de jamón<br />

y queso para el almuerzo, los metió en una anticuada cesta de mimbre para<br />

picnics que encontró en la alacena, y después de una breve introspección<br />

<strong>com</strong>pletó las provisiones con una caja de seis botes de cerveza Tuborg. En ese<br />

momento se sentía bien, de primera. Ni siquiera había aflorado en su mente el<br />

recuerdo de Greg Stillson o de los jinetes de hierro que formaban su dotación<br />

improvisada de guardaespaldas.

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