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LA ZONA MUERTA - www.moreliain.com

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la calle, estaba a oscuras y tenía las persianas cerradas.<br />

–Es aquí –anunció Bannerman, con voz curiosamente inexpresiva. Se<br />

abrieron paso por el montículo de nieve que el viento había acumulado contra el<br />

porche y subieron la escalera.<br />

14.<br />

La señora Henriette Dodd era una mujer corpulenta, que cargaba el peso<br />

muerto de la carne sobre sus huesos. Johnny nunca había visto una mujer de<br />

apariencia más enfermiza. Su tez tenía un color gris amarillento. Sus manos<br />

atacadas por el eczema parecían cubiertas por las escamas de un reptil. Y en<br />

sus ojos, reducidos a ranuras refulgentes dentro de sus cuencas abotagadas,<br />

había algo que le traía desagradables recuerdos del aspecto que habían tenido<br />

los de su madre cuando era presa de uno de sus accesos de frenesí religioso.<br />

Les había abierto la puerta después de que Bannerman la golpeara con los<br />

nudillos durante casi cinco minutos. Johnny estaba plantado junto a él sobre sus<br />

piernas doloridas, pensando que esa noche no terminaría nunca. Seguiría y<br />

seguiría hasta que la nieve alcanzara suficiente altura para desmoronarse sobre<br />

ellos y sepultarlos a todos.<br />

–¿Qué deseas en medio de la noche, George Bannerman? –preguntó con<br />

tono receloso. Su voz, <strong>com</strong>o la de muchas mujeres gordas, tenía el timbre de un<br />

instrumento de cañas, agudo y zumbador... sonaba un poco <strong>com</strong>o una mosca o<br />

una abeja atrapada dentro de una botella.<br />

–Debo hablar con Frank, Henriette.<br />

–Entonces habla con él por la mañana –respondió Henriette Dodd, y empezó<br />

a cerrarles la puerta en las narices.<br />

Bannerman detuvo el movimiento de la puerta con una mano enguantada.<br />

–Lo siento, Henriette. Tiene que ser ahora.<br />

–¡Bueno, pues no voy a despertarle! –exclamó ella, sin apartarse del hueco<br />

de la puerta–. ¡De todas maneras duerme <strong>com</strong>o un tronco! Algunas noches le<br />

llamo con la campanilla, porque a veces tengo palpitaciones atroces, ¿y crees<br />

que viene? ¡No señor, sigue durmiendo y una mañana al levantarse me

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