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La ciencia, el desarrollo tecnológico y la innovación en Querétaro. Historia, realidad y proyecciones.Pero ni en Tlaxcala ni en Jalapa se encontró disposición clara para donar un terreno a la UNAM, nicondiciones para crear un centro nuevo e independiente capaz de fijar sus propias políticas de desarrolloacadémico a mediano y largo plazos, así como la obtención de un presupuesto que le permitiera tener ymantener su propia planta física y, por ende, un terreno propio. Se exploraron también las ciudades dePuebla y Morelia, e inclusive se recibió una propuesta de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. EnPuebla estaba en funciones el Instituto de Fisiología. En Morelia había investigadores de los Institutosde Astronomía y de Matemáticas, y un grupo del entonces Centro de Ecología. Estas exploraciones sellevaron mucho tiempo y las cosas no avanzaban con la celeridad que a varios nos hubiera gustado. ElCTIC tampoco tenía prisa en desarrollar este proyecto, pues la UNAM estaba inmersa en una dinámicamuy complicada con la preparación del Congreso Universitario --al que se había comprometido paradar fin al conflicto de 1986-87--, y por embates presupuestales.Todo ello dificultaba la decisión de crear un nuevo centro de investigación, el cual demandaríaesfuerzos presupuestales importantes. Finalmente, por aquellas fechas apareció un nuevo“competidor” en escena: un proyecto encabezado por el doctor René Drucker Colín (en ese momentojefe del Departamento de Neurociencias del Instituto de Fisiología Celular), quien le presentó alcoordinador De la Fuente una propuesta para la creación de un Centro de Neurociencias a partir deese mismo Departamento, con la intención de independizarse del Instituto. Y dada la fortalezaacadémica de varios de los grupos que integraban aquel Departamento, y la cercanía del doctorDrucker con el De la Fuente, más el impacto ampliamente difundido sobre sus hallazgos en torno alos transplantes al cerebro y su uso en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson, en variosámbitos (incluido el CTIC) se pensaba que la propuesta emanada de Biomédicas no prosperaría.Hacia finales de 1989 nuevamente se habló de estimular el fortalecimiento académico en BajaCalifornia, pues en Ensenada había crecido un polo de desarrollo de la UNAM donde ya se contabacon un terreno propio y se ubicaban grupos de los Institutos de Astronomía y de Física. Así que, entrenoviembre de 1989 y enero de 1990, dos grupos diferentes de Fisiología viajaron a Ensenada paraconocer las instalaciones del campus, platicar con los investigadores residentes, y considerar laopción de que el nuevo Centro de Neurobiología se ubicara en aquella localidad. Los exploradoresfueron Flavio Mena, Carlos Valverde, José Luis Díaz en un grupo, y León y Sofía Cintra, ManuelSalas y Gonzalo Martínez, en el otro. Las opiniones de los expedicionarios fueron muy variadas yclaramente divididas en dos posiciones. Una de entusiasmo y disposición a moverse a Enseñada,considerando como un aspecto estratégico la cercanía con San Diego y la existencia, allá, deinstituciones de investigación renombradas mundialmente en el área de las neurociencias (como elSalk Institute, en La Jolla, California), además de la posibilidad de conseguir reactivos y equipos concierta facilidad por la proximidad con la frontera. La otra de escepticismo y de reticencia, en vista dela lejanía con el Distrito Federal, en donde una buena parte de los investigadores tenía ya su vidahecha. Esta situación le ponía un ingrediente muy peligroso al proyecto pues, dados los criteriosestablecidos por el CTIC, era necesario preservar la unidad a toda costa.Mientras se evaluaban las distintas opiniones y se trataba de obtener un cierto consenso hacia lapropuesta de Ensenada, apareció una nueva opción que, hasta ese momento, no había sido tomada encuenta: Querétaro. Una opción sugerida por el doctor Jaime Martuscelli a Flavio Mena, mencionándolela importancia de la ciudad, la manera en que se estaba desarrollando, y las posibilidades de encontraruna buena recepción para la propuesta. Flavio le hizo caso y decidió consultar y pedir apoyo al doctorCarlos Alcocer Cuarón, quien había sido maestro en la Facultad de Medicina de varios de losinvestigadores del Departamento de Fisiología, y en aquella época director de la Facultad de Medicinade la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ). El doctor Alcocer, al enterarse del proyecto,extendió una invitación para que los investigadores exploraran esa opción con seriedad, y sumó suentusiasmo y compromiso a la propuesta. Gestor exitoso de varios proyectos en el pasado (creación de312