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re - Ateneo de Madrid

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11<br />

— lis —<br />

Cristo en la Cruz.<br />

• Dios solo, eterno, <strong>re</strong>splan<strong>de</strong>ciente, es el consuelo <strong>de</strong>l alma<br />

y la verda<strong>de</strong>ra ale.íría <strong>de</strong>l corazón.»<br />

KEMIMS.<br />

Cerraron la iglesia, apagaron las luces y una pleamar <strong>de</strong> tinieblas invadió<br />

la vasta nave <strong>de</strong>l templo. En el fondo, dos cirios elevaban su inmóvil llama<br />

pajiza, pugnando con Lis sombras para abrir cerco <strong>de</strong> luz. Los alta<strong>re</strong>s, las pilastras,<br />

las cornisas y florones, se perfilaban en la obscuridad con in<strong>de</strong>cisas<br />

egruras. Y en Li soledad y el silencio <strong>de</strong> aquella hora sacra, sus siluetas evo-<br />

caban la confusa visión <strong>de</strong> una ciudad sumergida é inmóvil por el soplo obscuro<br />

<strong>de</strong> la muerte. En la débil zona clara se erguía, la gran tragedia: «Cristo<br />

en la Cruz».<br />

Jesús, pendiente <strong>de</strong> los brazos, so <strong>de</strong>stacaba sob<strong>re</strong> el ma<strong>de</strong>ro como una imploración<br />

humana. Sob<strong>re</strong> su cuerpo exangüe arrojaba el <strong>re</strong>splandor palpitaciones<br />

<strong>de</strong> agonía, y por las ondulaciones do su cuerpo <strong>de</strong>snudo, sob<strong>re</strong> las estrías<br />

<strong>de</strong> su [techo dislacerado, ponían Ja claridad y las sombras, en lucha, una.<br />

ilusión <strong>de</strong> vida. El cuervo simbólico volaba sob<strong>re</strong> su corona con aleteos <strong>de</strong><br />

estertor. Y los ojos divinos, vueltos á lo alto, se, clavaban agonizantes en los<br />

caminos <strong>de</strong> la eternidad.<br />

.Rechinó una puerta acaso. Un est<strong>re</strong>mecimiento corrió á lo largo do la<br />

nave, <strong>de</strong>svelando el misterio, y las tinieblas se poblaron do fugitivas titilaciones:<br />

la multitud viviente é invisible que puebla la obscuridad asestó sus pupilas<br />

microscópicas contra el rumor impensado. Una mujer so postró ante<br />

el crucifijo. Era una mujer sonada y pe<strong>re</strong>grina, cuyo vago contorno se perdía<br />

en la sombra. Dijérase que un espíritu sup<strong>re</strong>mo mo<strong>de</strong>laba en las olas do aquel<br />

mar <strong>de</strong> tinieblas la llorosa imagen do la Humanidad prosternada.<br />

La oración brotó <strong>de</strong> sus labios fervorosa y rauda, como ave prisionera que<br />

vuela hacia lo alto. Penitente inmóvil, su espíritu atormentado so <strong>de</strong>rramaba<br />

y esparcía en las visiones <strong>de</strong> los sueños <strong>re</strong>ligiosos. Una sensación <strong>de</strong> soledad,<br />

<strong>de</strong> quietud y <strong>de</strong> consuelo, <strong>de</strong>scendía <strong>de</strong> las bóvedas invisibles, <strong>de</strong> los ángulos<br />

sumergidos, y en su corazón se, encendía osa luz bienaventurada y furtiva<br />

que pa<strong>re</strong>ce pronta á <strong>re</strong>velarnos en hora sup<strong>re</strong>ma el sublime misterio <strong>de</strong> la<br />

vida. «En el silencio y el <strong>re</strong>poso, el alma pía <strong>de</strong>scub<strong>re</strong> el oculto sentido <strong>de</strong> las<br />

palabras <strong>de</strong> Dios, allí encuentra las olas <strong>de</strong> lágrimas que la purifican y consuelan.<br />

..»<br />

Ante sus ojos <strong>de</strong>sfiló toda una vida. Su mocedad: afán gozoso <strong>de</strong> algo que<br />

no se <strong>re</strong>lizará nunca. Fue aleg<strong>re</strong> con las alegrías que el mundo envidia. En<br />

sus labios flo<strong>re</strong>cieron las risas, y su espíritu se bañó en las fragancias <strong>de</strong> violetas<br />

y rosas. Como Kuth bíblica, tendió su boca al idilio, y los amo<strong>re</strong>s radiantes<br />

tejieron su túnica <strong>de</strong> virgen. Bebió la embriaguez do los dioses oti copa <strong>de</strong><br />

juventud, y un día, ni temido ni esperado, la copa se quebró...<br />

Su madu<strong>re</strong>z: los años silenciosos é iguales. Quemaba el beso <strong>de</strong>l estío; el

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