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re - Ateneo de Madrid

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— 545 —<br />

los enterrado<strong>re</strong>s sob<strong>re</strong> la abierta fosa, mientras en la comitiva comenzaba la dispersión<br />

<strong>de</strong> los menos obligados, y el capellán, cumplido su <strong>de</strong>ber, se alejaba con paso lento.<br />

— ¡Con cudiao!—gritó Juanillo con ai<strong>re</strong> amenazador á uno <strong>de</strong> sus compañeros al verle<br />

aflojar bruscamente la cuerda, y<br />

—¡Con cudiao!—<strong>re</strong>pitió mirándolo iracundo, al ver chocar el fé<strong>re</strong>tro contra uno <strong>de</strong><br />

los ángulos <strong>de</strong> la zanja.<br />

—Pos no estás tú mu melindroso que digamos—exclamó aquél en tono <strong>de</strong> zumba.<br />

Juanillo cogió sombríamente el azadón, llenólo <strong>de</strong> tierra, y, soltando <strong>de</strong> nuevo, se<br />

alejó algunos pasos.<br />

—Vamos, homb<strong>re</strong>—le dijo uno <strong>de</strong> sus compañeros—, jecha tierra pa que ar<strong>re</strong>matemos<br />

pronto.<br />

Juanillo se hizo el distraído, y cuando ya se hubieron alejado todos, cuando se encontró<br />

á solas, sentóse en un ext<strong>re</strong>mo <strong>de</strong> una losa, posó triste y grave los ojos en la tierra<br />

<strong>re</strong>cientemente apisonada, y<br />

—¡Probé Lola!—exclamó con acento ronco y meditabunda exp<strong>re</strong>sión.<br />

Y al conjuro <strong>de</strong> aquel nomb<strong>re</strong>, <strong>re</strong>cordó aquel día en que vio por primera vez á Lola,<br />

á Lola <strong>de</strong>rramando á puñados la gracia, la juventud y la hermosura. ¡Cuan bien lo<br />

<strong>re</strong>cordaba todo! Era un domingo por la noche; habíase ido adornado con su ropa <strong>de</strong> lujo<br />

al Zazo, no á bailar, sino á tomarse dos copas y á ver bailar a las mejo<strong>re</strong>s hembras <strong>de</strong>l<br />

barrio; cuando llegó estaba aquello que no había dón<strong>de</strong> echar un alfiler; ¡cuántas muje<strong>re</strong>s<br />

lucían allí su garbo, sus crujientes vestidos <strong>de</strong> percal, sus pañuelos <strong>de</strong> vistosos colo<strong>re</strong>s<br />

y su pelo orlado <strong>de</strong> flo<strong>re</strong>s!<br />

El ai<strong>re</strong> que se <strong>re</strong>spiraba allí acalenturaba la sang<strong>re</strong>; él se sintió al <strong>re</strong>spirarlo como<br />

con sed <strong>de</strong> bulla y <strong>de</strong> amoríos y <strong>de</strong> algazara, y se bebió más copas <strong>de</strong> las que se había<br />

propuesto, y <strong>de</strong> pronto fe tropezó con Lola en medio <strong>de</strong> aquella multitud; la vio balancear<br />

voluptuosamente su cuerpo en brazos <strong>de</strong> un homb<strong>re</strong> <strong>de</strong> gallarda apostura al compás<br />

<strong>de</strong> la música.<br />

Recordó lo que sintiera á la vista <strong>de</strong> aquella mujer; <strong>re</strong>cordó sus horas <strong>de</strong> ronda tenaz,<br />

<strong>de</strong> constante asedio al ídolo; las noches que pasara en vela llorando sus <strong>de</strong>sp<strong>re</strong>cios, y<br />

<strong>re</strong>cordó también la frase aquella con que Lola hubo <strong>de</strong> poner fin á sus p<strong>re</strong>tensiones;<br />

aquella palabra que un día le escupiera, sí, que le escupiera; aquella palabra con que<br />

anatematizara su oficio, su honrado oficio, el que he<strong>re</strong>dara <strong>de</strong> su pad<strong>re</strong> y el que él legaría<br />

á su hijo, si alguna vez llegara á tenerlo.<br />

Y <strong>re</strong>cordando aquella época <strong>de</strong> su vida, al pensar que ya estaba á sus pies bajo tierra<br />

la única mujer á quien había querido, sintió que se le hume<strong>de</strong>cían los ojos, y exclamó<br />

con sordo acento, al par que se alejaba cabeceando tristemente:<br />

— ¡Quién le iba á <strong>de</strong>cir que iba á ser yo uno <strong>de</strong> los encargaos <strong>de</strong> echarle tierra encima<br />

<strong>de</strong> su carita mo<strong>re</strong>na!<br />

Arturo Reyes.<br />

(Del libro Del Bulto á la Coracha, páginas 143-149; <strong>Madrid</strong>, 1902.)<br />

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