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re - Ateneo de Madrid

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— 529 -<br />

—¡Ju, ju, y qué <strong>re</strong>bor<strong>de</strong>a se está poniendo la endina!<br />

Dio varias vueltas moviendo el cuerpo, cual si le agobiase extraño escozor, y se fue<br />

á sentar junto á uno <strong>de</strong> los montones <strong>de</strong> mies.<br />

Allí tenía la alforja y la carabina. Poco más lejos, un hermoso mastín dormía tendido<br />

sob<strong>re</strong> las piedras, con la cabeza ent<strong>re</strong> las patas <strong>de</strong>lanteras. Era Sultán, su compañero<br />

<strong>de</strong> vigilancia.<br />

Toñete colocó <strong>de</strong>lante la alforja, extrajo <strong>de</strong> sus ent<strong>re</strong>telas la frugal cena y la hinchada<br />

bota, y en un santiamén dio <strong>re</strong>paro al estómago <strong>de</strong> las pasadas fatigas.<br />

La noche avanzaba; una noche estival, plácida, se<strong>re</strong>na. Toñete, terminada su colación,<br />

se tendió boca arriba sob<strong>re</strong> la blanda y mullida paja, y se puso á contemplar la<br />

bóveda <strong>de</strong>l cielo tachonada <strong>de</strong> est<strong>re</strong>llas y la blanca luna que iluminaba con su luz <strong>de</strong><br />

plata la campiña <strong>de</strong> Ribe<strong>re</strong>ña.<br />

Otros pensamientos muy distantes <strong>de</strong>l espectáculo admirable que le brindaba el<br />

mundo <strong>de</strong> los astros hurgaron bien pronto en la mente <strong>de</strong>l rústico mocetón.<br />

La imagen <strong>de</strong> Águeda se le apa<strong>re</strong>ció <strong>de</strong> nuevo con todos sus atractivos, con sus ojazos<br />

burlones que trastornaban á los homb<strong>re</strong>s que tenían la dicha <strong>de</strong> mirarlos, con aquella<br />

naricilla graciosa, con su talle gentil y garboso. El pob<strong>re</strong> Toñete se <strong>re</strong>volvía en la<br />

paja, agitado por vagas comezones que no sabía explicarse; pero bien pronto cayó en un<br />

aplanamiento enervante. La <strong>re</strong>flexión le hacía <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cielo encantador <strong>de</strong><br />

sus ensueños hasta la más triste <strong>de</strong> las <strong>re</strong>alida<strong>de</strong>s.<br />

La hija <strong>de</strong>l amo era hermosa, hermosa: cada día se pa<strong>re</strong>cía más á los ángeles que él<br />

veía pintados al<strong>re</strong><strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la Virgen en el <strong>re</strong>tablo <strong>de</strong> la iglesia; pero ¿<strong>de</strong> qué le servía<br />

á Toñete que Águeda fuera una criatura adorable, si jamás podía soñar en que llegara<br />

un día á pertenecerle? ¿Cómo le habían <strong>de</strong> dar á él, al zafio jayán, aquella perlica,<br />

digna sólo <strong>de</strong> un emperador <strong>de</strong> las Indias? El no la me<strong>re</strong>cía, y, aunque la me<strong>re</strong>ciera,<br />

bien claro le tenía ella <strong>de</strong>mostrado el poco cariño con que le miraba. ¿Qué digo cariño?<br />

El <strong>de</strong>spego más gran<strong>de</strong>, una <strong>re</strong>pulsión invencible. Si alguna vez se había at<strong>re</strong>vido á<br />

dirigirle cualquier inocente piropo, una mirada <strong>de</strong>sp<strong>re</strong>ciativa y alguna frase ultrajante<br />

lanzada al rostro como un latigazo sirvieron <strong>de</strong> castigo á su osadía.<br />

Esto para el mozo no era caso sorp<strong>re</strong>n<strong>de</strong>nte; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo, la hija no hacía, al tratarle<br />

mal, otra cosa que imitar á su pad<strong>re</strong> y á toda la familia. El había <strong>re</strong>cibido más<br />

patadas que el perro y más golpes que la muía <strong>de</strong> varas, y, á pesar <strong>de</strong> todo, no sabía<br />

por qué, seguía sirviendo en la casa <strong>de</strong>s<strong>de</strong> chiquitín, sin percibir soldada alguna, ni otra<br />

<strong>re</strong>tribución que la comida y la ropa que <strong>de</strong>sechaba el señor Jorge.<br />

Jamás en su vida le había ocurrido <strong>re</strong>flexionar sob<strong>re</strong> estas cosas como aquella noche.<br />

Conforme ahondaba en lo más íntimo <strong>de</strong> su conciencia, agitaba como en lago cenagoso<br />

las negras amarguras que dormían en el fondo, y que acaso hubieran dormido siemp<strong>re</strong><br />

si no viniera á <strong>de</strong>spertarlas un rayo <strong>de</strong> luz que llegaba <strong>de</strong> lo <strong>de</strong>sconocido.<br />

Aquello era una injusticia. El había pasado los mejo<strong>re</strong>s años <strong>de</strong> su vida trabajando<br />

como una bestia para el señor Jorge; el señor Jorge aumentaba su hacienda, y él sólo<br />

cosechaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong>nes y malos tratos. ¡Cuánta razón tenían aquellos que p<strong>re</strong>dicaban en<br />

los metines, y que él había oído cuando bajaba á la ciudad!<br />

Las cosas no podían seguir así. Toñete sintió que le invadía el corazón un odio<br />

mortal contra sus op<strong>re</strong>so<strong>re</strong>s; vio surgir como un fantasma el tétrico espectro <strong>de</strong> la venganza.<br />

Tenía que vengarse, era cosa <strong>de</strong>cidida; ¿qué venganza? ¡Sí, ellos mismos la habían<br />

puesto en sus manos! Pegaría fuego á la mies. ¡Ar<strong>de</strong>ría toda, toda! Cabalmente,<br />

la paja estaba como la yesca con aquel sol rabioso que les había calentado la mollera<br />

durante todo el día. ¡Y que no era nada! ¡Más <strong>de</strong> cien cahíces <strong>de</strong> grano! ¡Rediezla!<br />

Así se las pagarían todas juntas. Después, él huiría; cuando en el pueblo se apercibieran<br />

<strong>de</strong>l caso, ya habría andado muchas leguas; huiría para no volver á aquella tierra<br />

maldita. ¿Cómo podría ver á la Águeda en brazos <strong>de</strong> otro homb<strong>re</strong>? ¿Cómo seguir soportando<br />

sus <strong>de</strong>sp<strong>re</strong>cios?<br />

No sabía Toñete cuánto tiempo llevaba barajando aquella ma<strong>de</strong>ja <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su cabeza.<br />

La noche iba marchando; las constelaciones giraban con su acompasado movimiento;<br />

el canto <strong>de</strong>l gallo se había escuchado por las lejanías. Cuando el mozo se encontraba<br />

en lo más ardoroso <strong>de</strong> sus interio<strong>re</strong>s embates, el fiel Sultán levantó la cabeza<br />

y lanzó un gruñido sordo.<br />

Toñete se incorporó rápidamente, cogió la carabina, y llamó en voz baja al mastín<br />

para que no ladrara:

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