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re - Ateneo de Madrid

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— 319 —<br />

Sur, don<strong>de</strong> no son temibles prohibiciones que, cuando no vienen <strong>de</strong> una potencia militar,<br />

no valen el papel en que se escriben.<br />

II. La segunda Confe<strong>re</strong>ncia <strong>de</strong> La Haya no ha modificado, ni podía modificar, el hecho<br />

<strong>de</strong> que el equilibrio internacional <strong>de</strong>scanse sob<strong>re</strong> la fuerza. La compensación matemática<br />

<strong>de</strong> fuerzas que todo equilibrio supone, pue<strong>de</strong> ar<strong>re</strong>glarse <strong>de</strong> antemano en una máquina;<br />

pero ningún químico social ha conseguido todavía ni el análisis ni la síntesis<br />

<strong>de</strong>finitiva que permita ap<strong>re</strong>ciar los infinitos elementos morales y materiales que se traducen<br />

en el p<strong>re</strong>supuesto <strong>de</strong> guerra <strong>de</strong> un Estalo. Así, pues, los acorazados y los batallones<br />

continúan siendo el exponente <strong>de</strong> la vitalidad <strong>de</strong> cada pueblo, sin que el intento<br />

<strong>de</strong> Inglaterra <strong>de</strong> ponerles un límite convencional haya tenido otra consecuencia que<br />

<strong>de</strong>mostrar que, si alguna vez llega á conseguirse tal <strong>re</strong>sultado, no será,, por cierto, en<br />

una Confe<strong>re</strong>ncia mundial, don<strong>de</strong> el problema se agrava con la heterogeneidad <strong>de</strong> los<br />

facto<strong>re</strong>s, sino por el acuerdo <strong>de</strong> unos cuantos Estados igualmente po<strong>de</strong>rosos, y convencidos<br />

por la lógica abrumadora <strong>de</strong> las finanzas <strong>de</strong> que han alcanzado el límite <strong>de</strong> su<br />

elasticidad económica.<br />

Más fácil era fijar algunos casos <strong>de</strong> arbitraje obligatorio. Aunque esto propósito,<br />

que <strong>de</strong>fendían los Estados Unidos, Inglaterra y Francia, pa<strong>re</strong>cía <strong>de</strong> éxito seguro, en<br />

esta vez, como en la anterior Confe<strong>re</strong>ncia, las susceptibilida<strong>de</strong>s políticas <strong>de</strong> Alemania<br />

han impedido la <strong>de</strong>signación nominal <strong>de</strong> las cuestiones qué <strong>de</strong>berían someterse forzosamente,<br />

y sin <strong>re</strong>servas <strong>de</strong>l honor y los inte<strong>re</strong>ses vitales, á una solución arbitral. Pero<br />

como ir<strong>re</strong>mediablemente esta primera vez <strong>de</strong>bían ser esos casos muy <strong>re</strong>ducidos en número,<br />

pa<strong>re</strong>ce poco sensible un aplazamiento, que podrá <strong>de</strong>spués levantarse en mejo<strong>re</strong>s<br />

condiciones y con <strong>re</strong>sultados más efectivos. En cambio, lo esencial, el principio, ha sido<br />

<strong>de</strong>clarado unánimemente. Esta es una <strong>de</strong>claración que, aunque por sí misma no tenga<br />

gran valor práctico, su importancia es inmensa, por cuanto <strong>re</strong>vela que el arbitraje está<br />

dotado <strong>de</strong> una fuerza expansiva cuya <strong>re</strong>lativa lentitud p<strong>re</strong>cisamente afirma su soli<strong>de</strong>z.<br />

Todos los días aumenta el número <strong>de</strong> convenciones-particula<strong>re</strong>s que lo estatuyen obligatoriamente;<br />

y en cuanto á su forma general, <strong>de</strong> la primera á la segunda Confe<strong>re</strong>ncia<br />

ha dado el paso <strong>de</strong>cisivo <strong>de</strong> ascen<strong>de</strong>r, ó mejor dicho <strong>de</strong> <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r, <strong>de</strong> principio facultativo<br />

y filosófico, á principio obligatorio y diplomático.<br />

Naturalmente, es una ilusión suponer que basta que un día se <strong>re</strong>úna una convención<br />

<strong>de</strong> diplomáticos, para poner término á toda posibilidad <strong>de</strong> guerra. Si la guerra es<br />

consecuencia <strong>de</strong> una serie <strong>de</strong> facto<strong>re</strong>s que abraza <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las razones económicas hasta<br />

las geográficas y políticas, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el sentimiento colectivo <strong>de</strong> los pueblos hasta la idiosincrasia<br />

personal <strong>de</strong> los individuos, es claro que su término sólo pue<strong>de</strong> ser efecto <strong>de</strong><br />

una lenta evolución que suprima ó <strong>de</strong>svíe esas causas. Es suficiente que el arbitraje<br />

contribuya á ese fin, para que sea saludado con aplauso. Sin duda, en el porvenir <strong>re</strong>emplazará<br />

á la guerra; pero no será por su virtud propia, sino cuando las causas que c<strong>re</strong>an<br />

los conflictos sean incompatibles con las soluciones violentas. Generalmente, los inte<strong>re</strong>ses<br />

son susceptibles <strong>de</strong> transacción cuando no los exalta el sentimiento. Y el sentimiento<br />

popular será menos excitable á medida que penet<strong>re</strong> en la conciencia colectiva<br />

la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> una justicia internacional. Pues para ese fin son un medio eficacísimo esas<br />

confe<strong>re</strong>ncias diplomáticas en que la justicia internacional se discute, y esos votos que<br />

<strong>de</strong>claran su imperio un complemento necesario <strong>de</strong> la justicia individual. Por ese camino<br />

lento, pero seguro, prog<strong>re</strong>sa la conciencia colectiva.<br />

¿Quién pue<strong>de</strong> dudar <strong>de</strong> que el odio á la guerra hace prog<strong>re</strong>sos extraordinarios en la<br />

conciencia europea, hasta el punto <strong>de</strong> tomar la forma inmoral y abominable <strong>de</strong>l antipatriotismo,<br />

que ya no se disfraza, sino qtie_ se p<strong>re</strong>senta francamente, lo mismo en los

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