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re - Ateneo de Madrid

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— 178 —<br />

Mas oye: nada importa que furiosa<br />

pises allí sob<strong>re</strong> mi cuerpo helado;<br />

con tu pie diminuto y <strong>de</strong>licado<br />

perfumarás la hierba <strong>de</strong> mi fosa.<br />

¿Sabes lo que me aterra<br />

<strong>de</strong> la muerte y me espanta?<br />

¡No estar á flor <strong>de</strong> tierra<br />

entonces, ¡ay!, para besar tu planta!»<br />

Diego Uribe, <strong>de</strong> quien ahora circula ent<strong>re</strong> algunos intelectuales <strong>de</strong> esta tierra su<br />

p<strong>re</strong>cioso libro Margarita, es uno <strong>de</strong> los poetas más geniales <strong>de</strong>l continente latino. Su<br />

arpa tiene notas <strong>de</strong> un lirismo vibrante y conmovedor, que cautiva y emociona. Es el<br />

árbol joven sacudido por la tormenta, que <strong>de</strong>strozó el nido oculto ent<strong>re</strong> sus ramas. En<br />

las páginas <strong>de</strong> Margarita, obra en que rin<strong>de</strong> culto á la memoria <strong>de</strong> la adorada muerta,<br />

fluye la sang<strong>re</strong> <strong>de</strong> su herida, que gotea ent<strong>re</strong> el ritmo diáfano y cristalino <strong>de</strong> sus estrofas.<br />

Fuera <strong>de</strong> esa honda y rica vena <strong>de</strong> sentimiento, Diego Uribe sabe mirar y sentir el<br />

dolor ajeno. Al estilo <strong>de</strong> Blusset, llora con los eternos infelices, y su corazón, <strong>de</strong>strozado<br />

por la propia <strong>de</strong>sgracia, tiene crispaturas compasivas ante el huérfano abandonado<br />

y ante la niña pob<strong>re</strong> que se consume en una labor incesante, pálida y débil como una<br />

flor enferma, mientras las ojeras <strong>de</strong>l insomnio aletean como golondrinas azules bajo sus<br />

atristados ojos, que pa<strong>re</strong>cen mirar lejanías brumosas don<strong>de</strong> se perdió su post<strong>re</strong>r ensueño.<br />

Así lo vemos en- su poema La costu<strong>re</strong>ra, que tantos encomios le ha me<strong>re</strong>cido al<br />

poeta. Reproducimos el soneto Espejismo y un fragmento <strong>de</strong> La casa <strong>de</strong>sierta, que<br />

figuran en el libro antes citado.<br />

ESPEJISMO<br />

Cuando pienso en el sitio solitario<br />

don<strong>de</strong> pasó el poema <strong>de</strong> mi vida,<br />

hoy rojo con la sang<strong>re</strong> <strong>de</strong> una herida,<br />

y blanco con la albura <strong>de</strong> un sudario;<br />

don<strong>de</strong> la flor meciera el incensario<br />

<strong>de</strong> su corola f<strong>re</strong>sca y encendida,<br />

y Amor, como una hostia ben<strong>de</strong>cida,<br />

hallara en nuestras almas un santuario,<br />

miro que extien<strong>de</strong> la mu<strong>de</strong>z su frío;<br />

la antigua acequia, su sediento cauce,<br />

y la tristeza, su mantón sombrío. .<br />

¡Y don<strong>de</strong> nada el corazón alegra,<br />

bajo los palios <strong>de</strong> ciprés y sauce<br />

pasa la Muerte en su carroza negra!<br />

LA CASA DESIEKTA<br />

¡La casa sola está! La antigua puerta,<br />

al <strong>de</strong>jarme pasar, lanza un quejido,<br />

y el eco que á mi paso se <strong>de</strong>spierta<br />

pa<strong>re</strong>ce que me dice: ¡Ya se han ido!

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