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re - Ateneo de Madrid

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— 493 —<br />

el ai<strong>re</strong> <strong>re</strong>suelto y tranquilo <strong>de</strong> los avezados á tales ejercicios. Sumergióse luego para<br />

salvar la rompiente, y, salvada, nadó mar a<strong>de</strong>ntro con brazo vigoroso, levantándose<br />

sob<strong>re</strong> los anchos lomos <strong>de</strong> las olas que se sucedían. Único nadador en aquella hora, rompía<br />

la monotonía <strong>de</strong> la escena, y, naturalmente, se llevaba la atención <strong>de</strong> cuantos en la<br />

ribera estaban; y él, <strong>de</strong> lleno ent<strong>re</strong>gado al placer <strong>de</strong>l varonil ejercicio, olvidado <strong>de</strong> la<br />

tierra, ocupado únicamente <strong>de</strong>l agua que le sostenía, <strong>de</strong>l cielo que le cobijaba, embebecido<br />

en las caricias y arrullos <strong>de</strong> las brisas que o<strong>re</strong>aban su f<strong>re</strong>nte, <strong>de</strong> la espuma que<br />

serpeaba trémula sob<strong>re</strong> sus hombros, en torno <strong>de</strong> su robusto cuello, t<strong>re</strong>paba á la c<strong>re</strong>sta<br />

<strong>de</strong> las olas, ó se tendía inmóvil encima <strong>de</strong> ellas, ó giraba moviendo anchos <strong>re</strong>molinos,<br />

ó sacando con brío el brazo y alargándole <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sí, hería con la palma abierta y<br />

tendida las aguas; y el ruido seco <strong>de</strong>l azote venía hasta la orilla, alternando con el gemido<br />

<strong>de</strong> las aguas, como alternan, durante la pelea, con el fragor <strong>de</strong> las armas, las calientes<br />

injurias que inspira el enojo y el ¡ay! involuntario que arrancan las heridas.<br />

Produce toda lucha cierta embriaguez, más ciega, más ardiente en el inferior cuando<br />

son <strong>de</strong>siguales los combatientes; embriaguez, no <strong>de</strong> miedo al dolor, <strong>de</strong> miedo <strong>de</strong> ser vencido;<br />

embriaguez que se experimenta, aun cuando no sea mortal el empeño, en toda porfía,<br />

en los juegos más corteses <strong>de</strong> armas y <strong>de</strong> fuerza, y que sin duda llega á su ext<strong>re</strong>mo<br />

<strong>de</strong> energía cuando contien<strong>de</strong>n, <strong>de</strong> una parte, el homb<strong>re</strong>, su espíritu y su <strong>de</strong>nuedo, y <strong>de</strong><br />

la otra una fiera <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>smesurado, <strong>de</strong> instintos misteriosos, en cuya mansedumb<strong>re</strong><br />

no cabe confianza, cuya cólera no pue<strong>de</strong> p<strong>re</strong>verse, y cuyo solo amago basta á <strong>de</strong>struir,<br />

exterminar y hacer <strong>de</strong>sapa<strong>re</strong>cer al homb<strong>re</strong> en un soplo, en una chispa, en un átomo indivisible<br />

<strong>de</strong> tiempo.<br />

Súbitamente oyóse <strong>re</strong>tumbar una bocina, causando p<strong>re</strong>cipitado movimiento ent<strong>re</strong> los<br />

familia<strong>re</strong>s y servido<strong>re</strong>s <strong>de</strong> las casetas. Dos marineros <strong>de</strong> edad provecta, <strong>de</strong>scalzos, con<br />

sendas anclas bordadas en los anchos y <strong>de</strong>smayados cuellos <strong>de</strong> sus camisas azules, pa<strong>re</strong>cieron<br />

en la playa; dando gran<strong>de</strong>s voces poco inteligioles, movían sus brazos á manera<br />

<strong>de</strong> aspas telegráficas. Eran los salvavidas, homb<strong>re</strong>s diputados por el Municipio para<br />

vigilar impru<strong>de</strong>ncias y p<strong>re</strong>venir <strong>de</strong>sgracias. ¿Amagaba alguna? ¿A quién? No seguramente<br />

al nadador, que, absorto en la inefable melancolía <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, más y más embebecido<br />

en su ejercicio, bogaba ya blanda y sosegadamente hacia tierra. Mas apenas afirmaba<br />

el pie en la a<strong>re</strong>na, entró á él uno <strong>de</strong> los salvavidas, señalado en el rostro con la<br />

misma falta que hicieron famosa Filipo <strong>de</strong> Maoedonia, Aníbal <strong>de</strong> Cartago y Sertorio <strong>de</strong><br />

España, y le <strong>de</strong>nostó <strong>de</strong> temerario. Con igual calma que había <strong>re</strong>cibido los rociones <strong>de</strong>l<br />

mar, <strong>re</strong>cibió el bañista la <strong>re</strong>p<strong>re</strong>nsión <strong>de</strong>l veterano, y sin encogerse <strong>de</strong> hombros siquiera,<br />

salió <strong>de</strong>l agua mudo y tranquilo como había entrado.<br />

Ibase diciendo, sin duda, que el cauto marinero entendía <strong>de</strong> singular manera las<br />

obligaciones <strong>de</strong> su profesión, las cuales, en su concepto, no consistían tanto en exponer<br />

la vida propia cuanto en evitar semejante contingencia, apartando con tiempo al prójimo<br />

<strong>de</strong>l más <strong>re</strong>moto riesgo. No imaginaba que iba á ser pasto <strong>de</strong> noveleros y <strong>de</strong>socupados;<br />

que, horas <strong>de</strong>spués, contarían las gentes que « señor forastero había estado á punto <strong>de</strong><br />

ahogarse; y que al amor <strong>de</strong> tan socorrida fábula, y en los ánimos crédulos <strong>de</strong> muchos,<br />

c<strong>re</strong>cería por el momento la nombradla siniestra-<strong>de</strong>l mar, <strong>de</strong> sus abismos y perfidias.<br />

(Del libro Costas y Montañas, páginas 25-37; <strong>Madrid</strong>, 1871.)<br />

«Juan García.*

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