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re - Ateneo de Madrid

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— 303 —<br />

circunstancia al comentario <strong>de</strong> nuestros gran<strong>de</strong>s periódicos. Sin duda, no <strong>re</strong>cordaron<br />

cuándo murió León XIII. Los muertos van <strong>de</strong> prisa. ¿Pero escapó también<br />

á Roma? ¿No tiene, en <strong>re</strong>alidad, el valor <strong>de</strong> oponer conducta á conducta?<br />

Indudablemente que sí. Pío X se levanta f<strong>re</strong>nte á León XIII. Y el espíritu se<br />

<strong>re</strong>siste á <strong>re</strong>gistrar esa coinci<strong>de</strong>ncia sin trazar el paralelo <strong>de</strong> los dos Pontífices.<br />

En su contraste, quienes no consi<strong>de</strong>ran <strong>de</strong>finitivamente acabada la misión <strong>de</strong><br />

la Iglesia católica en el <strong>de</strong>stino humano, tienen mucho que meditar.<br />

El jesuitismo era señor <strong>de</strong>l Vaticano. T<strong>re</strong>s siglos <strong>de</strong> labor incesante habían<br />

acabado por <strong>re</strong>ndir la fortaleza <strong>de</strong> Eoma á la perseverancia <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> San<br />

Ignacio. Después <strong>de</strong> las ansias impetuosísimas <strong>de</strong> dominio temporal, se habían<br />

apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> los Pontífices insaciables apetitos <strong>de</strong> op<strong>re</strong>sión espiritual. No les<br />

bastaba llamarse, «luz <strong>de</strong> las conciencias»; apetecían ser dueños <strong>de</strong> ellas. La<br />

fe no era en sus manos doctrina, sino arma; la salvación eterna no era promesa,<br />

sino p<strong>re</strong>cio; y, combatiendo y comprando, habían terminado por esclavizar<br />

á los débiles y á los venales. Tras <strong>de</strong>l absolutismo temporal, ter<strong>re</strong>no, se erguía<br />

fieramente el absolutismo espiritual, eterno. Des<strong>de</strong>ñaba la Compañía y tenía<br />

en menos un po<strong>de</strong>r humano y, como tal, externo, semejante al instituido por<br />

Julio II, Paulo IV y Sixto V. Necesitaba para <strong>re</strong>alizar sus sueños, no un <strong>re</strong>y,<br />

sino un Dios.<br />

El Pontífice fue elevado en las conciencias á sob<strong>re</strong>humanas alturas, é incluido<br />

ent<strong>re</strong> los dioses. Una <strong>re</strong>unión eclesiástica, sin fórmulas ni <strong>re</strong>quisitos <strong>de</strong><br />

Concilio, hizo <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r sob<strong>re</strong> la f<strong>re</strong>nte y sob<strong>re</strong> los labios <strong>de</strong>l Papa-Rey la infalibilidad,<br />

atributo <strong>de</strong> Dios. Viéronse nuestros dogmas ac<strong>re</strong>centados con uno<br />

nuevo, apoteosis pagana <strong>de</strong> una exaltada adoración. La Iglesia emp<strong>re</strong>ndió rumbos<br />

ir<strong>re</strong>conciliables con los <strong>de</strong>l nuevo tiempo. El señorío teocrático rompía sus<br />

vínculos con el siglo, para ap<strong>re</strong>starse á una lucha mortal en que había <strong>de</strong> pe<strong>re</strong>cer<br />

uno <strong>de</strong> ambos. Cerróse la Iglesia á las artes <strong>re</strong>nacientes, á las ciencias<br />

at<strong>re</strong>vidas, al espíritu audaz <strong>de</strong> la época, y se <strong>re</strong>fugió en sus <strong>re</strong>cuerdos <strong>de</strong> viejas<br />

eda<strong>de</strong>s, como en un <strong>re</strong>cio castillo <strong>de</strong> espesos muros, cerrado al exterior,<br />

don<strong>de</strong> no hallasen eco los rumo<strong>re</strong>s <strong>de</strong>l mundo. El catolicismo <strong>de</strong> la tradición y<br />

la <strong>de</strong>mocracia <strong>de</strong>l p<strong>re</strong>sente se separaron <strong>de</strong>finitivamente. La encíclica Quanta<br />

cura selló el divorcio. El Syllabus lo hizo ir<strong>re</strong>mediable. Pío IX, vencido por una<br />

sugestión, olvidó sus liberales c<strong>re</strong>encias <strong>de</strong> los tiempos en que se llamaba el<br />

car<strong>de</strong>nal Mastai Fer<strong>re</strong>ti. Cuando la Iglesia iniciaba una lucha insensata, la<br />

mano <strong>de</strong> Dios hizo bajar á la tumba aquel Pontífice tan virtuoso como extraviado.<br />

Surgió León XIII.<br />

La política había sido para la g<strong>re</strong>y cristiana manantial <strong>de</strong> terribles <strong>de</strong>sventuras<br />

y formidables <strong>de</strong>smembramientos. Vio el Vicario <strong>de</strong> Cristo quebrantada<br />

su autoridad espiritual, obscu<strong>re</strong>cida la au<strong>re</strong>ola con que el amor <strong>de</strong> los fieles lo

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