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re - Ateneo de Madrid

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— 69 —<br />

Nación en su medula, se acentúa en tiempo <strong>de</strong> Felipe II, que, para asegurar la consolidación<br />

<strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r absoluto, se apoya en la clase <strong>de</strong> los letrados, los clásicos<br />

«golillas», poblando sus Consejos <strong>de</strong> abogados, los cuales, según un contemporáneo, no<br />

tenían más principios <strong>de</strong> gobierno «que los que encontraban en la jurispru<strong>de</strong>ncia romana»,<br />

<strong>re</strong>emplazando con esta turba <strong>de</strong> leguleyos á los que antes los componían, pertenecientes<br />

á los t<strong>re</strong>s estados ó clases sociales.<br />

El trabajo nacional mue<strong>re</strong>, en consecuencia <strong>de</strong> ello, no <strong>de</strong> <strong>re</strong>pente, pero sí en su esencia<br />

misma. La muerte <strong>de</strong>finitiva tendrá lugar en tiempo <strong>de</strong> Carlos II. ¿A qué trabajar,<br />

si el Estado se ha <strong>de</strong> apo<strong>de</strong>rar <strong>de</strong> la riqueza <strong>re</strong>sultado <strong>de</strong> años <strong>de</strong> afanes, para pagar<br />

las guerras <strong>de</strong> Flan<strong>de</strong>s, como hacía Felipe II adueñándose <strong>de</strong>l oro <strong>de</strong> los particula<strong>re</strong>s<br />

que llegaba en las carabelas <strong>de</strong> América? ¿A qué trabajar, si todo el fruto <strong>de</strong><br />

tantos años <strong>de</strong> <strong>de</strong>svelo está á merced <strong>de</strong> un tributo nuevo para sostener las campañas<br />

<strong>de</strong> Francia ó <strong>de</strong> Italia? ¿A qué trabajar, si las leyes económicas <strong>de</strong>l Reino están en manos<br />

<strong>de</strong> banqueros extranjeros que imponen su ley como les place á la nación?<br />

Entonces, toda la obra <strong>de</strong> la España medioeval comienza á <strong>de</strong>shacerse. Al español<br />

trabajador, industrioso, <strong>de</strong> los G<strong>re</strong>mios, suce<strong>de</strong>rá el español aventu<strong>re</strong>ro. A Flan<strong>de</strong>s y<br />

á América irán todos los brazos, especialmente en Castilla, atraídos por el atractivo <strong>de</strong><br />

las riquezas fabulosas, <strong>de</strong>l botín pingüe <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s saqueadas, fomentándose el espíritu<br />

<strong>de</strong> holganza y el <strong>de</strong>sp<strong>re</strong>cio <strong>de</strong>l trabajo característico <strong>de</strong> la Castilla <strong>de</strong>l siglo XVI,<br />

el hidalgo clásico, <strong>de</strong>snaturalización <strong>de</strong>l hidalgo verda<strong>de</strong>ro, <strong>de</strong>generación <strong>de</strong> él, que tiene<br />

<strong>de</strong> él la legítima altivez que da la superioridad moral, sin la superioridad moral que<br />

la da, justificándola. A la conciencia <strong>de</strong> la personalidad <strong>de</strong>l español <strong>de</strong> la Edad Media,<br />

que hace <strong>de</strong> Barcelona y Sevilla los dos más gran<strong>de</strong>s centros <strong>de</strong> contratación <strong>de</strong>l mundo,<br />

<strong>re</strong>emplazará el fatalismo, la indolencia, que lo espora todo <strong>de</strong>l milagro y <strong>de</strong> la suerte<br />

ó el servilismo, la adulación, la bajeza, que busca tan sólo el medro por los únicos<br />

caminos que lo dan.<br />

Los organismos que <strong>re</strong>p<strong>re</strong>sentan la riqueza nacional, como la Mesta, disminuyen <strong>de</strong><br />

día en día en proporciones aterradoras. El déficit <strong>de</strong> la Hacienda pública c<strong>re</strong>ce, en cambio,<br />

en proporciones monstruosas. Para cubrirlo se acu<strong>de</strong> á los «arbitrios», vén<strong>de</strong>nse<br />

por el Estado los Oficios, las Hidalguías, en subasta, sin que esto sirva más que para<br />

agravar el daño, porque no basta y sólo <strong>de</strong>smoraliza.<br />

Entonces comienza la <strong>de</strong>spoblación <strong>de</strong> España, que pier<strong>de</strong> más <strong>de</strong> dos millones <strong>de</strong><br />

habitantes en Castilla en el <strong>re</strong>inado <strong>de</strong> Felipe II. Y España, ó, al menos, toda la Corona<br />

<strong>de</strong> Castilla, se puebla, en cambio, <strong>de</strong> picaros y mendigos, con un aumento <strong>de</strong> frailes y<br />

<strong>de</strong> monjas. Ya las ciuda<strong>de</strong>s ca<strong>re</strong>cen <strong>de</strong> vida propia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que no viven<br />

por sí, siendo toda la nación la propiedad exclusiva <strong>de</strong>l Monarca.<br />

Pei'o no todo es ruina. Sob<strong>re</strong> los <strong>re</strong>stos <strong>de</strong> la España medioeval que se <strong>de</strong>shace, se<br />

alzan triunfantes, como en una apoteosis, el oficinismo y el abogadismo,formas distintas<br />

<strong>de</strong> un mismo espíritu. A la soberanía nacional que se <strong>de</strong>rrumba <strong>re</strong>emplaza la omnipotencia<br />

<strong>de</strong>l papel <strong>de</strong> oficio y la pluma <strong>de</strong> ave, los leguleyos y los covachuelistas, los mismos<br />

<strong>de</strong> hoy, las dos plagas nacionales <strong>de</strong> las que nadie está lib<strong>re</strong> en España, porque<br />

todos los ciudadanos españoles somos, sin excepción, funcionarios y abogados, yo el<br />

primero.<br />

Felipe II no justifica los cargos do la Historia ni por su crueldad, ni por su fanatismo,<br />

ni por su hipoc<strong>re</strong>sía. Estos <strong>de</strong>fectos los tuvieron más que él todos ó casi todos sus<br />

contemporáneos. No son sus inquisido<strong>re</strong>s, como so c<strong>re</strong>o vulgarmente al hablar <strong>de</strong> él, los<br />

causado<strong>re</strong>s <strong>de</strong> la ruina nacional. Hay algo en él jieculiar, característico, único: él entroniza<br />

el expediento en España. En la nación no hay ya más que el Estado, y, en el Es-

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