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re - Ateneo de Madrid

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— 558 —<br />

Pronunciadas estas palabras, y seguido <strong>de</strong> buen número <strong>de</strong> chiquillos, se marchó<br />

cantando con voz <strong>de</strong>sentonada aquellas estrofas inmortales <strong>de</strong>l himno, dignas <strong>de</strong> ser<br />

escritas en mármoles y en bronces:<br />

Espartero le dijo á la Reina:<br />

Reina mía <strong>de</strong> mi corazón,<br />

si no tienes bastante milicia,<br />

forma<strong>re</strong>mos otro batallón;<br />

y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber <strong>re</strong>conocido<br />

el país topográficamente,<br />

Espartero se fue con su gente<br />

á batir á la infame facción.<br />

De buena gana, lector, daría cabida en estas líneas á los muchos lances que sé <strong>de</strong><br />

la vida <strong>de</strong>l Ganso; pero temo que tu paciencia no corra pa<strong>re</strong>ja con mi gusto, y así he<br />

<strong>de</strong> <strong>re</strong>nunciar á ello; pero hay uno que, por haber sido <strong>de</strong> él testigo p<strong>re</strong>sencial, no puedo<br />

<strong>re</strong>sistir á la tentación <strong>de</strong> contártelo, y es el siguiente:<br />

Llegó á la ciudad cierto empleado, el cual, sabiéndose <strong>de</strong> pública voz que era un<br />

pelón madrileño, dábase la importancia <strong>de</strong> un marqués: no andaba mal <strong>de</strong> ropa, gracias<br />

al p<strong>re</strong>stamista que, cuando le concedieron el <strong>de</strong>stino, le anticipó dinero para equiparse<br />

<strong>de</strong> lo más p<strong>re</strong>cise; y en cuanto á la figura, por tenerla fachendosa y <strong>de</strong> buen ai<strong>re</strong>, nada<br />

<strong>de</strong>jaba que <strong>de</strong>sear. Luego que se vio bien vestido, con empleo y en capital <strong>de</strong> provincia,<br />

comenzó á mirar al prójimo por encima <strong>de</strong>l hombro y á hablar á cada instante <strong>de</strong> su<br />

<strong>Madrid</strong>, pon<strong>de</strong>rando las excelencias y <strong>re</strong>galo <strong>de</strong> la corte, como si el hamb<strong>re</strong> que pasó<br />

en ella no le hubiese puesto en aprieto y necesidad <strong>de</strong> abandonarla. Pa<strong>re</strong>cíanle est<strong>re</strong>chas<br />

las calles, antiguas las casas, incultos los habitantes, feas las muje<strong>re</strong>s, ridiculas las<br />

costumb<strong>re</strong>s, y nunca se le caía <strong>de</strong> la boca la palabra cursi (si es que nomb<strong>re</strong> <strong>de</strong> palabra<br />

me<strong>re</strong>ce semejante terminacho), aplicándola á todo aquello en que <strong>re</strong>paraban sus ojos.<br />

Un día que el tal iba por el Cristo <strong>de</strong> la Victoria, viéronle venir dos ciudadanos en<br />

ocasión <strong>de</strong> que el Ganso estaba tomando el sol en la esquina <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> los Guzmanes,<br />

y uno <strong>de</strong> ellos, que sin duda <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> los zumbones y maleantes que abundan<br />

en la tierra, llamó al borracho y le dijo:<br />

—¿Ves aquel que viene por allí?<br />

—¿Quién?—p<strong>re</strong>guntó el Ganso —. ¿Aquel <strong>de</strong>l gabán y la bigornia?<br />

—Pues ése ha dicho que Espartero fue un mandria.<br />

El Ganso ap<strong>re</strong>tó los puños y, sin p<strong>re</strong>guntar más, encaminóse á gran<strong>de</strong>s zancadas al<br />

encuentro <strong>de</strong>l farsantón, y así que llegó á él, cerrándole el paso con el cuerpo, exclamó:<br />

—¡Oiga usté, amigo! Tenemos que hablar.<br />

El caballero qué<strong>de</strong>sele mirando con extrafieza, y, al cabo <strong>de</strong> un instante, le contestó:<br />

—¿Y qué es lo que quie<strong>re</strong> usted? ¿Y quién es usted?<br />

— ¡Yo—<strong>re</strong>puso el Ganso—soy un soldado <strong>de</strong> la liberta, y sepa usté que al primer<br />

ladrón que diga <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí que Espartero fue un mandria, le sorbo los sesos!<br />

Pronto vio el buen señor el pie <strong>de</strong> que cojeaba su contendiente, y cuando no lo hubiese<br />

visto, hnbiéralo olido en los vapo<strong>re</strong>s vinosos en que venían envueltas sus palabras;<br />

por eso, disponiéndose á seguir su camino, murmuró:<br />

—Si las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> este pueblo cumpliesen con su obligación, no tolerarían que<br />

los borrachos anduviesen por las calles.<br />

—El borracho lo será usté, mi amigo—<strong>re</strong>spondió el Ganso con gran sorna—. Yo<br />

no bebo más que lo justo. Bueno... A lo que estamos. Usté me va á hacer el favor <strong>de</strong><br />

dar un viva á Espartero. Conque...<br />

El otro no dio el viva exigido, sino un empujón al Ganso, que, haciéndole per<strong>de</strong>r el<br />

no muy seguro equilibrio, estuvo á punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>rribarle; pero el borracho, <strong>re</strong>poniéndose<br />

con mucha prontitud, gritó:<br />

—¡A la bayoneta!<br />

Y esgrimiendo la tr&Bca á modo <strong>de</strong> fusil, dirigióse al madrileño, quien juzgó pru<strong>de</strong>nte<br />

<strong>re</strong>troce<strong>de</strong>r algunos pasos para libiarse <strong>de</strong> las iras <strong>de</strong> aquel homb<strong>re</strong>; mas como andaba<br />

hacia atrás, no pudo ver una mujerica que con una cesta <strong>de</strong> huevos, en hora menguada,<br />

estaba en la acera junto á la puerta <strong>de</strong> un comercio, y, chocando los dos, ella

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