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re - Ateneo de Madrid

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Castilla<br />

El verano en <strong>Madrid</strong>.<br />

Llegó el verano, ardiente y seco, con esos calo<strong>re</strong>s madrileños en que el ambiente<br />

pa<strong>re</strong>ce abrasado por un sol tropical. En los jardines públicos, los árboles,<br />

ya vestidos <strong>de</strong> hoja <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la primavera, <strong>de</strong>scuellan altivos sob<strong>re</strong> los <strong>re</strong>cuadros<br />

<strong>de</strong> césped; en las a<strong>de</strong>lfas empiezan á <strong>de</strong>spuntar las notas rosadas <strong>de</strong> los<br />

capullos apiñados, y do las ramas <strong>de</strong> las acacias se <strong>de</strong>sp<strong>re</strong>n<strong>de</strong> el olor suave <strong>de</strong><br />

sus flo<strong>re</strong>s amarillentas. Las mangas <strong>de</strong> riego mojan con lluvia artificiosa y<br />

violenta los macizos <strong>de</strong> plantas cargadas <strong>de</strong> gotas que brillan como diamantes<br />

líquidos. En los bancos, las niñeras, los soldados y los viejos buscan la sombra,<br />

mientras los chicos cor<strong>re</strong>n sudorosos por los paseos ena<strong>re</strong>nados, ó cantan en<br />

aleg<strong>re</strong>s corros, como turba <strong>de</strong> gorriones inquietos. Las gentes siguen las aceras<br />

opuestas al sol, andando <strong>de</strong>spacio ó parándose cansadas bajo los toldos <strong>de</strong> las<br />

tiendas, que proyectan manchas <strong>de</strong> sombras <strong>re</strong>ctangula<strong>re</strong>s y negras sob<strong>re</strong> las<br />

losas encharcadas. En las esquinas se instalan los puestos <strong>de</strong> <strong>re</strong>f<strong>re</strong>scos baratos,<br />

con sus vasos adornados <strong>de</strong> limones y sus garrafas hundidas ent<strong>re</strong> nievo.<br />

En las puertas <strong>de</strong> las fruterías, las muje<strong>re</strong>s, hecho ondas y embandolinado el<br />

pelo, esgrimen los mosquiteros <strong>de</strong> tiras <strong>de</strong> naipes, p<strong>re</strong>gonando las rajas <strong>de</strong><br />

melón con sus simientes <strong>de</strong> oro y las sandías rojas esmaltadas por sus pepitas<br />

negras. En los balcones, entornados, con las persianas caídas, se ve, vuelta <strong>de</strong><br />

espaldas á los hierros, alguna que otra muchacha vestida <strong>de</strong> claro, abrumada<br />

por el calor, que da <strong>de</strong> mano la costura para abanicarse, mirando hacia la bocacalle<br />

por don<strong>de</strong> tiene que venir el novio. A largos trochos las calles pa<strong>re</strong>cen<br />

<strong>de</strong>siertas, mudas, sin que las anime el vocerío <strong>de</strong> los ven<strong>de</strong>do<strong>re</strong>s, ni se oiga más<br />

ruido que el tecleo incansable <strong>de</strong> un organillo ó el rodar fatigoso <strong>de</strong> algún<br />

simón <strong>de</strong>svencijado. En el centro <strong>de</strong>l día, la modistilla sale <strong>de</strong>l taller á la hora<br />

<strong>de</strong> la comida, uniéndosele el estudiante que la aguarda en el portal cercano,<br />

mientras ella, al pararse, echa <strong>de</strong> <strong>re</strong>ojo una mirada á los escaparates para verse<br />

como en un espejo: su airoso cuerpo no va ya envuelto en el mantón obscuro<br />

<strong>de</strong> los días <strong>de</strong> invierno, sino vestido <strong>de</strong> telas aleg<strong>re</strong>s, con la falda corta para<br />

lucir el pie, y cercado el rostro por el marco flotante <strong>de</strong>l velo, que á cada paso<br />

se agita jugueteando con los ricillos <strong>de</strong> la f<strong>re</strong>nte. Por las tar<strong>de</strong>s el calor aumenta,<br />

confundiéndose en la atmósfera la ardorosa sequedad <strong>de</strong>l ai<strong>re</strong> y las emanaciones<br />

hiímedas <strong>de</strong>l riego, que se alzan <strong>de</strong>l piso como un vapor sucio y pesado.<br />

Los zócalos <strong>de</strong> las fachadas, los pasamanos <strong>de</strong> las tiendas <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>n fuego, y la<br />

luz sesgada <strong>de</strong> las últimas horas <strong>de</strong>l día <strong>re</strong>verbera en los cristales <strong>de</strong> los edificios<br />

con llamaradas que fingen incendios lejanos y van apagándose poco á poco<br />

cuando se pone el sol. Al anochecer, el ambiente se hace ir<strong>re</strong>sistible", disminuye<br />

la claridad; el polvo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rribos y las obras flota en el ai<strong>re</strong>; aumenta<br />

el trajín; ensor<strong>de</strong>cen los cuidos, y las piedras cal<strong>de</strong>adas <strong>de</strong>vuelven en irradiaciones<br />

sofocantes el ardor que han absorbido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la mañana. Luego empiezan<br />

á surgir <strong>de</strong> ent<strong>re</strong> la obscuridad c<strong>re</strong>ciente las llamas pálidas <strong>de</strong>l gas como<br />

inquietas mariposas <strong>de</strong> oro, y las gentes, encauzándose en hileras negras por<br />

las calles, afluyen á los conciertos y á los paseos, <strong>de</strong> cuyas arboledas se alzan<br />

en confusión tumultuosa risas, palabras, voces y notas sofocadas por ol bullebulle<br />

<strong>de</strong> las conversaciones ó el arrastrar <strong>de</strong> las sillas sob<strong>re</strong> la a<strong>re</strong>na polvorienta.<br />

Dan las doce: la muchedumb<strong>re</strong> se dispersa lentamente, como temiendo<br />

al calor <strong>de</strong> las casas. De allí á poco sólo se perciben en las vías <strong>de</strong>siertas las

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