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re - Ateneo de Madrid

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— 327 —<br />

Hace t<strong>re</strong>s iiioses que, en una cálida mañana en que la ciudad pa<strong>re</strong>cía incendiarse<br />

á los rayos <strong>de</strong>l sol, cerré estas habitaciones familia<strong>re</strong>s, puso las llaves<br />

en un rincón <strong>de</strong> mi gran maleta <strong>de</strong> viaje, y me marché.<br />

Quedaron en la blanca étage<strong>re</strong> los <strong>re</strong>tratos p<strong>re</strong>dilectos.<br />

Y muchas veces, durante mis largos paseos solitarios por las montañas, á<br />

la orilla <strong>de</strong>l mar, me he p<strong>re</strong>guntado con cierta angustia qué harán esos <strong>re</strong>tratos,<br />

osos <strong>re</strong>tratos amados, en la obscuridad do la estancia.<br />

¿So <strong>re</strong>signarán los rostros, en los cuales <strong>de</strong>be haber algunos <strong>de</strong>stellos do<br />

vida, á permanecer allí, con los ojos siemp<strong>re</strong> abiertos en la sombra, adivinando<br />

sólo el día exterior por las líneas <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> las <strong>re</strong>ndijas?<br />

¿O bien, <strong>de</strong>sp<strong>re</strong>ndiéndose silenciosamente <strong>de</strong> la superficie en quo los fijó el<br />

sortilegio <strong>de</strong>l bromuro <strong>de</strong> plata, saldrán afuera á vivir ent<strong>re</strong> las oleadas <strong>de</strong> luz<br />

ó <strong>de</strong> sombra, la vida <strong>de</strong> los fantasmas?<br />

¿Y mis libros, nadie los habrá abierto ni hojeado... Ningunos ojos <strong>de</strong> ultratumba<br />

se habrán posado en ellos?<br />

¿Por ventura, cuando marché, la levo plega<strong>de</strong>ra do marfil no señalaba el<br />

fin <strong>de</strong> este capítulo?<br />

Me acuerdo muy bien <strong>de</strong> haberla puesto ahí, una hora antes do (pao el coche<br />

viniese á llevarme á la estación.<br />

¿Cómo, pues, señala ahora una página más lejana? ¿Quién ha leído durante<br />

mi ausencia, en esta inviolada estancia? ¿Qué ojos siguieron por muchas horas<br />

por encima <strong>de</strong> mi hombro mi lectura, y, cautivados por olla, la han continuado<br />

mientras yo estaba lejos?<br />

Porque yo siento que hay ojos invisibles que por encima do mi hombro<br />

leen cuando yo leo; yo sé <strong>de</strong> ojos que miran lo quo yo escribo, quo en este instante<br />

mismo están mirando lo que escribo, y que, sin embargo, hace mucho<br />

tiempo que se cerraron á la vida...<br />

Casi afirmaría también que mi bien amado sillón, al cual <strong>de</strong>bo tantas horas<br />

<strong>de</strong> <strong>re</strong>poso, no está don<strong>de</strong> lo <strong>de</strong>jé. Lo han llevado hacia la ventana.<br />

En verdad os digo que hay en una habitación corrada adon<strong>de</strong> no ha entrado<br />

nadie, muchas cosas que «no comp<strong>re</strong>n<strong>de</strong> nuestra filosofía».<br />

... Hace t<strong>re</strong>s meses que, en una cálida mañana en que la ciudad pa<strong>re</strong>cía incendiarse<br />

á los rayos <strong>de</strong>l sol, cerré estas habitaciones familia<strong>re</strong>s, puso las llaves<br />

en un rincón <strong>de</strong> mi gran maleta <strong>de</strong> viaje, y me marché.<br />

Vuelvo ahora con las primeras graves melancolías <strong>de</strong>l otoño, y advirtiendo<br />

que durante mi ausencia ha entrado en mi habitación el misterio, p<strong>re</strong>gunto en<br />

vano á los <strong>re</strong>tratos, á los libros, á la cabeza do marfil, al sillón mismo, «algo<br />

que ellos saben», pero que no me dirán jamás.<br />

AMADO ÑERVO.

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