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re - Ateneo de Madrid

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— 21 —<br />

mis golpes. Cegué. Las pa<strong>re</strong><strong>de</strong>s, la habitación, se <strong>de</strong>svanecieron. Forcejeaba<br />

para escapar, envuelto en sombras <strong>re</strong>pentinas. Apenas me daba cuenta <strong>de</strong> que<br />

ora José quien me tundía. Una fuerza terrible, incontrastable, me contenía,<br />

me <strong>de</strong>rrumbaba. Una angustiosa <strong>de</strong>sesperación subió á mi garganta, á mi cabeza<br />

<strong>de</strong>svaída. Sentí el choque <strong>de</strong> la navaja contra mi carne. La saqué <strong>de</strong>l bolsillo,<br />

l>a abrí inconsciente y la clavé en un cuerpo. Soltó...<br />

-• Después...—interrogué implacable, endu<strong>re</strong>cido por la p<strong>re</strong>sión <strong>de</strong>l <strong>re</strong>lato.<br />

— Después, miré hacia mi Francisca. No oía sus gritos. Pensaba en levantarla,<br />

oí socor<strong>re</strong>rla. Quizá estaba herida. Do seguro. Ella, la pob<strong>re</strong>, tan en<strong>de</strong>ble,<br />

tan buena. So abalanzó José contra mí. Me dio porrazos en la cabeza,<br />

y ni o cogió la mano <strong>de</strong> la navaja. Me asaltó un gran miedo. Su mano vigorosa<br />

abría mi mano, me arrancaba mi navaja,; y ésa ora. mi muerte, porque él me<br />

mataría. Me mataría,, sí, estoy seguro. Ap<strong>re</strong>té, ap<strong>re</strong>té, <strong>re</strong>uniendo mis fuerzas,<br />

hasta herirme, hasta cortarme los <strong>de</strong>dos. Vi chor<strong>re</strong>ar mi sang<strong>re</strong>, y yo ap<strong>re</strong>taba<br />

más, sin sentir el dolor, hasta romper la navaja. Defendía yo mi vida. No<br />

tonía arma José, pero tenía sus fuerzas, y mi nava ja podía ser suya. Aflojó un<br />

instante la p<strong>re</strong>sión <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos, y yo herí <strong>de</strong> nuevo para, libertarme también.<br />

José se apartó <strong>de</strong> mí; miró al suelo, inclinado, buscando algo, y se acurrucó<br />

en un rincón. Yo salí; pensaba acudir á los guardias, pedir auxilio para mí,<br />

para José, para todos. ¿Por qué tenía yo sang<strong>re</strong>? ¿Qué, había pasado? Eran<br />

aquellos instantes inciertos, obscuros: ni sabía ni entendía nada; me sentí <strong>de</strong>sfallecer;<br />

hubiera: querido morir... Después supe que era. él el (pie había muerto;<br />

yo el que había matado; yo, no; yo no quería...<br />

Sollozaba,. Todo el. amargor do una, vida sufriente acumulada en un gemido.<br />

La ira pálida esfumada en un muy lejano día anterior, el pánico triunfante<br />

ole la <strong>re</strong>pugnancia al crimen, la inquietud <strong>de</strong> una mañana, <strong>de</strong> expiación, corrían<br />

por aquel alma dolorida; y mi inquisibidad curiosa la exprimían; y el<br />

alma <strong>de</strong>stilaba, una sola gota agria en aquel llanto seco... Sentí comezón <strong>de</strong><br />

hacer una p<strong>re</strong>gunta, impía. Me punzaba, el cruel afán do herir más...<br />

— ¿Acaso vale p<strong>re</strong>gunté inclemente una mujer la pena <strong>de</strong> arrostrar esta<br />

<strong>de</strong>sgracia?<br />

— Me (pieria mucho, señor- contestó soslayando la, réplica—. Aquel, «quería»,<br />

sonando á cosa muerta, <strong>de</strong>l pasado, ora solemne. —«Era» muy buena, «tenía»<br />

mucho talento. Vivíamos juntos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía cinco anos.<br />

\ en tan b<strong>re</strong>ves palabras <strong>re</strong>sumió una historia y una, <strong>de</strong>fensa. Brillaban<br />

furtivamente sus ojos, ahora, inquietos. Pa<strong>re</strong>cía como si <strong>re</strong>pasaran su curso<br />

aquellos cinco años <strong>de</strong> b<strong>re</strong>vedad funesta,, y como si ante su fantasía se irguiera<br />

aquel terminar ensang<strong>re</strong>ntado. Vagaba por su ce<strong>re</strong>bro la ruda imp<strong>re</strong>sión, <strong>de</strong>l<br />

crimen. Veíase, flotar sobro el espíritu <strong>de</strong> aquel <strong>de</strong>sgraciado las tinieblas <strong>de</strong> lo<br />

no comp<strong>re</strong>ndido; advertíase que la soledad interior <strong>de</strong>l anonadamiento en que<br />

yo lo, encontré se había, poblado <strong>de</strong> fantasmas <strong>re</strong>buscado<strong>re</strong>s <strong>de</strong> los harapos <strong>de</strong>,<br />

un carino animalesco no razonado, amparador <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lito con velos <strong>de</strong> una soberana<br />

disculpa,. La incohe<strong>re</strong>ncia, se apo<strong>de</strong>ró do nuevo <strong>de</strong>l pensamiento y do<br />

las palabras <strong>de</strong> Ignacio Lló<strong>re</strong>nte.

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