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re - Ateneo de Madrid

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— 491 —<br />

en juveniles días; ahora, llegando por tierra, y con ánimo <strong>de</strong> hacer posada en su <strong>re</strong>cinto,<br />

of<strong>re</strong>cíame Castro nueva fisonomía, en nada pa<strong>re</strong>cida á mi <strong>re</strong>cuerdo: una tor<strong>re</strong> gótica<br />

sin chapitel levantada al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l agua; espeso caserío, ap<strong>re</strong>tado como un enjamb<strong>re</strong> en<br />

torno <strong>de</strong> ella, y la ancha cinta <strong>de</strong> una car<strong>re</strong>tera que le añuda, y cor<strong>re</strong> á una y otra parte,<br />

siguiendo hacia oriente y ocaso los quebrados contornos <strong>de</strong> la costa.<br />

El fondo, sin embargo, <strong>de</strong>l paisaje no variaba: mar y cielo eran los mismos: azules,<br />

profundos; iguales colo<strong>re</strong>s tenía la tierra: ver<strong>de</strong>s claros ó sombríos, manchados á t<strong>re</strong>chos<br />

por las cenicientas peñas <strong>de</strong> la costa; iguales rumo<strong>re</strong>s volaban por el ai<strong>re</strong>: el ronco<br />

y vago gemido <strong>de</strong> la rompiente, el son lejano <strong>de</strong>l viento en las alturas, y sus trémulos<br />

susurros ent<strong>re</strong> las hojas, con que <strong>re</strong>medaba su inquieto y agudo silbar ent<strong>re</strong> la jarcia.<br />

Nunca pa<strong>re</strong>cen monótonos los horizontes <strong>de</strong> la tierra nativa; nunca fatigan la mirada;<br />

sondéalos instintivamente el alma, y siemp<strong>re</strong> halla en ellos algo que <strong>re</strong>spon<strong>de</strong> á su<br />

sentimiento actual, y según la índole <strong>de</strong> éste, le halaga, le templa ó le gobierna; para<br />

ella su luz no pali<strong>de</strong>ce ni se enturbia, sus términos se mudan con variedad infinita <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong>l perfil que los dibuja, y, blandamente arrastrada por el <strong>de</strong>leite contemplativo, olvídase<br />

á veces <strong>de</strong> la vida que los poblara, como paisajista en cuyos lienzos no apa<strong>re</strong>ce,<br />

ó apa<strong>re</strong>ce con significación escasa, la figura humana.<br />

En cambio, al llegarse adon<strong>de</strong>qxiiera que permanecen vestigios <strong>de</strong> poblado, como<br />

al trabar diálogo con una persona por su nomb<strong>re</strong> sólo <strong>de</strong> antemano conocida, <strong>de</strong>spiértase<br />

en el espíritu <strong>de</strong>seo ardiente <strong>de</strong> penetrar su vida entera, y este objeto único absorbo y<br />

ocupa las faculta<strong>de</strong>s todas <strong>de</strong>l entendimiento.<br />

Guer<strong>re</strong>ras son las memorias más cercanas á nosotros que <strong>re</strong>sucita Castro: sitiada,<br />

<strong>re</strong>ndida y abrasada, fue una <strong>de</strong> las heridas hechas á la Patria española por el hierro y<br />

la tea franceses; y durante la dolorosa guerra d« siete años, como uno <strong>de</strong> tantos escollos<br />

<strong>de</strong> su marina, oía rodar al<strong>re</strong><strong>de</strong>dor suyo el fragor <strong>de</strong> las olas humanas que se chocaban<br />

enemigas, tocada muchas veces por los tiros <strong>de</strong>l combate, sin ser po<strong>de</strong>rosa á hacerle<br />

cesar, ó <strong>de</strong>sembarazarse <strong>de</strong> los tenaces guerrilleros que infestaban sus cercanías.<br />

Todavía conserva, como soldado viejo, <strong>re</strong>liquias <strong>de</strong>l antiguo uniforme; mas ya <strong>de</strong>sceñido<br />

su cíngulo militar, <strong>de</strong> <strong>re</strong>celosa y ceñuda plaza <strong>de</strong> guerra, hase tornado hospitalaria<br />

mansión abierta y franca á todo pasajero.<br />

Iba <strong>de</strong>clinando el sol cuando yo llegaba á hacer prueba personal <strong>de</strong> ello.<br />

Sob<strong>re</strong> un ribazo, á orillas <strong>de</strong> la car<strong>re</strong>tera, ofrécese al viajero la Quinta <strong>de</strong>l Carmen;<br />

blanca, luciente, <strong>de</strong> par en par abiertas sus verjas <strong>de</strong> hierro, síguenso los curvos sen<strong>de</strong>ros<br />

ena<strong>re</strong>nados <strong>de</strong> su jardín, súbesela escalinata <strong>de</strong>l alto peristilo, y á pocas palabras<br />

cambiadas con un veterano comedido y seco que á leguas acusa marcial proce<strong>de</strong>ncia,<br />

se encuentra el pe<strong>re</strong>grino en un cuartito <strong>de</strong> limpio y mo<strong>de</strong>sto adorno, don<strong>de</strong> suelta su<br />

mochila, y se ap<strong>re</strong>sta á <strong>de</strong>scansar en consoladora compañía, abriendo sus ventanas á la<br />

f<strong>re</strong>sca brisa <strong>de</strong>l nor<strong>de</strong>ste, que llama en ellas sacudiendo los cristales.<br />

No hay sol canicular cuyo fuego no templen esas ráfagas consoladoras que o<strong>re</strong>an la<br />

f<strong>re</strong>nte, arrullan el oído, y pa<strong>re</strong>ce que convidar, al espíritu á seguirlas en su fantástico<br />

vuelo, como siguen los ojos el <strong>de</strong> una mariposa, á examinar la <strong>re</strong>gión que habitan, don<strong>de</strong><br />

toman los aromas y el rocío en que bañan y perfuman sus alas.<br />

Ce<strong>de</strong> el viajero al cariñoso impulso, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los balcones <strong>de</strong> su albergue <strong>de</strong>scub<strong>re</strong><br />

vasto paisaje marino. Se ab<strong>re</strong> la costa en seno anchuroso, cuyo centro ocupan la villa<br />

y su playa; cor<strong>re</strong>n al nor<strong>de</strong>ste las quebrantadas tierras vizcaínas; en su obscura mole<br />

cla<strong>re</strong>an la entrada <strong>de</strong> la ría <strong>de</strong> Somorrostro, las casas <strong>de</strong> Algorta, que cuelgan esparcidas<br />

en la pendiente, ó se agrupan al pie <strong>de</strong>l orgulloso faro <strong>de</strong> la Galea, y el a<strong>re</strong>nal <strong>de</strong><br />

Plencia, somero <strong>de</strong>l agua, dilatándose el promontorio hasta morir en cabo Villano, cuyo

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