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re - Ateneo de Madrid

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- 439 —<br />

todavía más cuando me vieron <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r ent<strong>re</strong> ellos. Tuve que <strong>de</strong>jar pasar un rato para<br />

que se aquietaran. Subí luego á la cerca <strong>de</strong>l lote que daba á la calle, y tuve que <strong>re</strong>troce<strong>de</strong>r<br />

violentamente, porque en esos momentos pasaba un se<strong>re</strong>no haciendo su ronda y<br />

examinando las cerraduras <strong>de</strong> las puertas. Cuando se hubo <strong>re</strong>tirado, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un rato<br />

saltó á la calle.»<br />

***<br />

¡Qué contraste ent<strong>re</strong> lo intensamente dramático <strong>de</strong>l episodio y la tranquila sencillez<br />

con que lo narra el protagonista, que en esa aventura jugó la vida <strong>de</strong> cien maneras! La<br />

explicación <strong>de</strong> tal contraste es evi<strong>de</strong>nte: para ese homb<strong>re</strong> extraordinario, el cumplimiento<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber, aun á costa <strong>de</strong> la vida, es cosa llana y trivial. Más todavía: por no darle<br />

importancia al suceso, en su <strong>re</strong>lato omite <strong>de</strong>talles verda<strong>de</strong>ramente asombrosos: se olvidó,<br />

por ejemplo, <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que, ya lib<strong>re</strong> en la calle, pero en peligro inminentísimo <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>scubierto,<br />

<strong>re</strong>ap<strong>re</strong>hendido y fusilado en el acto, tuvo la sang<strong>re</strong> fría inverosímil <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar<br />

á un se<strong>re</strong>no dormido en su puesto.<br />

—No te duermas—le dijo, tocándole en el hombro.<br />

—No, jefe—contestó el guardián, poniéndose en pie.<br />

Este rasgo <strong>de</strong> audacia no fue Tina balandronada inútil, sino que tuvo por objeto <strong>de</strong>apistar<br />

al guardián en caso <strong>de</strong> alarma, pues no era c<strong>re</strong>íble que el prófugo le hubiese<br />

hablado.<br />

Y el peligro era tan serio, que, al día siguiente, el con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Tlium of<strong>re</strong>cía mil pesos<br />

al que ent<strong>re</strong>gase muerto ó vivo al general Díaz. Por su parte, un señor Escamilla, entonces<br />

jefe político <strong>de</strong>l distrito poblano <strong>de</strong> Matamoros, of<strong>re</strong>ció otros mil pesos por la<br />

captura; primas ambas que, felizmente, ninguno pudo ganar. Lo curioso fue que este<br />

perseguidor <strong>de</strong>l general Díaz se tornó más tar<strong>de</strong> en espontáneo y entusiasta partidario<br />

y <strong>de</strong>fensor <strong>de</strong>l plan <strong>de</strong> la noria, con la fuerza <strong>de</strong> caballería que entonces mandaba.<br />

Hizo más el general Díaz: ent<strong>re</strong> la peana <strong>de</strong>l San Vicente <strong>de</strong> piedra y las cuerdas<br />

que le sirvieron para <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r, <strong>de</strong>jó dos cartas <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida: una dirigida al teniente<br />

Schizmandia; la otra, al burlado con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Thum, y que me<strong>re</strong>ce ser conocida. Hela aquí:<br />

«Muy señor mío: El teniente Schizmandia, que tiene una i<strong>de</strong>a justa <strong>de</strong> mi carácter,<br />

supo asegurarme, dándome toda la franqueza que le fue posible, sin tomarse ni la<br />

libertad <strong>de</strong> exigir mi palabra <strong>de</strong> honor, que nunca habría comprometido. Con el señor<br />

Schizmandia sólo tenía la obligación, que tácitamente me impuse, <strong>de</strong> no comprometer su<br />

<strong>re</strong>sponsabilidad, generosa y oficiosamente empeñada á mi favor; nada contraje exp<strong>re</strong>samente<br />

al aceptar esa gracia que tampoco solicité; y, sin embargo, nunca he estado más<br />

afianzado en mi prisión que durante el goce <strong>de</strong> aquélla; pero usted, que no conoce á los<br />

mejicanos sino por apasionados informes, que c<strong>re</strong>e que ent<strong>re</strong> ellos no hay sino homb<strong>re</strong>s<br />

sin honor y sin corazón, y que para conservarlos no hay otros medios que la custodia y<br />

los muros, me ha puesto en absoluta libertad, sustituyendo con estos ineficaces lazos<br />

los muy pesados é indisolubles con que hábilmente el mencionado Schizmandia me había<br />

<strong>re</strong>ducido á la más completa inacción.<br />

»En Papantla y Veracruz tengo prisioneros <strong>de</strong>l cuerpo que usted dignamente manda<br />

y á quienes se da el mejor trato posible. Si usted quie<strong>re</strong> que ar<strong>re</strong>glemos un canje por<br />

otros <strong>de</strong> los míos que aun quedan p<strong>re</strong>sos, man<strong>de</strong> á Papantla un comisionado, y yo le<br />

of<strong>re</strong>zco que quedará contento <strong>de</strong>l éxito. — Porfirio Díaz.-»<br />

Estas dos cartas fueron halladas en palacio por D. Matías Romero, ent<strong>re</strong> los papeles<br />

que <strong>de</strong>jó Maximiliano; por cierto que la carta para el hidalgo teniente austríaco te-

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