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re - Ateneo de Madrid

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— 479 —<br />

Mas, ¿cuándo negará la humana suerte,<br />

aunque p<strong>re</strong>suman celos <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñarte,<br />

guerra á fundirte, orgullo á mantenerte?<br />

El estilo <strong>de</strong> Costas y Montañas, en que abundan los períodos amplios y rozagantes,<br />

interpolados con otros <strong>de</strong> más sencilla estructura, opulentísimo <strong>de</strong> vocabulario, rico <strong>de</strong><br />

luces y <strong>de</strong> nieblas, <strong>de</strong> sonidos estri<strong>de</strong>ntes y <strong>de</strong> sonidos misteriosos y apagados, es un<br />

magnífico alar<strong>de</strong> <strong>de</strong> la riqueza <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as y <strong>de</strong> imágenes que cabe en el mol<strong>de</strong> <strong>de</strong> la sintaxis<br />

castellana cuando tan ingeniosamente se la maneja. No llega todavía á la intachable<br />

pu<strong>re</strong>za <strong>de</strong> Ave Maris Stella; pero tiene más movimiento, más arrogancia, más color<br />

y brío. Marca el punto culminante <strong>de</strong> la literatura y <strong>de</strong> la edad viril <strong>de</strong> su autor. Bien<br />

se conocería, aunque él no lo dijese, que ese libro fue concebido y escrito, no en melancólicas<br />

tar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> otoño, sino «en horas estivas, alto el sol, inundada <strong>de</strong> luz la ribera,<br />

poblado <strong>de</strong> sonidos el ai<strong>re</strong>, risueña la campiña, más risueña la al<strong>de</strong>a».<br />

De la maestría <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>scripciones, que nunca se quedan en la, superficie, sino que<br />

penetran hasta el alma <strong>de</strong> las cosas, sólo citaré un ejemplo, escogiéndole b<strong>re</strong>vísimo: un<br />

himno al agua, que podría servir <strong>de</strong> comentario mo<strong>de</strong>rno al primer verso <strong>de</strong> la primera<br />

Olimpiaca <strong>de</strong> Píndaro:<br />

«Las aguas corrientes no son riqueza sólo: son vida <strong>de</strong>l paisaje. Porque el agua posee<br />

los t<strong>re</strong>s acci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>l vivir: luz, voz y movimiento; luz <strong>re</strong>flejada, como la luz <strong>de</strong> la<br />

pupila; voz ligera y amorosa, soñolienta y grave, como la voz <strong>de</strong> la garganta humana.<br />

No hay soledad don<strong>de</strong> el agua cor<strong>re</strong>; no hay tristeza don<strong>de</strong> el agua mana; no hay <strong>de</strong>sierto<br />

don<strong>de</strong> el agua vive. Fecunda el suelo y <strong>de</strong>spierta el alma, arrulla el dolor, ensancha<br />

la alegría, es compañía y música, medicina y <strong>de</strong>leite; sob<strong>re</strong> sus ondas van blandamente<br />

bañados los pensamientos, os los trae <strong>de</strong> don<strong>de</strong> viene, lleva los vuestros adon<strong>de</strong><br />

va; en ellas se <strong>re</strong>fleja el cielo, y podéis contemplarle sin que os ofenda la viva luz <strong>de</strong>l<br />

sol, cuando ya la f<strong>re</strong>nte se inclina á tierra, ó porque la tierra le atrae, ó porque el peso<br />

<strong>de</strong> los años la dobla.» Así escribía Juan García á cada momento, en cada página.<br />

Cantor <strong>de</strong>l agua en todas sus manifestaciones, fue, sob<strong>re</strong> todo, gran poeta <strong>de</strong> la mar.<br />

Bien pue<strong>de</strong>n aplicarse á su inspiración estos lindos versos <strong>de</strong> Metastasio, que ahora acu<strong>de</strong>n<br />

á mi memoria:<br />

L'onda dal mar divisa<br />

bagna la valle e'l monte:<br />

va passegiera in fiuine,<br />

va prigioniera in fonte:<br />

mormora sempro e geme<br />

finche non torna al mar;<br />

al mar dov'ella nacque,<br />

dove nequistó gli umori,<br />

dove da'lunghi errori<br />

spera di riposar (1).<br />

La onda <strong>de</strong> su ingenio, dividida <strong>de</strong>l mar, podía bañar valles y montes; pero se encontraba<br />

aprisionada en la fuente y en el río, y murmuraba siemp<strong>re</strong> y gemía hasta volver<br />

al mar, don<strong>de</strong> había nacido y don<strong>de</strong> esperaba <strong>re</strong>posar. Había en este culto <strong>de</strong> nuestro<br />

poeta al mar un cierto naturalismo grandioso y confuso, que en varón menos cristiano<br />

hubiera tenido visos <strong>de</strong> idolatría. Él podía <strong>de</strong>cir, como Byron en el sublime apostrofe<br />

final <strong>de</strong> la Pe<strong>re</strong>grinación <strong>de</strong> Child Harold, que siemp<strong>re</strong> había amado al Océano, y<br />

(1) Artaserse, att. III, sec. I.

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