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re - Ateneo de Madrid

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— llí) —<br />

<strong>re</strong>splandor pe<strong>re</strong>grino <strong>de</strong>l ensueño se alejó burlando. La doncella siguió su camino<br />

melancólica, olvidada <strong>de</strong> sus risas. El tiempo la tomó <strong>de</strong> su mano; y en<br />

la ascensión penosa, las zarzas, inclinándose á punzarla, le <strong>de</strong>sciñeron la<br />

túnica do sus amo<strong>re</strong>s y la vesta <strong>de</strong> su candi<strong>de</strong>z. Y sob<strong>re</strong> sus ciarnos <strong>de</strong>snudas<br />

y pecadoras no quedaron ni flo<strong>re</strong>s, ni idilios, ni ensueños...<br />

Su vejez: cuanto sus manos cogieron fue niebla. Des<strong>de</strong> la cumb<strong>re</strong> vio á un<br />

lado su camino trazado sob<strong>re</strong> un erial; y al otro, la pendiente implacable y el<br />

hoyo obscuro v sin fondo en que se abisman <strong>de</strong>spenadas las generaciones. Los<br />

<strong>de</strong>seos cerraron su cáliz; la esperanza ter<strong>re</strong>na se fue <strong>de</strong> mano con la ilusión al<br />

encuentro <strong>de</strong> otros <strong>re</strong>cién llegados; ambas volvían el rostro á la triste vejez,<br />

aterida en la cumb<strong>re</strong>, y <strong>re</strong>ían, sin misericordia...<br />

Miró en torno, y vio la inmensidad <strong>de</strong>l tiempo solitaria. El jardín do la<br />

vida., un yermo. La sucesión <strong>de</strong> los días se había borrado. Y no eran sino una<br />

extensión ped<strong>re</strong>gosa, en cuya soledad se abrían <strong>de</strong> t<strong>re</strong>cho en t<strong>re</strong>cho los brazos<br />

<strong>de</strong> una cruz... Eran las estaciones <strong>de</strong> su calvario... Cada cruz una tumba,<br />

y cada tumba un dolor... Aquí sus pad<strong>re</strong>s, que sepultaron en la tierra los<br />

post<strong>re</strong>ros <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> la infancia gentil, eslabones rotos dcfi.nitivam.onte en la<br />

ca<strong>de</strong>na universal... Allí, sus amo<strong>re</strong>s. Más arriba, un hijo. Después, su generación.<br />

Los últimos compañeros <strong>de</strong> la vida so <strong>de</strong>spenaban silenciosos y <strong>re</strong>pontinos<br />

en la sima arcana. Y acongojó su espíritu la visión <strong>de</strong> la trágica matanza<br />

do los se<strong>re</strong>s, implacable, eterna...<br />

Un gemido surcó las tinieblas <strong>de</strong>l templo; un gemido temeroso y extraño<br />

que nacía en la penitente, y se dilataba por las arcadas, y besaba los alia<strong>re</strong>s,<br />

y <strong>re</strong>sonaba <strong>de</strong>sgarrador y apagado en débiles ecos, como si las generaciones<br />

dormidas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong> los tiempos lanzaran su <strong>re</strong>moto suspiro v sollozasen<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el polvo. Los cirios parpa<strong>de</strong>aban tenues, y sus sombras escla<strong>re</strong>cían<br />

los ojos do Cristo con fugitivos fulgo<strong>re</strong>s, l'n rayo <strong>de</strong> luz pálida y<br />

dulce se filtraba por el rosetón <strong>de</strong>l c:>ro, y <strong>de</strong>slizándose ent<strong>re</strong> las sombras, venía<br />

á posarse sob<strong>re</strong> la cabeza indinada do la soñadora penitente.<br />

La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la muerte universal la asaltó. Los días cortan la vida en. pedacitos<br />

iguales. Cuando luce el. sol, es un pedazo do nuestra, vida que ar<strong>de</strong>. Y su<br />

fuego y su luz es el incendio en que se queman trozos <strong>de</strong> las vidas <strong>de</strong> nuestras<br />

ainadas, <strong>de</strong> nuestros lujos, <strong>de</strong> nuestros hermanos, do los homb<strong>re</strong>s, do los se<strong>re</strong>s<br />

<strong>de</strong> los mundos todos... Y los años y los siglos consumirán la vida <strong>de</strong> todos...<br />

«El homb<strong>re</strong> es hoy y <strong>de</strong>sapa<strong>re</strong>ce mañana.; y cuando no está ante los ojos, se<br />

<strong>de</strong>svanece pronto su espíritu.» Todos los cuerpos que hemos amado, todos los<br />

cuerpos que amamos, el nuestro propio, caerán en la pod<strong>re</strong>dumb<strong>re</strong> don<strong>de</strong> anida<br />

el gran semillero <strong>de</strong> los se<strong>re</strong>s... Y nuestro <strong>re</strong>cuerdo será borrado. Y el genio<br />

c<strong>re</strong>ador lanzará otros homb<strong>re</strong>s pa<strong>re</strong>cidos á nosotros, movidos por idénticos<br />

afanes, sintiendo iguales ansias, cariños hermanos. Poro los nuestros no serán,<br />

más... Y cuantos se<strong>re</strong>s nos acompañaron en la vida emp<strong>re</strong>n<strong>de</strong>rán en la muerte<br />

su ruta hacia lo infinito, que no se cruzará con la nuestra nunca...<br />

Por el alma <strong>de</strong> la mujer postrada pasó un soplo helado que est<strong>re</strong>meció su<br />

corazón súbitamente...

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