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MANUAL_DE_DERECHO_CONSTITUCIONAL_-_Dr._I

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Otra teoría niega que la relación entre el electorado y los diputados, con la

asamblea, sea una representación. No se niega que la democracia representativa

sea una democracia. Es más se estima como necesaria en los países grandes. La

idea central consiste en afirmar que el parlamento no es la representación política

del pueblo, sino un órgano del Estado, cuya integración resulta de una elección de

los ciudadanos. La negación de que exista una representación del pueblo se funda

en dos razones: la relación orgánica que une la asamblea al Estado es completamente

distinta a la relación de representación y no es concebible que un órgano

sea al mismo tiempo órgano del Estado y de representación del pueblo; esta relación

órganica es además esencial (a diferencia de la relación de representación) y

no se ve reflejada en la relación del elector con su diputado; no existe mandato

imperativo y los actos del representante no son imputados al elector (como si fueran

celebradas por éste y sus efectos asumidos en lo favorable o perjudicial).

Según Kelsen, para ser demócrata y conservar la democracia, no es necesario

afirmar que el parlamento es la representación política del pueblo. Hablar de

representación es absurdo y además malo. Esto último porque en la relación elector-diputado

no existe representación y puede pensarse que basta un parlamento

para que exista democracia, todo lo cual da pie para que los enemigos de la democracia

puedan combatir el sistema democrático.

Para algunos observadores la aparición de los partidos políticos, tal como los

conocemos actualmente, más concretamente con la aparición de los partidos de

masas de fines del siglo XIX, se terminó la teoría de la representación. En el terreno

práctico la relación representativa elector-diputado no funciona: el diputado recibe

instrucciones del partido y prácticamente está sometido a un mandato imperativo;

los parlamentarios no son absolutamente libres por estar sujetos a la disciplina

del partido o fracción; la discusión parlamentaria no sirve para persuadir y conquistar

el voto del adversario, el cual ya lo lleva predeterminado, etc. No niegan

que el parlamento del Estado liberal del siglo pasado fuera la representación política

del pueblo.

Ante tal discordancia entre la teoría y la realidad, surgen dos posiciones: los

que niegan que exista tal discordancia y los que propugnan corregirla. Los primeros

sostienen que es exagerada tal afirmación, pues los diputados siguen siendo

libres, en su actuación parlamentarias; los segundos creen que es posible corregir

los errores y volver a una democracia representativa igual a la que funcionaba en

el siglo pasado.

Además no faltan los esfuerzos por mantener la teoría de la representación

pero modificada, partiendo de la realidad actual y no negándola. No ven inconvenientes

considerar como representantes a los grupos parlamentarios, libres y no

comprometidos al mandato jurídico de sus electores, pero quienes esperan que

cumplan disciplinadamente con los programas de su partido.

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