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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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eino para que aprendieran la lengua española y la fe cristiana. A<strong>de</strong>más, <strong>de</strong>cía Colón,<br />

capturando y <strong>de</strong>sterrando a esos indios caníbales se ganaba la simpatía <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más<br />

indios, que veían en los españoles una fuerza benefactora. Pero el hecho es que el<br />

Almirante tenía a<strong>de</strong>más otros propósitos, pues en las mismas instrucciones proponía que<br />

se pagaran con esclavos indios las mercancías que los expedicionarios necesitaban. La<br />

respuesta real fue ambigua, pues al tiempo que se aceptaron los indios que Colón enviaba<br />

se le instaba a procurar la conversión <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> la región sin uso <strong>de</strong> violencia ni<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>stierro.<br />

Mientras tanto, en la nueva colonia las cosas no marchaban bien. Antes <strong>de</strong> la salida<br />

<strong>de</strong>l contingente que iría a España, muchos trataron <strong>de</strong> <strong>de</strong>sertar y partir con él. Tras<br />

castigar severamente a los rebel<strong>de</strong>s, Colón envió una pequeña columna a la región que<br />

los indios llamaban “Cibao”, pensando que quizá ese nombre indicaría que se trataba <strong>de</strong><br />

Cipango, el nombre que entonces se le daba al Japón. Cuando los enviados regresaron<br />

con algún oro, y con noticias <strong>de</strong> haber sido bien recibidos por los indios, Colón marchó<br />

hacia el Cibao con una fuerza mayor. Pero en esa segunda ocasión los indios huyeron,<br />

quizá atemorizados por el aparato bélico <strong>de</strong> los españoles. En el Cibao, el Almirante<br />

construyó una fortaleza a la que llamó Santo Tomás, porque los incrédulos que no creían<br />

que había oro quedaban refutados.<br />

Empero los indios no estaban dispuestos a permitir que los españoles marcharan<br />

impunes por sus tierras y cometieran con ellos los abusos que cada vez se hacian más<br />

frecuentes. El cacique Caonabo, a quien se acusaba <strong>de</strong> haber organizado el ataque al<br />

fuerte Natividad, se unió a otros jefes para marchar contra Santo Tomás. Ante tales<br />

noticias, Colón mandó una fuerza <strong>de</strong> varios centenares <strong>de</strong> hombres a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la<br />

fortaleza, con instrucciones <strong>de</strong> aplicarles castigos severos a los indios rebel<strong>de</strong>s,<br />

cortándoles las orejas y las narices. El jefe <strong>de</strong> esa expedición no vaciló a aplicar tales<br />

instrucciones con implacable crueldad. Por ejemplo, cuando un indio robó las ropas <strong>de</strong> un<br />

español toda su al<strong>de</strong>a fue tomada, y al cacique se le cortaron las orejas.<br />

En el entretanto, no hay noticias <strong>de</strong> que los supuestos misioneros hicieran gran cosa<br />

en pro <strong>de</strong> la conversión <strong>de</strong> los indios. El principal <strong>de</strong> ellos, Boil, parece haber estado más<br />

interesado en su propio po<strong>de</strong>r que en su labor misionera. Esto llegó a tal punto que,<br />

mientras Colón estaba ausente en una expedición a Cuba, Boil se unió a un grupo <strong>de</strong><br />

rebel<strong>de</strong>s que rechazaron la autoridad <strong>de</strong> Diego Colón, se adueñaron <strong>de</strong> tres naves y<br />

partieron para España.<br />

Los que quedaron <strong>de</strong>trás, <strong>de</strong>smoralizados y carentes <strong>de</strong> jefes, se dispersaron por toda<br />

la región, cometiendo hurtos y violaciones entre los indios. Estos a su vez aprovecharon<br />

la ocasión para tomar venganza, y no pocos españoles fueron apresados y muertos por<br />

ellos.<br />

En eso llegó Colón, cansado y amargado <strong>de</strong> un viaje infructuoso por las costas <strong>de</strong><br />

Cuba, dispuesto a <strong>de</strong>satar sobre los indios el huracán <strong>de</strong> su cólera. Los indios muertos se<br />

contaron por millares, y muchos centenares fueron hechos prisioneros y enviados a<br />

España como esclavos: Caonabo, quien reunió un ejército <strong>de</strong> cinco mil hombres y le puso<br />

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