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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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perdió el apoyo <strong>de</strong> Roma, que todavía temblaba ante los recuerdos <strong>de</strong> la Revolución<br />

Francesa. Lamennais fue a Roma con la esperanza <strong>de</strong> convencer al Papa, pero éste, a la<br />

sazón Gregorio XVI, con<strong>de</strong>nó sus i<strong>de</strong>as en dos encíclicas.<br />

Lamennais <strong>de</strong>jó entonces el seno <strong>de</strong> la iglesia, y junto a él marcharon muchas otras<br />

personas <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as <strong>de</strong>mocráticas. Mientras todo esto sucedía, en Italia iba aumentando el<br />

sentimiento nacionalista, que soñaba con la unidad nacional. Una facción importante <strong>de</strong><br />

ese movimiento veía en el papado el centro alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cual <strong>de</strong>bía formarse la nueva<br />

nación.<br />

Pero el temor <strong>de</strong> los papas a todo lo que pudiera parecer sedición, y su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong><br />

complacer a los monarcas absolutos <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> Europa, que tenían interés en ver a Italia<br />

dividida, hizo que pronto el movimiento nacionalista tomara rumbos opuestos a los<br />

intereses <strong>de</strong> los papas.<br />

[<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 433] Pío IX<br />

El pontificado <strong>de</strong> Pío IX (1846–1878), el más largo <strong>de</strong> toda la historia, fue un tiempo<br />

<strong>de</strong> paradojas para el papado. La principal <strong>de</strong> ellas fue que, al mismo tiempo que los papas<br />

perdían <strong>de</strong>finitivamente su po<strong>de</strong>r temporal, se promulgaba su infalibilidad. La revolución<br />

<strong>de</strong> 1848, que sacudió a buena parte <strong>de</strong> Europa, se hizo sentir también en Roma, don<strong>de</strong> al<br />

año siguiente se proclamaba la República Romana. Fue necesaria una nueva intervención<br />

por parte <strong>de</strong> Francia, esta vez a favor <strong>de</strong>l Papa, para que éste pudiera regresar a Roma.<br />

Tras su restauración, en lugar <strong>de</strong> continuar algunas <strong>de</strong> las liberta<strong>de</strong>s introducidas por los<br />

republicanos, Pío IX trató <strong>de</strong> gobernar como soberano absoluto. Al mismo tiempo chocó<br />

con Cavour, el alto funcionario <strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> Piamonte cuya política era la unificación <strong>de</strong><br />

Italia. El Papa se alió a Austria, mientras Cavour acudió a los franceses. Tras<br />

complicadas vicisitu<strong>de</strong>s que no es necesario relatar aquí, las tropas <strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> Italia<br />

tomaron los estados pontificios el 20 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1870. Aunque el Papa se negó a<br />

aceptar lo hecho, ese fue el fin <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r temporal <strong>de</strong>l papado, cuya autoridad soberana<br />

quedó limitada al Vaticano y otros dos palacios. Mientras tanto, en Alemania se tomaban<br />

medidas contra el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la iglesia, y otras potencias europeas seguían el ejemplo <strong>de</strong><br />

Bismarck. Luego, el pontificado <strong>de</strong> Pío IX marca el fin <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r político <strong>de</strong> los papas,<br />

que había logrado su apogeo en el siglo XIII, bajo Inocencio III.<br />

Al mismo tiempo que Pío perdía su po<strong>de</strong>r, se afanaba por afirmarlo, aunque fuera en<br />

materias puramente religiosas. Así, en 1854, proclamó el dogma <strong>de</strong> la inmaculada<br />

concepción <strong>de</strong> María. Según este dogma, María misma, en virtud <strong>de</strong> su elección para ser<br />

Madre <strong>de</strong>l Salvador, fue preservada <strong>de</strong> todo pecado, inclusive el pecado original. Este era<br />

un punto que los teólogos católicos habían <strong>de</strong>batido por siglos, y sobre el cual nunca<br />

hubo consenso absoluto. Pero lo importante, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista histórico, fue que, al<br />

<strong>de</strong>clarar que la inmaculada concepción <strong>de</strong> María era dogma <strong>de</strong> la iglesia, Pío IX fue el<br />

primer papa en promulgar un dogma por sí mismo, sin la concurrencia <strong>de</strong> concilio<br />

alguno. En cierto modo, la bula Ineffabilis, por la que Pío IX promulgó la inmaculada<br />

concepción <strong>de</strong> María, fue un ensayo para ver qué reacción habría ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que el<br />

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