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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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<strong>de</strong>sembarcaron en su país <strong>de</strong> origen, acompañados por un catequista británico. (Es<br />

interesante notar que Charles Darwin, todavía un joven <strong>de</strong> veintidós años, era parte <strong>de</strong> la<br />

expedición que los llevó a esas tierras.) Poco <strong>de</strong>spués, al ver pasar en canoas a algunos<br />

fueguinos con ropas europeas, los ingleses que habían transportado a los misioneros<br />

sospecharon que algo andaba mal, y regresaron al puesto misionero. Allí encontraron,<br />

casi loco, al catequista británico, quien contó que los indios lo habían maltratado y<br />

robado cuanto poseía, y rogó que lo llevaran <strong>de</strong> regreso a Inglaterra, pues temía por su<br />

vida. Poco <strong>de</strong>spués, los tres fueguinos que habían sido la esperanza <strong>de</strong> la misión<br />

regresaron a los suyos, y solo <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> ellos se volvió a tener noticia.<br />

Fue entonces que entró en escena el personaje heroico <strong>de</strong> la empresa misionera en el<br />

extremo sur <strong>de</strong>l continente, el capitán Allen F. Gardiner. Este había sido capitán <strong>de</strong> la<br />

marina <strong>de</strong> guerra británica, y en 1834, junto al lecho <strong>de</strong> muerte <strong>de</strong> su esposa, se había<br />

consagrado a la obra misionera. Repetidamente fracasó en sus intentos misioneros en<br />

Africa, Nueva Guinea, entre los araucanos <strong>de</strong> Chile, y en otros lugares. Sus contactos con<br />

algunos caciques en la Patagonia le hicieron soñar con <strong>de</strong>dicarse al trabajo en esa región,<br />

y tras mucho esfuerzo logró que un grupo <strong>de</strong> amigos y admiradores fundara la Sociedad<br />

Misionera para Patagonia. De regreso a la Patagonia, encontró que la situación había<br />

cambiado, y que el apoyo <strong>de</strong> los caciques con que antes había contado no se materializó.<br />

Entonces hizo trabajo misionero en Bolivia por algún tiempo, hasta que lo <strong>de</strong>jó a cargo <strong>de</strong><br />

obreros españoles.<br />

Por fin, tras otro viaje a Inglaterra y otra larga campaña para lograr apoyo económico,<br />

emprendió su misión <strong>de</strong>finitiva a Tierra <strong>de</strong>l Fuego. La tripulación <strong>de</strong>l barco que lo llevó<br />

permaneció allí, ayudándole a establecerse, por veinte días, y al zarpar quedaron <strong>de</strong>trás<br />

Gardiner, un catequista, un médico metodista, un carpintero, y tres marinos. Apenas<br />

había <strong>de</strong>saparecido el buque en el horizonte, cuando los misioneros <strong>de</strong>scubrieron que, por<br />

error, no se había <strong>de</strong>sembarcado su reserva <strong>de</strong> pólvora, con la que esperaban proveerse la<br />

mayor parte <strong>de</strong> su alimentación. A<strong>de</strong>más, los naturales resultaron hostiles, y sólo se<br />

acercaban a los misioneros para robarles lo poco que tenían. Por fin, tuvieron que<br />

abandonar el lugar.<br />

Sus amigos en Inglaterra y Montevi<strong>de</strong>o habían prometido enviarles provisiones en<br />

seis meses. Pero el primer barco naufragó. Cuando se tuvieron noticias <strong>de</strong> ese naufragio,<br />

otro barco fue enviado, pero el capitán <strong>de</strong> ese segundo navío faltó a su palabra, y no dio<br />

con los varados. Por fin, con año y medio <strong>de</strong> retraso, llegaron las provisiones. Los que las<br />

llevaban encontraron una inscripción en una piedra: “Cavad aquí / Id a Puerto Español /<br />

Marzo / 1851". Bajo la piedra había enterrada una botella con indicaciones sobre cómo<br />

llegar a don<strong>de</strong> se habían refugiado los misioneros, y con una conmovedora <strong>de</strong>scripción<br />

<strong>de</strong>l pésimo estado en que se hallaban al abandonar ese lugar. Siguiendo las instrucciones<br />

en la botella, los que llevaban las provisiones llegaron por fin al último refugio <strong>de</strong> los<br />

varados. Todos habían muerto. Por el diario <strong>de</strong> Gardiner, que sobrevivió a los <strong>de</strong>más, y<br />

que hasta pocos días antes <strong>de</strong> morir estuvo escribiendo instrucciones sobre cómo<br />

evangelizar a los naturales, se supo que las provisiones habían llegado veinte días<br />

<strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. Lo último que escribió Gardiner fue: ”¡Con cuán gran<strong>de</strong> y maravilloso<br />

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