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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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Rey Sol no tenía paciencia para con los herejes o disi<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> cualquier clase, e hizo<br />

todo lo posible por acabar con el protestantismo francés.<br />

Las medidas <strong>de</strong>l Rey para lograr la “reunión” <strong>de</strong> los protestantes fueron diversas. A<br />

los intentos <strong>de</strong> persuasión siguieron las ofertas <strong>de</strong> comprar las conciencias. Para ello se<br />

argüía que el protestante que se hiciera católico, si era pastor per<strong>de</strong>ría su medio <strong>de</strong> vida y,<br />

si era laico, muchos <strong>de</strong> sus clientes en cualquier negocio en que estuviera envuelto.<br />

Luego, para compensar tales pérdidas, se les ofrecía dinero a los que se convirtieran. Pero<br />

esa política dio escasos resultados, y entonces el Rey apeló a medidas más severas.<br />

Cuando, en 1684, Francia gozó <strong>de</strong> un período <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso en medio <strong>de</strong> las incesantes<br />

guerras en que el Rey Sol la sumió, éste utilizó sus tropas para forzar la “reunión” <strong>de</strong> los<br />

protestantes al catolicismo.<br />

Las medidas violentas tuvieron resultados sorpren<strong>de</strong>ntes. En algunas regiones fueron<br />

<strong>de</strong>cenas <strong>de</strong> millares los que <strong>de</strong>cidieron abandonar la fe protestante. Animado por tales<br />

éxitos, el Rey hizo que sus tropas redoblaran sus esfuerzos. Aunque en teoría se permitía<br />

todavía a los protestantes continuar con sus creencias y su culto, en muchas partes los<br />

templos fueron arrasados, y las tropas tomaban por cuarteles las casas <strong>de</strong> los hugonotes<br />

más recalcitrantes, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>struían cuanto podían.<br />

Por fin, en 1685, el Rey promulgó el Edicto <strong>de</strong> Fontainebleau, que abrogaba el <strong>de</strong><br />

Nantes. A partir <strong>de</strong> entonces, sería ilícito ser protestante en Francia. Inmediatamente se<br />

produjo un gran éxodo <strong>de</strong> hugonotes hacia Suiza, Alemania, Inglaterra, los Países Bajos y<br />

Norteamérica. Puesto que muchos <strong>de</strong> ellos eran artesanos y comerciantes, se ha dicho que<br />

la pérdida económica para Francia fue enorme, y que ésta fue una <strong>de</strong> las causas <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>sajuste que a la postre condujo a la Revolución Francesa.<br />

Un pueblo subterráneo<br />

Oficialmente, a partir <strong>de</strong> entonces no hubo protestantes en Francia. Pero el hecho es<br />

que muchos <strong>de</strong> los supuestamente convertidos seguían sosteniendo sus creencias, y<br />

buscaban el modo <strong>de</strong> continuar juntándose para celebrar el culto protestante. Para muchos<br />

<strong>de</strong> ellos, tales reuniones se hacían tanto más necesarias por cuanto llevaban una pesada<br />

carga en la conciencia por haber abjurado <strong>de</strong> su fe. A falta <strong>de</strong> templos, los bosques y los<br />

campos se volvieron lugares <strong>de</strong> adoración. De noche, a escondidas, por todas partes <strong>de</strong>l<br />

país, se congregaban <strong>de</strong>cenas y hasta centenares <strong>de</strong> gentes a escuchar la Palabra. El celo<br />

con que se guardaba el secreto <strong>de</strong> tales reuniones era admirable, pues rara vez los agentes<br />

<strong>de</strong>l gobierno <strong>de</strong>scubrían el lugar y la hora señalados. Pero cuando lograban sorpren<strong>de</strong>r un<br />

culto, todos los presentes eran apresados y se enviaba a los hombres a remar en las<br />

galeras, y a las mujeres a prisión por el resto <strong>de</strong> sus días. A los pastores se les sentenciaba<br />

a muerte; y los niños eran arrebatados <strong>de</strong>l seno <strong>de</strong> sus familias para ser educados como<br />

católicos. Pero a pesar <strong>de</strong> ello el movimiento continuaba, y repetidamente llegaban<br />

noticias <strong>de</strong>l mismo a oídos <strong>de</strong> los agentes reales, cuyo redoblado celo no lograba ahogar<br />

el <strong>de</strong> los “cristianos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto”, como dieron en llamarse.<br />

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