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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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Como pue<strong>de</strong> imaginarse, un imperio <strong>de</strong> tal magnitud necesitaba una gran máquina <strong>de</strong><br />

gobierno. Los incas hicieron construir dos gran<strong>de</strong>s calzadas que corrían paralelas <strong>de</strong> norte<br />

a sur, una a lo largo <strong>de</strong> la costa y la otra por las montañas. Puesto que todo aquel imperio<br />

se gobernaba sin el conocimiento <strong>de</strong> la rueda, en los lugares más empinados la calzada <strong>de</strong><br />

las montañas era en realidad una escalinata empedrada. A lo largo <strong>de</strong> esas dos arterias, y<br />

por mil caminos secundarios, iban y venían los correos o chasquis, a pie, y con un<br />

sistema <strong>de</strong> relevos que permitía que los mensajes se transmitieran con relativa rapi<strong>de</strong>z.<br />

Puesto que en la zona andina no se conocía la escritura, los mensajes eran mayormente<br />

verbales, ayudados por un sistema <strong>de</strong> nudos atados en cuerdas <strong>de</strong> tal modo que permitía a<br />

los chasquis recordar los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> los mensajes, especialmente los números. Sobre esa<br />

base, los contadores <strong>de</strong>l imperio, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su base en el Cuzco, lo administraban todo. A lo<br />

largo <strong>de</strong> los caminos había gran<strong>de</strong>s almacenes en los que se conservaba una buena parte<br />

<strong>de</strong> los alimentos que le pertenecían al inca. Esos almacenes servían en tiempos <strong>de</strong> escasez<br />

para alimentar a la población. Y en tiempos <strong>de</strong> guerra se utilizaban como centros <strong>de</strong><br />

abastecimiento para los ejércitos en marcha. De ese modo los ejércitos imperiales podían<br />

moverse rápidamente, sin necesidad <strong>de</strong> cargar sus propios alimentos.<br />

Se trataba, pues, <strong>de</strong> una sociedad altamente organizada, en la que, en teoría al menos,<br />

nadie pasaba hambre ni necesidad, aunque todo estaba regimentado.<br />

La religión <strong>de</strong> aquel vasto imperio era <strong>de</strong> índole politeísta, y en ella se daban algunos<br />

casos <strong>de</strong> sacrificios humanos, aunque no con la frecuencia con que se celebraban en<br />

México. El dios creador era Viracocha, quien según la leyenda había creado la<br />

humanidad en Tiahuanaco, una ciudad en ruinas en el altiplano boliviano cuyos orígenes<br />

los propios incas <strong>de</strong>sconocían. El enorme tamaño <strong>de</strong> los monolitos <strong>de</strong> Tiahuanaco llevó a<br />

la creencia <strong>de</strong> que los primeros seres humanos eran <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>s, y que entonces<br />

Viracocha los <strong>de</strong>struyó y creó <strong>de</strong> nuevo con las proporciones actuales.<br />

Pero el nombre <strong>de</strong> “viracocha” se les daba también a otras divinida<strong>de</strong>s menores. El<br />

sol era el principal objeto <strong>de</strong> adoración para los incas, pues <strong>de</strong> él venía la vida toda y el<br />

calor necesario para la subsistencia en aquellas elevadas tierras andinas. Las principales<br />

festivida<strong>de</strong>s religiosas tenían que ver con los solsticios, que señalaban la gracia que el sol<br />

les hacía <strong>de</strong> brillar por un año más. Como hijo <strong>de</strong>l sol, el inca era también su supremo<br />

sacerdote y representante en la tierra. A fin <strong>de</strong> mantener pura esa sangre supuestamente<br />

divina, los incas se casaban con sus hermanas. Aunque tenían muchas otras mujeres, y<br />

todos sus hijos eran consi<strong>de</strong>rados nobles, sólo los hijos <strong>de</strong> sus hermanas podían heredar el<br />

trono, pues únicamente ellos tenían pura sangre divina, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Manco Cápac y su<br />

hermana y esposa Mama Ocllo.<br />

[<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 206] Francisco Pizarro<br />

A conquistar aquel vasto imperio, sin soñar la magnitud <strong>de</strong> la empresa pero con un<br />

ansia insaciable <strong>de</strong> oro, po<strong>de</strong>r y gloria, se lanzó Francisco Pizarro. Este era hijo ilegítimo<br />

<strong>de</strong>l hidalgo Gonzalo Pizarro, que no parece haberse ocupado <strong>de</strong> él más que para ponerlo a<br />

cuidar <strong>de</strong> sus piaras <strong>de</strong> cerdos. Cuando un buen día éstos se <strong>de</strong>sbandaron, Francisco no se<br />

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