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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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Esta situación se hizo tanto peor por cuanto había enormes dificulta<strong>de</strong>s en el<br />

nombramiento <strong>de</strong> nuevos obispos. España se negaba a reconocer la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> sus<br />

antiguas colonias, e insistía en ejercer sobre la iglesia en ellas sus antiguas prerrogativas<br />

<strong>de</strong>l Patronato Real. Las nuevas naciones, por su parte, reclamaban que sus gobiernos,<br />

como here<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> la corona española, <strong>de</strong>bían ejercer sobre la<br />

iglesia un Patronato Nacional. Roma no sabía qué actitud tomar, pues España era todavía<br />

su aliada en Europa, pero la población <strong>de</strong> las nuevas naciones formaba una parte<br />

consi<strong>de</strong>rable <strong>de</strong> la grey romana. Pío VII, en la encíclica Etsi longissimo (1816), hablaba<br />

<strong>de</strong> los “gravísimos daños <strong>de</strong> la rebelión”, y <strong>de</strong> “nuestro carísimo hijo en Jesucristo,<br />

Fernando, vuestro Rey Católico”, pero a la postre se vio obligado a adoptar una postura<br />

neutral. En 1824, León XI, en la encíclica Etsi iam diu, se refería al movimiento<br />

in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ntista como “cizaña”, y a Fernando como “nuestro muy amado hijo Fernando,<br />

rey católico <strong>de</strong> las Españas”. En Europa, no solo España, sino también Francia, Rusia y<br />

Austria, se oponían al reconocimiento implícito <strong>de</strong> las nuevas naciones que tendría lugar<br />

si el Papa les nombraba obispos haciendo caso omiso <strong>de</strong>l Patronato Real. Por fin, en<br />

1827, León XII <strong>de</strong>cidió nombrar los primeros obispos para la Gran Colombia, y esa fue la<br />

ocasión <strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong> Bolívar que citamos al principio <strong>de</strong>l presente capítulo. Pero<br />

esto no le puso fin a la cuestión, pues Fernando rompió relaciones con Roma, y León XII<br />

tuvo que <strong>de</strong>shacer mucho <strong>de</strong> lo hecho. Con sus altas y bajas, la cuestión no se resolvió<br />

sino cuando el gobierno español, en manos <strong>de</strong>l partido liberal, perdió el apoyo <strong>de</strong> Roma,<br />

y Gregorio VII, en la década <strong>de</strong> los 30, dio varios pasos hacia el reconocimiento oficial<br />

<strong>de</strong> las nuevas repúblicas. Dado el carácter sacramental <strong>de</strong>l catolicismo romano, la falta <strong>de</strong><br />

obispos quería <strong>de</strong>cir mucho más que la falta <strong>de</strong> dirigentes o administradores. Sin obispos<br />

no pue<strong>de</strong> haber or<strong>de</strong>naciones; y sin ellas no pue<strong>de</strong> haber comunión ni varios otros<br />

sacramentos. Luego, en muchas regiones el [<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 416] número <strong>de</strong> clérigos<br />

disminuyó drásticamente, y el cuidado pastoral <strong>de</strong> las masas se hizo sumamente difícil y<br />

superficial.<br />

La actitud <strong>de</strong>l bajo clero, en su mayor parte criollos y mestizos, fue muy distinta <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong> los obispos. En México, se dice que tres <strong>de</strong> cada cuatro sacerdotes apoyaron la<br />

insurrección. Dieciséis <strong>de</strong> los veintinueve que firmaron la Declaración <strong>de</strong> In<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />

argentina eran sacerdotes. A<strong>de</strong>más, es preciso <strong>de</strong>cir que, al comenzar el conflicto, las<br />

i<strong>de</strong>as in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ntistas tenían poco arraigo popular, y que fueron los curas párrocos<br />

quienes más contribuyeron a darles ese arraigo. Fue precisamente por esto que, aunque<br />

tanto los obispos como los papas publicaron numerosas pastorales y encíclicas<br />

or<strong>de</strong>nándole a la iglesia hispanoamericana que apoyara la causa realista, no tuvieron el<br />

efecto <strong>de</strong>seado.<br />

Por todas estas razones, la actitud <strong>de</strong> los jefes in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ntistas hacia el catolicismo<br />

fue compleja. Todos ellos se proclamaban católicos, y en las diversas constituciones que<br />

surgieron en los primeros años se afirmaba repetidamente que la religión católica era la<br />

<strong>de</strong>l país. Pero las tensiones con Roma eran tales que se llegó a temer que se produjera un<br />

cisma entre el catolicismo hispanoamericano y la Santa Se<strong>de</strong>. Algunos, especialmente en<br />

México, llegaron a proponer tal cisma, abogando por la formación <strong>de</strong> una iglesia católica<br />

nacional, aparte <strong>de</strong> toda obediencia a Roma. Tales proyectos no <strong>de</strong>saparecerían <strong>de</strong>l todo,<br />

sino que surgirían una y otra vez cuando los intereses <strong>de</strong> Roma parecían chocar con los<br />

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