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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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que fuera muy inteligente ni que tuviera otros gran<strong>de</strong>s talentos [<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 1<strong>99</strong>] <strong>de</strong><br />

índole alguna. Cuando llegó a Cartagena en 1610 era todavía novicio, y tuvo que pasar<br />

cinco años más antes <strong>de</strong> ser or<strong>de</strong>nado sacerdote. Casi todo ese tiempo residió en los<br />

monasterios <strong>de</strong> Bogotá y <strong>de</strong> Tunja, dos <strong>de</strong> los principales que los jesuitas tenían en esa<br />

región. Durante ese período sintió profundo dolor al ver los esclavos que eran traídos <strong>de</strong><br />

Africa, y <strong>de</strong> quienes nadie parecía ocuparse. Cuando por fin hizo su profesión final, en<br />

1622, añadió junto a su firma otro voto: Petrus Claver, aethiopum siempre servus—Pedro<br />

Claver, por siempre esclavo <strong>de</strong> los negros.<br />

Parte <strong>de</strong>l interés <strong>de</strong> Claver en los negros se <strong>de</strong>bía al ejemplo <strong>de</strong> otro compañero<br />

jesuita algo mayor que él, Alonso <strong>de</strong> Sandoval. Sandoval se había <strong>de</strong>dicado a evangelizar<br />

a los negros y a cuidar <strong>de</strong> sus necesida<strong>de</strong>s. Puesto que para ello era menester conocerlos<br />

mejor, trataba <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> ellos acerca <strong>de</strong> las costumbres africanas y <strong>de</strong> los diversos<br />

idiomas que hablaban. Fue así que compuso su obra, pionera en los estudios etnográficos<br />

africanos, Naturaleza, policía sagrada y profana, costumbres, ritos y supersticiones <strong>de</strong> los<br />

etíopes, que fue publicada en Sevilla en 1627. Sandoval fue entonces tanto el gran<br />

ejemplo <strong>de</strong> Claver como su primer maestro en cuanto al mejor modo <strong>de</strong> alcanzar a los<br />

esclavos.<br />

Empero, mientras Sandoval iba mayormente a los lugares en que los esclavos servían<br />

a sus amos, Claver se <strong>de</strong>dicó a visitarlos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento mismo en que llegaban a<br />

Cartagena. Hacinada en las bo<strong>de</strong>gas malsanas <strong>de</strong> los barcos negreros, aquella pobre gente<br />

sufría una travesía que podía llegar a los dos meses. Durante ese tiempo, apenas se les<br />

permitía moverse, pues los traficantes los amontonaban hasta el límite <strong>de</strong> lo imposible.<br />

Muchos creían que al llegar a las tierras <strong>de</strong>sconocidas don<strong>de</strong> los llevaban serían<br />

engordados para servir <strong>de</strong> alimento a los blancos. La comida que se les daba era el<br />

mínimo para mantenerlos vivos. El hedor <strong>de</strong> sus excrementos era tal que cuando los<br />

barcos se acercaban al puerto el mal olor podía percibirse <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la distancia.<br />

A aquella gente <strong>de</strong>sgraciada le <strong>de</strong>dicó Claver el resto <strong>de</strong> sus días. Pronto vio que no<br />

podía comunicarse con ellos, y trató <strong>de</strong> que los amos <strong>de</strong> esclavos le prestaran algunos que<br />

habían aprendido español, para que le sirvieran <strong>de</strong> intérpretes. Pero los amos no estaban<br />

dispuestos a servirle en ello, por no per<strong>de</strong>r el trabajo <strong>de</strong> los traductores. Por fin, Claver<br />

logró que su monasterio comprara algunos esclavos con ese propósito. Esto pronto le<br />

trajo conflictos con sus hermanos <strong>de</strong> religión, pues algunos insistían en tratar a los<br />

esclavos como tales, y requerir <strong>de</strong> ellos servicio personal, mientras Claver los trataba<br />

como a iguales, y <strong>de</strong>seaba que los <strong>de</strong>más jesuitas respetaran y amaran a los intérpretes<br />

con los que convivían. Aunque algunos <strong>de</strong> estos traductores no dieron el resultado<br />

apetecido, otros se volvieron fieles acompañantes y amigos <strong>de</strong>l misionero.<br />

Cuando llegaba un barco, Claver y sus intérpretes iban adon<strong>de</strong> estaban los esclavos.<br />

A veces podían visitarlos en las bo<strong>de</strong>gas mismas <strong>de</strong> los navíos. Pero casi siempre tenían<br />

que esperar a que estuvieran en los barracones don<strong>de</strong> se les colocaba a fin <strong>de</strong> prepararlos<br />

para el mercado. Estas edificaciones eran verda<strong>de</strong>ras cárceles en las que el único alivio<br />

era que había más espacio que en los barcos, y que se les empezaba a dar mejor comida,<br />

con el propósito <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r ven<strong>de</strong>rlos a mayor precio. Pero aun allí eran muchos los que<br />

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