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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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Aunque casi todos los documentos que se han conservado se ocupan mayormente <strong>de</strong><br />

los hechos <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s conquistadores, <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>smanes con los indios, y <strong>de</strong> sus<br />

conflictos con algunos <strong>de</strong> los misioneros, ésa no es toda la historia. De hecho, la<br />

penetración española en Nueva Granada, como en tantas otras regiones, no fue<br />

únicamente obra <strong>de</strong> las armas españolas, sino también <strong>de</strong> los misioneros. Mucho más allá<br />

<strong>de</strong> los limites <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>río español, en lugares don<strong>de</strong> la protección militar <strong>de</strong> sus<br />

compatriotas era prácticamente nula, laboraron docenas y centenares <strong>de</strong> misioneros<br />

abnegados. Unas veces marchando <strong>de</strong> lugar en lugar, y otras estableciendo largas ca<strong>de</strong>nas<br />

<strong>de</strong> puestos misioneros que se a<strong>de</strong>ntraban hacia el interior <strong>de</strong>l país, lograron establecer con<br />

los indios contactos que hubieran sido imposibles para los colonos. Todos sufrieron<br />

penurias, enfermeda<strong>de</strong>s y vituperios por parte tanto <strong>de</strong> indios como <strong>de</strong> españoles, y<br />

algunos hasta la muerte. En las ciuda<strong>de</strong>s quedaban los prelados venidos en busca <strong>de</strong><br />

puestos jerárquicos. Allá quedaba también lo peor <strong>de</strong>l clero español, venido a estas tierras<br />

en busca <strong>de</strong> un ambiente más laxo que el que reinaba en España, y muchos <strong>de</strong> ellos con la<br />

esperanza <strong>de</strong> hacerse ricos. Pero por los montes y las sierras marchaba una hueste<br />

consagrada <strong>de</strong> hombres <strong>de</strong>dicados a su ministerio, dispuestos a dar la vida por la<br />

conversión <strong>de</strong> los indios, arriesgándolo todo por su sagrada vocación.<br />

Para dar una i<strong>de</strong>a, siquiera somera, <strong>de</strong>l alcance <strong>de</strong> este apostolado, bastará con señalar<br />

algunas cifras. Antes <strong>de</strong> terminar el siglo XVI, los franciscanos tenían en Colombia 25<br />

conventos y casi otros tantos centros misioneros. En los próximos cincuenta años, esa<br />

cifra se duplicaría. Los dominicos tenían veinte monasterios hacia fines <strong>de</strong>l siglo XVI.<br />

Tres <strong>de</strong> ellos, los <strong>de</strong> Bogotá, Cartagena y Tunja, estaban a<strong>de</strong>cuadamente dotados y<br />

establecidos. Pero muchos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más llevaban una existencia precaria en lugares que<br />

no eran sino al<strong>de</strong>as <strong>de</strong> las que los misioneros salían para llevar a cabo su labor. Los<br />

gran<strong>de</strong>s misioneros <strong>de</strong> <strong>Venezuela</strong> fueron los capuchinos y los franciscanos, a quienes no<br />

faltaron mártires en la obra evangelizadora. En ambos países los jesuitas, llegados más<br />

tar<strong>de</strong>, se a<strong>de</strong>ntraron hacia zonas que los misioneros anteriores no habían tocado. A la<br />

postre, hacia fines <strong>de</strong>l siglo diecisiete, había por toda Nueva Granada una red <strong>de</strong><br />

monasterios y misiones que fue uno <strong>de</strong> los principales elementos unificadores <strong>de</strong> la<br />

región.<br />

De todos estos misioneros el más famoso es San Luis Beltrán, el primer santo <strong>de</strong><br />

América, aunque, irónicamente, sólo laboró en estas tierras por espacio <strong>de</strong> siete años.<br />

Luis Beltrán procedía <strong>de</strong> una familia valenciana relativamente acomodada. Des<strong>de</strong><br />

muy joven se sintió llamado al monasterio, aunque vacilaba entre la vida contemplativa<br />

<strong>de</strong> los cartujos y la <strong>de</strong> los dominicos, que combinaba la contemplación con la acción. Por<br />

fin se <strong>de</strong>cidió por los dominicos, y pronto su santidad fue respetada por sus compañeros<br />

<strong>de</strong> or<strong>de</strong>n.[<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 198]<br />

A la edad <strong>de</strong> veintitrés años era maestro <strong>de</strong> novicios en el monasterio <strong>de</strong> Valencia. La<br />

fama <strong>de</strong> su humildad y <strong>de</strong>voción, así como <strong>de</strong> su sabiduría, se extendió por toda España,<br />

a tal punto que más tar<strong>de</strong> Santa Teresa lo consultó antes <strong>de</strong> empren<strong>de</strong>r su reforma <strong>de</strong> la<br />

or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> los carmelitas.<br />

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